martes, junio 14, 2011

¡Ojo! Mujeres trabajando

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado : La Primera de Puebla, 09 de junio 2011

     Realmente, siempre ha sido una complicación ser mujer; no sólo porque tenemos miles de hormonas circulando por nuestro cuerpo que nos hacen ver, pensar e intuir cosas que los hombres no alcanzan a considerar, sino porque a lo largo de la historia hemos jugado un papel secundario, pero a la vez siempre trabajando en el campo, en la labores del hogar, en el cuidado y educación de los hijos, entre otras muchas cosas.
     Sin embargo- y después de que el papel de la mujer había sido muy definido- en la década de los sesenta y como resultado de la liberación sexual, las mujeres, sobre todo de clase social media, hemos visto transformado el rol que nos toca asumir. Las mujeres de mi generación fuimos enviadas a estudiar carreras profesionales por nuestros padres, considerando que las mujeres deberían prepararse. Como mi padre nos lo decía a mis hermanas y a mí: ?porque no sabíamos qué clase de marido nos podría tocar? o ?qué tal si tu esposo se muere, así tú tendrás cómo ganarte la vida?; claro que entonces éramos muy jóvenes para alcanzar a comprender lo que eso nos depararía.
     Al ir a la universidad, las mujeres hemos ido construyendo otra idea de ser mujer; diferente a la que se había concebido hasta los años cincuenta del siglo pasado, y esa idea diferente nos ha metido en un reverendo conflicto. Pues, al mismo tiempo que nos fuimos preparando para enfrentar el mundo laboral, nuestros padres y en particular nuestras madres continuaron formándonos para ser amas de casa, cuidar de nuestros hijos, preparar comida nutritiva, etc., etc.
     Así que, finalmente, lo que se ha conseguido como producto de esta mescolanza de roles es una mujer llena de conflictos y culpas. Por un lado, queremos ser mujeres profesionales y por lo tanto profesionistas exitosas; pero además pretendemos que en nuestra casa la comida, el desayuno o la cena esté a tiempo para cuando nuestro esposo llegue, atender a nuestros hijos en sus dudas con la tarea escolar o cuidarlos cuando están enfermos, lavar y planchar la ropa, mantener limpia la casa, regar el jardín o las plantitas que tengamos para alegrar nuestro hogar y alimentar al perro?
     Además, queremos lucir guapas para el marido, los hijos, las amigas, hermanas y primas, compañeros de trabajo, etc.; así que hacemos ejercicio, vamos a la estética o al spa a ver si pueden hacer algo por nosotras y mientras ahí estamos, sacamos nuestra agenda, revisamos pendientes, regañamos a los hijos por el celular o encargamos cosas a quien nos ayuda en la casa? Realmente, no podemos con todo; pero estamos al tanto de todo.
     Claro que esta situación que nos hemos autoimpuesto -para ser mujeres a la altura de los hombres- no nos está dejando tiempo para ser felices, ya que continuamente estamos estresadas, cansadas, angustiadas porque ya tenemos en mente nuestro siguiente proyecto o porque no habrá dinero suficiente para enfrentar la vida. Por supuesto, todo este estrés nos lleva a alejar a las personas que nos quieren y poco a poco nos vamos quedando solas.
     Cierto que pocos hombres comprenden esta escalada en la que nos hemos metido; pero, también lo comprenden pocas mujeres, generando una crítica permanente y una autocrítica permanente de cómo estamos viviendo nuestras vidas. En estos años en que me he comportado como profesional, mamá, esposa, ama de casa y todo lo demás, he podido ver que salen adelante -sin quedarse solas y absolutamente entregadas a su trabajo- aquellas mujeres que han tenido alguien que las respalde, ya sea hombre o mujer.
     Un compañero que comparte la ruda tarea del hogar y está dispuesto a lavar baños, cambiar pañales, ser chofer de los niños, etc.; una madre que se la juega con la hija y asume muchas de las tareas que le corresponden, por tradición, a ésta o una fiel sirvienta que asume el trabajo de la casa con verdadera entrega y sabiduría.
    Creo que es momento de reconocer que no se puede hacer todo a la perfección y que las súper mujeres de finales del siglo XX han ganado mucho en autonomía, pero necesitan deslindar responsabilidades de otro orden para ganar en espacios para sí mismas y sobre todo para ser felices y hacer felices a los que las rodean. A veces no tengo claro por qué nos hemos empeñado en estar a la altura de los hombres, si deberían ser ellos los que deberían empeñarse en estar a la altura de nosotras; pues nosotras somos las que hemos llevado la responsabilidad de las cosas que verdaderamente son importantes, de las cosas que realmente valen la pena en la vida.

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