lunes, enero 24, 2011

La Solución Somos Todos, pero…

Autora: Celine Armenta Olvera datos de la autora haz click aquí
Publicado: Puebla on line, 17 de enero de 2011

     No más sangre, dijeron los moneros hace una semana; y miles unimos nuestras voces a sus viñetas y carteles. No más sangre, hemos repetido en los muros de las redes sociales, en los periódicos murales, los correos electrónicos, las aulas, las ventanillas de nuestros autos. No más sangre. Suficiente han derramado los más de treinta mil mexicanos muertos desde el inicio de la “guerra” que, según algunos, no lo es, y en cambio para muchos es lo único evidente.
     No más sangre. Porque morir es del todo irremediable; es lo más irremediable de todo; y porque la cuenta de muertos ya ha rebasado toda lógica y todo sentido humanitario.
¿Equivocó la estrategia el gobierno federal? Ciertamente. Eso no se duda, aunque corregirlo no parezca ni simple ni cercano. Al contrario: parece irremediable no sólo la sangre derramada y el mal que se hizo, sino el mal que está por hacerse y la sangre que se derramará. Y no lo podemos permitir.
     La violencia se ha establecido en pueblos y ciudades. Las acciones gubernamentales la han exacerbado, también la han evidenciado; la han atraído a la luz de las grandes ciudades, la han puesto frente a las cámaras. Y aunque podemos aceptar que no la iniciaron ni directamente la causaron, deben detenerla.
     Cuando gritamos, al unísono, “no más sangre”, primariamente estamos exigiendo al gobierno federal que cese su actual estrategia de combate al crimen organizado. Que reconozca que a balazos no se combate algo de tanta complejidad; que combatir con violencia la violencia, es un yerro mayúsculo. Que pese a tanta sangre de mexicanos y tantas vidas segadas, el crimen organizado parece incluso robustecerse. O al menos, no da indicios de debilitarse.
     Ejecutar delincuentes en sus casas o en sus vehículos, pretender interceptarlos en carreteras y abatirlos a tiros, no toca en lo más mínimo las causas del crimen organizado, ni merma sus fundamentos. Estas estrategias, en cambio, dispersan el dolor; llevan la muerte a las puertas de miles de hogares; asesinan a infantes, adolescentes, varones y mujeres de todas las edades. Crena sed de venganza, rencor, odio, y más violencia, más sangre derramada, más muertes.
     No más sangre, decimos, dirigiéndonos también a nosotros mismos, los mexicanos. Ya es tiempo de dejar a un lado la inercia, la insensibilidad, el egoísmo y la falta de participación. Es tiempo de actuar y exigir, en vez de esperar a sentir en carne propia la rabia de perder un hijo, un hermano, una madre o una nieta en un fuego cruzado. O de vivir la impotencia de tener un amigo, una hija, un padre tras las rejas por sus nexos, supuestos o reales, con las redes del narcotráfico; o peor aún, la desesperación de que un ser amado apàrezca ejecutado, tal vez tras inenarrables torturas.
     No más sangre. Es tiempo de exigirlo abiertamente y con firmeza. Y sin eludir que la solución somos todos, asumir que el papel de la sociedad no es suplir en sus tareas a los gobernantes, sino exigirles que cumplan con su papel de velar por la vida y la seguridad de los mexicanos. No es realista esperar que los deudos de tantos muertos actúen heroicamente como Isabel Miranda de Wallace o como Marisela Escobedo: persiguiendo victimarios, y exponiéndose hasta perder también sus vidas.
     Es tiempo de detener las matazones; y acabar también con el secuestro, la extorsión, la violencia ligada al narcotráfico, y sus tentáculos de indolencia, corrupción, ineficiencia e impunidad.
     El ideal de participación social se distorsiona cada vez que la responsabilidad de desmantelar las redes del crimen se deposita en la delación de familiares y conocidos de los criminales; o cuando la persecución y enjuiciamiento de los culpables recae en los deudos. Esto es violentar la democracia; porque la solución somos todos, ciertamente, pero cada quien desde su sitio. Nosotros hemos elegido a estas autoridades y les pagamos para que nos cuiden, para que aseguren la paz, para que impartan justicia. Ellos deben hacerlo. Detener el derramamiento de sangre de hermanos y hermanas es tarea primordial del gobierno.
     A las autoridades les toca interpretar las innumerables piezas de información, las investigaciones, los diagnósticos internos y externos, las voces de expertos de toda índole, para formular los problemas, establecer sus causas, y combatir con inteligencia y pertinencia estas causas.
     No más sangre. Estamos en pleno siglo XXI; existen herramientas y expertos de las ciencias sociales y económicas, políticas, de la salud, demográficas, psicológicas y educativas, que desde su sapiencia tienen algo que decir. Y existen niñas y niños, jóvenes, ancianos, hombres, mujeres, que desde su dolor también tienen mucho que decir: No más sangre.























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