lunes, junio 20, 2011

¿Educación Contra la Violencia?

Autor: Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line,  14 de junio de 2011

    Confío en que a estas alturas ya nadie dirá que México no vive una crisis de violencia, y que nuestros lamentos evidencian un problema de percepción. Porque la violencia es manifiesta y va en aumento: la del crimen organizado, la de quienes pretenden combatirlo, y la de quienes encuentran en este clima la legitimización de sus delitos.
A las cuarenta mil muertes causadas por cinco años de guerra contra el narcotráfico hay que incluir muchas otras debidas a delitos comunes pero cobijadas por el mismo clima de luto y miedo. Y lo cierto es que casi todos, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, vamos sumando nombres de conocidos, amigos y familiares muertos a manos del narco, de los anti-narco o de otros asesinos. Y lo mismo podemos decir de quienes no murieron pero fueron secuestrados, asaltados, o atacados en circunstancias de lo más diversas.
¿Qué hacer por nuestro México? Al menos en principio, la única instancia que puede cambiar eficazmente las conductas, los corazones, los principios y la convivencia, es la educación. Pero ya no es tan clara la manera en que puede hacerlo, pues no se trata simplistamente de dar clases sobre las consecuencias de la delincuencia y las bondades de una conducta ciudadana pacífica y conforme a la ley. Y menos aún de lanzar campañas supuestamente educativas contra la violencia, como las lanzadas contra conductas imprudentes, adicciones, discriminación y corrupción. Eso no sirve.
¿Qué hacer?
La mejor manera en que la educación puede cambiar patrones delincuenciales es ofreciéndola a todos los mexicanos en cantidad y calidad adecuadas. Romper la ancestral inequidad que lleva a generaciones de paisanos a deambular por caminos sin salida, con oportunidades nulas, debido a que la educación que iba a abrirles puertas, simplemente no llegó; o llegó con serias deficiencias.
Esto supone, en principio, actuar contra el individualismo que nos caracteriza; y preocuparnos por todos. Caer en la cuenta de que, mientras las madres y padres con mayor escolaridad puedan pagar una escuela privada y sigan ignorando a la escuela pública, no solo estarán contribuyendo a crear una sociedad segmentada, discriminadora y excluyente; también estarán limitando las oportunidades de sus propios hijos. Esto puede parecer poco creíble, pero las escuelas privadas no necesitan asegurar excelencia; basta con que brinden casi lo mismo que la pública en cuestiones académicas, junto a elementos cosméticos de valor dudoso. En cambio, si la escuela pública fuera excelente, las privadas tendrían que esforzarse en serio para superarlas en lo académico. Hoy día, por ejemplo, no es fácil saber si los mejores resultados de varias escuelas privadas en evaluaciones nacionales e internacionales, son resultado de mejores procesos escolares, o de los privilegios socioeconómicos de los estudiantes.
Entonces, si estamos preocupados por la violencia bien haríamos en exigir y trabajar por mejorar la escuela pública, y por prevenir el rezago y el fracaso escolar, optimizar la absorción de todos los niveles, aumentar la cobertura en educación inicial y preescolar, universalizar realmente la educación básica,  asegurar que todos los mexicanos tengan acceso a la media superior; y que todos los que quieran encuentren sitio en una buena universidad.
Un pueblo educado no verá en el narco y en otros tipos de delitos la única salida a su desesperanza.
La segunda manera en que la educación puede combatir y prevenir la violencia es aprovechando sus planes y programas. Urge que se enseñe bien lo que ya existe. Y que donde no exista se cree la intención expresa de educar para la convivencia, la democracia, la legalidad, el respeto y la resolución de conflictos. No se trata de predicar contra la violencia, sino de reconocer las causas de esta violencia y desarrollar las competencias necesarias para una vida sin violencia. En congruencia, las escuelas deberán convertirse en centros de convivencia y democracia.
Y veo otra manera urgente para combatir la violencia con educación, que  consiste en educar a nuestras autoridades. No sé si se dejen, pero es evidente que lo necesitan. Porque seguirán exacerbando la violencia mientras insistan en suplir su impericia e ignorancia con desplantes de poder e intolerancia, en vez de remediarlo con  una escucha honesta, democrática y atenta a la población, a los expertos, a las víctimas y hasta a los operadores de sus programas; o sea, con una educación pertinente, situada, plural.

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