Autor: Gerardo Palomo
Publicación: La jornada de Oriente, 7 junio 2007.
Uno de los cambios geoestratégicos más significativos en el mundo de la post Guerra Fría es el que está ocurriendo y se profundiza en la relación transatlántica, es decir, entre los Estados Unidos de Norteamérica (EU) y sus aliados europeos. Una relación cuya expresión inmediata ha sido el sistema de seguridad colectiva representado por la OTAN desde abril de 1949.
Entre los aspectos que más han contribuido a la transformación de esta relación tenemos el hecho de que Europa se ha convertido en la Unión Europea. Uno de los casos de integración económica más importantes del mundo que actualmente aglutina a 25 estadosnación como resultado de un proceso de consulta, de voluntad política y de relaciones multilaterales construidas en función de intereses socioeconómicos cuya consecución tiene la propiedad de articular, o de distanciar en caso contrario, a gobierno y sociedad de manera más inmediata. A diferencia de los intereses de seguridad, siempre mediatos, con sus coyunturas y sus respectivas correlaciones de fuerza reforzando en la distancia lo construido como amenaza. Dicho en otros términos, en el caso de la UE el principal objetivo a alcanzar con todos sus altibajos y derivas neoliberales a sido el desarrollo. Lo que explica el interés de otros por formar parte de dicha unión. Una iniciativa que también ha implicado un amplio desarrollo institucional para sostener la estructura de la integración y el logro de diferentes objetivos como los de seguridad. Terreno en el cual tenemos el impulso acordado a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), considerado como el organismo “más amplio de Europa” en esta materia, el reforzamiento de la propia “dimensión de seguridad y de defensa” de la UE y de las funciones de la Unión Europea Occidental (UEO) en este mismo sentido.
En el escenario internacional la UE se presenta como uno de los bloques regionales en el que se advierte una visión y posiciones distintas a las de los EU con respecto al tratamiento de los conflictos de un mundo cada vez más globalizado. Lo que no se ha dado sin generar fuertes tensiones al interior de la UE y esto sería un indicativo de que los acuerdos bilaterales de los EU con países de la UE tienen un límite en la estructura de relaciones que la sostiene y en función de la cual se reproduce como tal.
Otro aspecto a destacar es el hecho de que la OTAN, en su concepto estratégico del 7-8/XI/1991 ya reconoce la desaparición de una “amenaza monolítica masiva y potencialmente inmediata” o, en su nuevo concepto estratégico, 23/IV/1999, el hecho de que “una agresión convencional de gran envergadura dirigida contra la Alianza es altamente improbable”. Documentos en los que también destaca la importancia y el énfasis acordado a la “estabilidad” y llama la atención que al reconocer la persistencia de “riesgos” se les atribuya un carácter “más general” o “diferente” y se proponga que adoptan “formas complejas”. Trátese del “marasmo económico”, del terrorismo o de los flujos migratorios incontrolados. Con lo cual se busca precisar una “aproximación global de la seguridad”. Un conjunto de planteamientos formulados tomando en cuenta que la llamada amenaza comunista había desaparecido con el colapso de la ex-URSS, y esto habría de tener consecuencias muy fuertes en la relación transatlántica pues era, al mismo tiempo, una forma de reconocer que la causa principal de su creación y existencia posterior había desparecido.Aspectos como estos son los que paulatinamente llevarían a una reformulación de dicha relación, poniendo en entredicho, en primer lugar, una de las principales funciones que en el sistema internacional se atribuía y asumía con alegría la primera potencia: fungir como policía mundial. Un punto, sin embargo, que no sería aceptado con unanimidad al interior de la UE, pues, como lo vimos en el caso de la última guerra de Irak, unos se opusieron a lo que nos permitimos calificar como el continuismo de la hegemonía imperial y otros consideraron que era el momento de asociarse a esta nueva empresa hegemónica. Es claro, en este contexto, que la definición de una política exterior y de defensa común por parte de la UE la llevará a escenarios de polarización al interior mismo de la UE. Pero una cosa es clara, que los países europeos, en tanto UE, ya no están dispuestos a pagar los mismos costos político–económicos por el paraguas de seguridad que la política exterior de los EU mantuvo durante la Guerra Fría y que le permitió mantener una amplia zona de influencia en el mundo. Muy rentable para ciertos grupos de poder político–económico de dicho país y que hoy nos pueden llevar al desastre con su política en Irak, cuyo principal objetivo consiste en controlar una de las más importantes áreas de abastecimiento energético de la economía mundial, lo cual incluye a la UE; en el Cáucaso, en Polonia y en Chequia con la instalación del escudo antimisiles, una provocación que hace aparecer a Rusia como una amenaza y nos reinstala en el terror nuclear; y con su postura frente al cambio climático, un tema de primerísima importancia con respecto al cual EU y la UE también asumen posiciones distintas.
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