lunes, enero 31, 2011

Incremento de los precios en granos; otro problema de seguridad nacional

Autor: Gerardo Reyes Guzmán   
Publicado: La primera de Puebla, 28 de enero de 2011        
     La recuperación económica mundial parece haber tomado impulso tras las políticas de gasto público y de relajación monetaria puestas en marcha en los Estados Unidos y Europa. Sin embargo, una nueva amenaza se vislumbra en el corto plazo: la inflación. Este fenómeno que azotó a las economías occidentales durante la década de los 70 del siglo pasado, vuelve a figurar entre las preocupaciones de los estudiosos de la economía internacional para 2011. En esta ocasión la presión inflacionaria descansa en tres factores: a) el aumento inusitado de los precios de los commodities, entre los cuales figuran los granos, b) la ola de liquidez derivada de la política expansiva de la Reserva Federal de los Estados Unidos y del Banco Central Europeo, y c) las variaciones del tipo de cambio que han dado lugar a una guerra de divisas.
     El primer aspecto lo presentó en Washington el mandatario francés Nicolás Sarkozy como tema de seguridad nacional y como prioridad en las reuniones del grupo de los G20 en enero de 2011, pues ya en 2008 se evidenció que el incremento en los precios de los granos impacta el poder adquisitivo de los sectores más pobres. Según datos de la FAO, a partir de 2009 se comenzó a registrar un incremento continuo en el índice de precios de alimentos, rebasando los niveles alcanzados en 2008 a finales de 2010. Por ejemplo, el precio del maíz amarillo por tonelada pasó de 97 dólares entre junio-julio 2004/2005 a 200 dólares por tonelada en junio/julio de 2007/2008, en plena crisis alimentaria. Para octubre de 2010, el precio ya era de 236 dólares; para el trigo, las cifras fueron de 154 dólares; 361 y 291 respectivamente. Análogamente, se han registrado incrementos en los precios del arroz, café, yuca y oleaginosas. La FAO sesiona desde 2009 en aras de encontrar una solución al problema, pues de continuar, se agudizarán el hambre y la desnutrición en el mundo. Uno de los objetivos del milenio, definido en la ONU en 2000, fue reducir el número de población amenazada por el hambre a 600 millones para 2015. No obstante, cifras recientes calculan que aún existen 925 millones víctimas de hambre y mil millones más sufren de desnutrición.
     Durante la crisis alimentaria de 2008 se afirmó que el uso del maíz para la elaboración de etanol, así como el aumento de consumo de carne en los países BRIC, habían afectado la oferta de granos para el consumo humano. En esta ocasión, el alza de precios se atribuye a tres factores: a) el cambio climático, b) la sobrepoblación y c) la especulación. El cambio climático ha traído consigo inundaciones y sequías. En 2010, Rusia, país exportador de granos, registró una pérdida de 10 millones de hectáreas de cultivo de granos a consecuencia de sequías e incendios; Paquistán sufrió inundaciones en un área agrícola de siete millones de hectáreas y en Australia las inundaciones en la parte norte del país redujeron la producción de trigo. Estos acontecimientos provocaron una reducción de la oferta y de los inventarios de granos a nivel mundial, en especial de trigo. Países netamente importadores como Egipto enfrentaron protestas sociales por el encarecimiento del grano, pero 80 naciones más son importadoras netas de granos y podrían enfrentar una debacle similar para 2011; en América Latina están por ejemplo, Honduras, Nicaragua y Haití. El segundo factor es la población mundial; en la actualidad la humanidad alcanza casi los 7 mil millones de seres humanos sobre la tierra y se calcula que para el año 2050 seremos 9 mil millones. Según la FAO, para alimentar a tal número, la producción de alimentos tendrá que aumentar en 70 por ciento. Por lo pronto, este mismo organismo ha estimado que el consumo de cereales a nivel internacional reporta una expansión del 1.8 por ciento al ascender a dos mil 690 toneladas en el ciclo 2010/2011, derivada de un aumento de 3.1 por ciento en la demanda por parte de naciones emergentes. Por último, los mercados financieros han reajustado sus portafolios, canalizando fuertes cantidades a la inversión en alimentos, granos y metales. Desde 2009, miles de millones de dólares se invierten en aluminio, petróleo, trigo, chocolate, etc., lo cual ha propiciado aún más el incremento en los precios de granos en el mercado de futuros. Detrás están corporativos cuya fama se manchó durante la crisis financiera de 2008: Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Deutsche Bank, etc. Análogamente, acciones de empresas dedicadas a la biotecnología como Monsanto o a los granos como Gruma y Cargill, viven una etapa de auge.
     En nuestro país, la crisis alimentaria y la dependencia de importación de granos básicos han conducido a cambios en la estrategia de producción. Según el departamento de Agricultura de los Estados Unidos, México importa 50 por ciento de lo que consume de trigo y 25 por ciento de su consumo de maíz. Ello explica por ejemplo, que ya se permita el cultivo de maíz amarillo con semillas genéticamente modificadas de Monsanto, compañía que espera la autorización para el cultivo de maíz blanco, tras completar recientemente pruebas piloto. La controvertida firma planea invertir entre 70 y 100 millones de dólares, pero podría llegar hasta 200 millones de dólares en caso de obtener permiso para la comercialización de semillas transgénicas. La demanda interna de oleaginosas depende en un 90 por ciento de las compras del exterior y se estima que las importaciones de maíz aumentarán 50% en los próximos 5 años. Si bien Francisco Mayorga, actual Secretario de la SAGARPA, afirma que la agricultura por contrato y las coberturas adquiridas, evitarán en México otra crisis como la de 2008; los incrementos en la canasta básica ya han causado estragos al bolso de las familias más pobres que destinan una parte sustancial de sus ingresos a la compra de alimentos. Adicionalmente, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, acaba de señalar que la falta de competencia en la economía mexicana, hace que 43% del gasto de los hogares más pobres se destine al consumo de bienes producidos por monopolios, tal es el caso de la leche, refrescos, medicamentos, azúcar y telefonía.
     Cuando la crisis hipotecaria de los Estados Unidos se veía venir en 2007, el mismo Agustín Cartens, otrora Secretario de Hacienda, afirmaba, como hoy lo hace el Secretario de la SAGARPA, que México no iba se ser afectado por la crisis. Sin embargo, el catarrito se convirtió en pulmonía y todavía el país no logra resarcir los estragos que causó la recesión de 2009. En el caso de los alimentos puede pasar exactamente lo mismo. De manera que es tiempo de poner claridad a la controversia de los transgénicos y en caso de decidirse por un no, emplear los recursos necesarios para estimular la producción de aquellos productos cuyos precios están subiendo y para los cuales México ha mostrado una larga vocación: maíz blanco, café, azúcar entre otros. Para inicios de 2011, los mexicanos han resentido ya el incremento en los precios de los servicios públicos, del transporte, de la gasolina e impuestos varios. Sobre todo, las Pymes y micro empresas son muy vulnerables ante el aumento repentino de los costos y no en pocas ocasiones dejan de operar. Si, por un lado, los empleos que se crean son precarios e insuficientes y por el otro, las empresas quedan a merced de los choques externos, la crisis alimentaria se puede convertir en un problema más de seguridad nacional.

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