lunes, octubre 13, 2008

Exclusión, intolerancia y violencia en Bachilleratos y escuelas similares

Autora: Celine Armenta
Publicación: E-Consulta,13 de octubre 2008

De opiniones estamos ahítos; todo mundo opina de todo; y nuestros periódicos digitales y de papel se hinchan y revientan por tantos decires. Algunas opiniones tienen el sustento de investigaciones más o menos formales, de la propia experiencia, de la sabiduría. Pero la mayoría —apuesto a que una abrumadora mayoría— se apoyan sólo en la intuición, en otras opiniones sin sustento, y en en inclinaciones viscerales.
Por eso valoro en tanto la publicación de datos incontrovertibles, fruto del trabajo de cientos de investigadores sociales, estadísticos, encuestadores, analistas de datos, y muchos más. Aunque, contrario a lo que diría la lógica, estas investigaciones son recibidas con más escepticismo que las recomendaciones cotidianas de charlatanes de todo tipo. ¿Por qué? No tengo ni una hipótesis lúcida, aparte de saber que los ejercicios transparentes promueven la crítica. De modo que si usted, estimado lector, tiene alguna explicación del escepticismo ante la ciencia, y no ante tantos otros discursos, le agradeceré me la comparta.
Pues bien, hace tres semanas nos despertamos con los resultados de la primera encuesta nacional: Exclusión, Intolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de Educación Media Superior que recoge la voz de 13,104 adolescentes, representativos de toda su generación. (http://www.sems.gob.mx/aspnv/encuesta/images/Encuesta_Exclusion_Intolerancia_y_Violencia_en_EMS.pdf). Los críticos no se hicieron esperar, y en cambio los divulgadores, periodistas y amos del micrófono, prefirieron ignorarla, ¡pese a que es una joya! El padre de familia, la maestra y el director, la diseñadora de políticas, la formadora de docentes y el estudioso de la conducta humana tenemos un tesoro en las manos: una ventana limpia y amplia al interior de nuestras escuelas preparatorias, bachilleratos, y demás modalidades.
En este nivel educativo, como bien ha señalado la administración actual, entran adolescentes y se gradúan ciudadanos. Pero el camino no es cómodo ni alentador. Según la encuesta, los preparatorianos discriminan mucho más que su padres y hermanos mayores; y también sufren mucha más violencia, discriminación y exclusión que sus mayores.
La intolerancia es muy alta, y sobre todo en su faceta de homofobia. Más de la mitad de los bachilleres mexicanos afirma que no le gustaría que en su escuela hubiera enfermos de SIDA ni homosexuales. Alrededor de la mitad opina lo mismo sobre personas con capacidades diferentes e indígenas; y uno de cada tres extiende este disgusto a personas con ideas políticas diferentes, a quienes profesan otra religión, son extranjeros, son pobres o tienen un color de piel distinto.
Uno de cada ocho preparatorianos cree que los varones pegan a las mujeres por instinto, y uno de cada nueve opina que la mujer suele ser culpable de que su marido le pegue.
Pero la encuesta no se limitó a sondear opiniones y creencias de los estudiantes; les preguntó también sobre sus experiencias, y lo que obtuvo es doloroso: cuarenta por ciento de los varones reconocen haber insultado, rechazado, puesto apodos ofensivos, e ignorado a sus compañeros. Las mujeres muestras distintos patrones, pero igualmente preocupantes: más de 30% reconoce hablar mal de sus compañeros, rechazarlos, y sobre todo ignorar los.
Tras estos resultados, no sorprende conocer los altos porcentajes en que los preparatorianos reconocen haber sufrido a manos de los compañeros: “Me insultan, me ponen apodos ofensivos, me ignoran, hablan mal de mí, me esconden cosas, me rechazan, me roban mis cosas”.
Entre la mitad y tres cuartos de los preparatorianos confiesan que en el mes anterior a la entrevista se sintieron tristes, no les apeteció comer, sintieron temor, creyeron que su vida era un fracaso, y tuvieron ganas de llorar. El estrés y depresión se manifiesta en casos extremos: 4 de cada 10 mujeres y 3 de cada 10 varones indican haber sentido que no vale la pena vivir. Uno de cada 12 varones y el doble de mujeres, confiesa haber estado a punto de intentar quitarse la vida; y un poco menor es la proporción de quienes incluso se hicieron daño con el fin de suicidarse.
Aunque la encuesta no permite deducir las causas de tan doloroso panorama, sí proporciona datos adicionales para mejor comprender la situación: la mayoría de los adolescentes mexicanos expresa que nunca se lleva bien con sus padres y nunca les cuenta sus problemas; que siente que ellos nunca le prestan atención. En cambio, sólo tres de cada diez preparatorianos comenta que es fácil hablar de los problemas con sus papás.
Estas no son opiniones; es la voz genuina de la generación que está a punto de dejar la minoría de edad. Es, más que un clamor, un llanto; sin distorsiones melodramáticas; es un hecho contundente. Es la realidad, y punto.

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