lunes, enero 31, 2011

Necesitamos mejores líderes

Autor: Alexis Vera 
Publicado: Puebla on Line, 24 de enero de 2011

     Es inobjetable la importancia que tienen los líderes de la sociedad y sus instituciones en la definición de nuestro presente y futuro como humanidad. Son ellos quienes deberían trazar una visión de futuro deseable para la mayoría y, en consecuencia, orientar los esfuerzos humanos hacia la consecución de la meta. Pero, lamentablemente, no todos los líderes formales y autorizados de nuestras organizaciones, tanto públicas como privadas, tienen las competencias que se requieren para liderar con éxito un grupo humano, en especial en épocas tan turbulentas y contradictorias como en la que vivimos.
     En efecto, muchos de nuestros diputados, gobernadores, directores de empresas o autoridades educativas tienen la importante responsabilidad de dirigir grupos humanos hacia rumbos deseables y alcanzables pero nunca fueron entrenados para desempeñar la función formal de líder. Algunos nacen con ciertas cualidades esperables en todo líder como la seguridad en sí mismo, la habilidad de comunicarse y relacionarse con otras personas, de tomar la iniciativa, etc. Pero es prácticamente imposible que una sola persona nazca con todo lo que se requiere para ser un buen líder. Por ello es que se requiere formar y desarrollar habilidades de liderazgo en prácticamente cualquier persona que pretenda u ocupe un cargo formal de liderazgo en las organizaciones e instituciones de nuestra sociedad.
     De entrada habría que preguntarnos ¿qué es un buen líder? ¿Qué características tiene? ¿Qué hace a un mal líder? Me parece que una primera respuesta a todas estas preguntas es que un líder se conoce, sobre todo, por el resultado de sus decisiones y acciones. Hay gente que tiene muy buenas ideas y buena retórica, pero sus acciones y los resultados que obtiene como consecuencia de sus decisiones sugieren consistentemente otra cosa. Es decir, en el liderazgo, como en muchas otras disciplinas, la teoría y las buenas ideas no siempre se conectan con la práctica.
     Si aceptamos que un buen líder orienta el trabajo de sus seguidores para lograr una visión que beneficie a la mayoría, entonces tenemos que, para empezar, un buen líder no es egoísta. Una persona que guía el trabajo de otras para el beneficio propio (en detrimento del beneficio de quienes le siguen) no puede ser llamado buen líder. Quizás sea líder, pero no uno bueno para los demás. Es entonces el beneficio colectivo -no el particular- el que, me parece, debiera determinar la calidad del líder.
     Así, tenemos que un buen líder parte de una visión de hacia dónde debe él llegar junto con sus seguidores, todos como un solo colectivo humano. Este líder dibuja una meta cuya consecución deberá traer beneficios para la mayoría de quienes integran el colectivo; es decir, que les genere un mejor estado del que actualmente tienen.
     Pero no todos los líderes formales tienen una buena y clara idea del rumbo que debe tomar el grupo. Algunos son líderes porque su compadre los puso ahí, pero de visión no entienden mucho. Y así podríamos hablar de prácticamente cualquier otra habilidad relacionada con el liderazgo: no todos la tienen a pesar de desempeñar cargos con autoridad sobre otras personas. Algunos líderes tienen ciertos rasgos útiles para desempeñar su papel, pero, con seguridad, le faltarán otros rasgos deseables e importantes de su rol. ¿Cuántos líderes (re)conocen sus flaquezas y deciden mejorar como líderes? ¿Cuántos deciden seguirse educando como jefes? Creo que, en general, muy pocos porque quien ha sido nombrado responsable de la conducción de algún grupo humano muchas veces se siente nombrado perfecto o superior que los demás. El ego, en efecto, se infla con un nombramiento de ese tipo.
     Creo que es crítico que para que nuestra sociedad alcance etapas superiores de desarrollo se invierta en la formación de sus líderes. La responsabilidad e impacto de éstos en la vida de los grupos y comunidades no es menor y, por lo tanto, su capacitación directiva no puede ser ignorada como con frecuencia se ignora. ¿Cuántas instituciones u organizaciones tienen programas de formación para sus líderes actuales y futuros? Muy pocas, en especial si hablamos de la administración pública y de las instituciones educativas. Sin embargo, en aquellas organizaciones donde sí existen los programas de educación directiva, la concepción, implementación y seguimiento de los mismos suele ser deficiente porque, en general, en México todavía sabemos poco sobre el desarrollo del liderazgo y también poco invertimos en él. Creo que sin duda tendríamos un mejor país si nuestras instituciones invirtieran más energía y recursos en la formación y desarrollo de sus cuadros directivos.

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