jueves, septiembre 06, 2007

El Misterioso Arte de Hacer Política

Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: La Jornada de Oriente, 6 de septiembre de 2007

Algunas ideas muy comunes sobre la política:

Un político es alguien que puede comer mierda. Un buen político no sólo se la come, sino que hace como que le gusta.
Mientras más malvado, mejor político.
Hacer buena política es tomar la calle. Hablar tranquilamente con unas cuantas personas es actuar en lo obscurito. Es perverso y antipopular.

Las dos primeras percepciones equivalen a decir que es un gran negocio el apoderarse de un barco, aunque en el proceso el barco se hunda en medio del océano con nosotros a bordo. Por lo que a México se refiere es la herencia priísta. Mientras nos hundimos a consecuencia de esa herencia, comentamos con aire de sabios: ya ven, por lo menos los priístas sabían hacer las cosas. Mientras el país se cae en pedazos, los que saben de esas cosas comentan tratando de parecer Einstein todo esto es para que nada cambie. Porque para estas personas que se las saben todas morir y desintegrarse no es cambiar.

En el tercer punto la herencia priísta da un giro peculiar. Hacer algo, lo que se dice hacer, sólo podía hacerlo el Señor Presidente. Pero cualquier hijo de vecino podía hacer alguna cosa, por ejemplo, escribirle al Presidente. Y podía salir a las calles a pedirle algo al Presidente, pero dejando muy claro que era un obediente súbdito del Señor. Muy frecuentemente las protestas, peticiones y demás eran puro teatro: eran parte del Sistema, y el Presidente concedía benévolamente lo que ya había decidido hacer de cualquier modo, o todo el mundo hacía como si el Presidente hubiera concedido algo, cuando una cuidadosa auditoría social habría evaluado la concesión en 00.00. En esta narración que podría llamarse Juan Ciudadano en el Paraíso Virtual del Autoritarismo, todo se resumía en una regla: Los de arriba lo pueden todo, los de abajo no pueden nada, excepto esperar que los de arriba les den algo.

Claro que esta omnipotencia de los de arriba era una ilusión, se reducía a las apariencias. No es que pudieran hacerlo todo, sino que podían hacer que nada pareciera todo. Y un día el Castillo Presidencial de Naipes comenzó a derrumbarse. Regocijo natural: al fin somos libres. Sólo que nuestras mentes seguían habitando el Paraíso Virtual: seguimos creyendo que no solamente eso era hacer política, sino que era la única manera de hacerla. No acabamos de aprender que el pueblo es quien tiene el máximo poder, para hacer y para no hacer. El Castillo se derrumbó por lo que no hicimos. Y si en su lugar aparece una Casa del Pueblo será por lo que hagamos.

Y aunque lo que hagamos tendrá que alcanzar finalmente el nivel macro, el de las grandes estructuras sociales, lo hará a partir de lo que hagamos en el nivel micro, poniéndonos de acuerdo con nuestros vecinos para sembrar semillas de convivencia, de acción personalista y comunitaria, de solidaridad en acción, de amistad sincera que dará a su tiempo frutos de justicia privada y social. Alcanzar esto plenamente es un ideal, lo que no significa que no se pueda lograr imperfecta, gradual y parcialmente. Si no se pudiera nunca habría habido sociedad.
Y no, la manera priísta de hacer política ni es verdadera política ni es la única manera de hacerla. Hacer política auténtica a escala de una de las mayores poblaciones del mundo, sin embargo, es algo muy complejo, que llevará mucho tiempo. Hemos hablado de semillas. ¿Cuánto tiempo será necesario para que las semillas se conviertan en un gran ecosistema, digamos en una selva tropical?. Trabajo arduo, pero les aseguró que aunque falta mucho para que tengamos un ecosistema político sano, si comenzamos ya a sembrar las semillas y las cuidamos bien, muy pronto veremos algunos frutos.

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