jueves, septiembre 20, 2007

La generosidad en Internet

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero.
Publicación: Síntesis, 20 septiembre 2007

A quienes conocieron Internet desde su nacimiento, o casi, les pareció un avance maravilloso que permitiría la comunicación y la adquisición de conocimiento casi de inmediato y sin salir de la casa. Las bibliotecas de las universidades de todo el mundo se pondrían a disposición de quien quisiera consultarla. Por supuesto que esa posibilidad se ha cumplido; hoy podemos estar enterados del estado del mundo de manera casi instantánea. Pero el portento tecnológico que es internet se ha convertido totalmente en otra provincia más del reino de los mercaderes. O casi; porque además de la compra y venta, en internet pueden encontrarse ejemplos de una de las más altas virtudes humanas: la generosidad.
En el reino de los mercaderes todo lo que es gratuito es propaganda. Todo lo que es interesante y agradable, medido por la demanda, tiene un precio. Sólo se regala lo que nadie quiere. Uno se sorprende y enoja de encontrarse con la imposibilidad de leer algún texto de divulgación científica a menos que se pague el derecho a hacerlo. Es como entrar a una biblioteca, poder mirar los títulos y leer la contraportada, pero tener que pagar por leer el libro. Lo que prometía ser una biblioteca resultó ser una tienda de textos. Claro, nos dirá el mercader, sin el incentivo de una ganancia nadie haría el trabajo de escribir un texto y menos de subirlo a internet.
¿Nadie? Afortunadamente mucha gente alrededor del mundo ya hizo el trabajo de ofrecer completamente gratis los mejores productos de su actividad intelectual. El ejemplo más conocido es, quizá, la Wikipedia: una enciclopedia escrita por miles de personas que diariamente escriben y corrigen sobre los temas que dominan. La Wikipedia es, actualmente, una de las fuentes de información más consultadas por estudiosos que desean introducirse a cualquier tema. Claro que algunos mercaderes han logrado poner su propaganda comercial disfrazada de información de interés general.
Si a usted le interesa saber dónde estaba la Tracia, cuál era la tierra de los Beocios, o dónde fue la batalla de Acio, encontrará en internet unos bellísimos mapas del mundo antiguo, obra de un profesor checo que le permitirá consultarlos y copiarlos. Sin propaganda comercial y sin pedirle cooperación. Al contrario, le pide que si encuentra algún defecto en los mapas se lo haga saber para corregirlo.
Si a usted le interesa aprender idiomas, actuales o muertos, encontrará muchos lugares en donde le pueden dar gratis lecciones que no son propaganda de nada. Si busca partituras de música, encontrará muchos lugares que no sólo se las ofrecerán gratis sino que lo alentarán a reproducirlas y compartirlas con sus amigos. Alguien tuvo que ser el copista de esas partituras, las hizo quizá para él mismo, pero luego decidió donarlas a quien las quiera. ¿Puede pensarse en mejor ejemplo de generosidad ‘contra cultural’?
Un profesor brasileño comparte con todo el mundo su afición de traducir refranes latinos, españoles, portugueses, franceses, italianos, ingleses a las otras lenguas, incluido el esperanto. Su página es una verdadera delicia para los aficionados a las cuestiones del lenguaje. ¿Qué pide a cambio este profesor? que le sugieran otros refranes y le corrijan algunas traducciones dudosas.
¿Cómo clasificar, si no como generosidad pura, las transmisiones de música de la radio de Dinamarca? Hay para todos los gustos sin un solo anuncio comercial. Puede usted seleccionar lo que le guste escuchar: conciertos, música clásica ligera, folklórica, jazz, etc. El motivo más egoísta que pueden tener los daneses para hacer este regalo es promover la buena imagen de su país. ¿Y qué piden a cambio? un correo electrónico con comentarios de quien los escucha, el cual les dará un enorme gusto recibir.
Sin duda, internet facilita que quien tenga algo que donar pueda hacerlo; que quien tenga curiosidades al margen de la moda pueda encontrar verdaderas joyas donadas por otros. El mundo puede ser un lugar más agradable gracias a la tecnología y, sobre todo, gracias a la generosidad de quienes se conforman con el reconocimiento ajeno por toda recompensa.

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