Autor: Javier Sánchez Díaz de Rivera
Publicación: E-Consulta, 09 de octubre de 2008
“El niño es el padre del hombre” es una frase que hemos oído con frecuencia y que puede ser atribuida a muchos autores que han mirado con sus ojos y estudiado con sus mentes y corazones la realidad del desarrollo infantil. Ciertamente hoy sabemos mucho del desarrollo infantil.
Sabemos por Piaget la transición del pensamiento concreto al pensamiento abstracto. Sabemos con María Montessori de los periodos sensibles para el aprendizaje, sabemos en fin que la infancia es destino y que tal vez ya es muy poco lo que puede cambiar después de los primeros siete años de vida. Pero ¿qué está pasando con los niños hoy por hoy en el mundo? Manuel Castells quizá uno de los pensadores más importantes de la sociedad contemporánea, fue inquirido en un foro con universitarios sobre su mayor preocupación acerca de la sociedad mundial actual. Sin duda los presentes pensábamos que hablaría de la corrupción organizada o de la pobreza de Africa, o de la brecha digital. Su respuesta nos tomó por sorpresa. Mi mayor preocupación, dijo, es la creciente soledad de los niños. Nos abundó con algunos datos del cambio de la realidad de los niños entre 1960 y 1990 en los Estados Unidos. Los hogares no familiares aumentaron del 15% al 29%. Los niños que no viven con sus progenitores aumentaron del 13% al 25%. Los niños que viven con uno solo de sus progenitores se duplicó llegando al 25%. Otras fuentes señalan que los niños que no viven ambos padres biológicos para 1990 son más del 50%. Los niños que viven con su madre vuelta a casar pasaron del 7% al 31%. Las parejas casadas disminuyeron del 75% al 53%.
Pocos niños pueden gozar del cuidado de tiempo completo de sus madres y de sus padres. En el 70% de las parejas casadas trabajan ambos progenitores, y el 58% de las madres con hijos trabaja fuera del hogar. El 66% de los niños son atendidos por parientes o vecinos.
Por otro lado y en otro contexto el reporte de UNICEF de 2006 habla de los niños y niñas invisibles en todos los países del mundo y en las regiones más pobres afectados por la pobreza y desigualdad, por los conflictos armados, por la expansión del VIH/SIDA y por la discriminación. El 34% de los niños y niñas del mundo no tiene vivienda adecuada, el 13% no cubre los índices de educación, el 16% los índices mínimos de nutrición. En México la tasa de pobreza infantil aumentó en la última década (1990 al 2000) del 24 % al 28% en indicadores de Unicef.Los datos anteriores señalan un descuido profundo y masivo de los niños y niñas tanto en sociedades llamadas desarrolladas como en países llamados en desarrollo. Los niños y niñas están fuera del radar. La evolución de las circunstancias familiares y sociales y sus efectos no se están analizando adecuadamente. Está claro que no se puede volver acríticamente a viejos patrones de organización social o familiar pero el tema de la familia y de los contextos de desarrollo de los niños en sus vinculaciones más íntimas tiene que ser prioridad universitaria, social y política. No podemos dejar pasar sin más la creciente soledad de los niños.
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