jueves, junio 08, 2006

El debate sobre la reforma integral a la escuela secundaria

Autor: Martín López Calva
Publicación: Síntesis, 8 de junio de 2007.

Con referencia a la reforma de la secundaria que empezará a operar durante el próximo ciclo escolar, lo políticamente correcto hoy es estar del lado del cuestionamiento crítico a los contenidos de Historia de México que están ausentes o disminuyen en proporción y sumarse a la ola de descalificaciones que dicen que el gobierno neoliberal foxista quiere acabar con la Historia de México. Sin embargo, aunque este argumento tiene cierta validez, enfocar el análisis y el debate sobre esta reforma a la secundaria solamente en este aspecto, es por decir lo menos, parcial.
No siempre lo políticamente correcto coincide con lo correcto y en el caso de esta reforma es necesario tener en cuenta aspectos esenciales desde la perspectiva curricular y pedagógica que están quedando fuera de la discusión y han sido relegados del espacio en los medios.
Planteo a continuación cuatro preguntas básicas que pueden ayudar a plantear un análisis desde este ángulo pedagógico: ¿Escuela secundaria o educación básica? ¿Contenidos o competencias? ¿Cantidad o significatividad? ¿Formación integral o formación exhaustiva?
En la primera pregunta, la cuestión que está ausente en el debate es la de una visión holística y sistémica que vea la escuela secundaria articulada y en el contexto del nivel de educación básica, íntimamente ligada como proceso a la escuela primaria. En ese sentido, no se puede leer la reforma y la estructura curricular propuestas sin hacerlo en el contexto de un proceso que inicia en primero de primaria –y ahora incluso desde el jardín de niños- y culmina en tercero de secundaria. Leer la estructura curricular de la secundaria aisladamente es un error conceptual.
La segunda pregunta tiene que ver con la concepción predominante de la educación como transmisión de contenidos que se enfrenta a las nuevas tendencias educativas que persiguen formar en competencias o habilidades tomando ciertos contenidos esenciales como pretextos para el desarrollo de estas competencias. La reforma opta claramente, con acierto desde mi punto de vista, por una visión de competencias o habilidades y no por una carga de contenidos.
En el dilema: cantidad o significatividad, parece prevalecer en los debates la visión tradicional que enfatiza que la cantidad de asignaturas y contenidos tratados es directamente proporcional a la calidad educativa. Sin embargo, la reforma tiene como propuesta, de acuerdo a las tendencias actuales, una reducción significativa del número de materias por ciclo escolar, aumentando la proporción de horas dedicadas a cada una de ellas y articulando en ejes curriculares muy claros estas asignaturas. Esta reforma implicaría una intención de concentrar la atención y el trabajo de maestros y alumnos en menos asignaturas vistas con mayor profundidad. En esta reducción, desde mi punto de vista la reforma se queda aún corta, a pesar de que lo políticamente correcto se pronuncia contra esta reducción.
Frente al dilema de formación integral o formación exhaustiva, la reforma parece optar por algo que por muchos años se ha venido pidiendo en distintos espacios de diálogo entre los educadores: una formación que no sobrecargue al estudiante con un énfasis excesivo en algunas materias que desde el paradigma dominante de lo que Gardner llama “inteligencia lógico-matemática” e “inteligencia lingüística”, dejando como mero relleno otro tipo de asignaturas que forman en lo físico, lo estético, lo ético y otras dimensiones importantes en la formación básica de todo ser humano. En este sentido, la articulación de asignaturas de Educación Física, talleres artísticos, etc. que se propone en el nuevo mapa curricular parece una propuesta pertinente que remedia este sesgo racionalista de la educación tradicional.
El gran filósofo canadiense Bernard Lonergan (1904-1984) señala en su libro: “Filosofía de la Educación” que la educación básica debe proporcionar al estudiante elementos que lo capaciten para moverse, es decir, elementos fundamentales para comprender y manejar diversos lenguajes y medios de expresión, más que contenidos demasiado específicos. “Es fácil producir chiflados, con una especialización prematura”, dice el mismo pensador y los resultados de un curriculum de educación básica nacional sobrecargado de asignaturas y sobrecentrado en contenidos específicos parecen, por las pruebas y evaluaciones publicadas en los años recientes, no ser nada alentadores.
En este sentido la propuesta parece responder a las nuevas tendencias educativas y a los desafíos de un mundo cambiante de manera bastante congruente entre las finalidades declaradas, los objetivos y líneas de acción, el perfil de egreso que se busca, el tipo de gestión escolar que se requiere y el mapa curricular que se propone.
El problema de la reforma, desde mi punto de vista no está en los contenidos de Historia que se circunscriben a un año escolar en lugar de tres o en el cambio de algunos contenidos, sino en que estos planteamientos que parecen adecuados y congruentes se puedan aterrizar en las aulas a través de profesores bien preparados y comprometidos con este nuevo enfoque.

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