miércoles, junio 21, 2006

Los espacios educativos, un campo fértil para promover cultura política

Autoras: Teresa Eugenia Brito Miranda y Ma. Alejandra Díaz Rosales
Publicación: Síntesis, 21 de Junio de 2006.

A propósito del momento actual en el que se explicita la conciencia ciudadana respecto a las elecciones presidenciales, conviene reflexionar sobre la educación que las instituciones de enseñanza promueven en torno a una cultura política de participación.

En los albores del siglo XXI la formación en la participación política es una prioridad. En este momento, en el contexto nacional, se trata de comprometer más ampliamente a la sociedad en la construcción de una convivencia pacífica, democrática, solidaria y tolerante, más allá de decidir un voto para el próximo gobernante.

Cuando hablamos de cultura política nos estamos refiriendo a la manera como las personas interiorizamos ideas, símbolos, instituciones, creencias, expectativas y valores, reglas de orden político y la manera como los interpretamos.

La cultura política puede ser comprendida desde una perspectiva individual y otra grupal o colectiva donde se integran los conocimientos, los sentimientos de aceptación o rechazo hacia el sistema político y la manera de valorarlos. En ocasiones la síntesis entre estos conocimientos, apreciaciones y juicios, puede ser contradictoria, sin embargo, proporcionan identidad.

Las instituciones educativas son un espacio cívico por excelencia que deben permitir el ejercicio de una cultura política libre y responsable en donde se desarrollen capacidades personales y sociales orientadas a experimentar las resoluciones de conflictos, el manejo de las emociones, las iniciativas en pro del beneficio colectivo y la gestión de acciones incluyentes.

Uno de los valores fundamentales de la cultura política es la democracia. Victor Durand, investigador de la UNAM, se refiere a ella como un proceso en el que se encuentra presente la incertidumbre y que incluye la pluralidad, la diversidad social y política, el conflicto y la competencia entre partidos, enmarcado en la negociación y el derecho. Por ello, más allá de considerar el riesgo y el conflicto como problema, se constituyen en su fuerza como vía de solución.

Este planteamiento nos remite a diversos cuestionamientos sobre la práctica de la democracia en las instituciones educativas: ¿Cómo se hacen evidentes en la vida cotidiana escolar y universitaria la alteridad, la búsqueda del consenso, la apertura al diálogo, la inclusión de las diferencias, las decisiones libres y responsables y muchos otros valores que constituyen la cultura política?; ¿qué tanto se apoya la formación de un pensamiento autónomo y crítico? ¿cuál modelo de autoridad reproduce la institución escolar?, ¿qué papel juegan los estudiantes en la vida política al interior de la escuela y la universidad?; ¿cómo se manifiesta la transparencia en el ejercicio de la autoridad y en los procesos educativos? ¿Cómo se toman las decisiones administrativas y académicas?.

Muchas prácticas escolares representan una resistencia a la vida democrática, como resabio de una educación tradicional; uno de los principales retos es la ruptura de un esquema convencional de autoridad y relaciones interpersonales que impide la libre expresión y la creatividad en profesores y estudiantes. La participación hace explícita la democracia. Darle la palabra a los protagonistas de la comunidad educativa y permitir sus opiniones, cuestionamientos y valoraciones, así como disentir de ideas preestablecidas, son una de tantas oportunidades que fomentan la democracia y la tolerancia en la cotidianidad de un sistema que todavía se proyecta anquilosado y conservador, frente a la posibilidad de ser un espacio natural en el desarrollo de una cultura política de participación.

Más allá del aprendizaje de contenidos, las instituciones educativas y cada uno de sus actores necesitan reflexionar en el reto de ser un campo fértil para la construcción de una cultura política de participación que forme a futuros ciudadanos capaces de enfrentar con transparencia, la conformación de una sociedad diferente que sostenga su desarrollo en los valores de equidad, justicia y dignidad.

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