lunes, julio 04, 2011

Para que emerja la participación ciudadana

Autor: José Rafael de Regil Vélez datos del autor haz click aquí
Publicado: La Primera de Puebla, 23 de junio de 2011

     Al final del último periodo de sesiones del Congreso la Cámara de Senadores envió a la de Diputados una propuesta de reforma política, la cual ya no pudo ser atendida por esta instancia sino hasta el próximo periodo de sesiones.
      Manlio Fabio Beltrones, senador, comentaba entre las bondades del cambio legislativo propuesto el que la ciudadanía tendría ahora más juego como actor político… Los legisladores ahora permitirían una participación mayor que la del mero acto de votar: la de proponer leyes o reformas de ley y la ejecución de otros instrumentos de poder democrático.
      Ante las posibilidades que abre la reforma aparece una pregunta pertinente:¿Está la ciudadanía en condiciones de participar?
      Hay, sin duda, muchos compatriotas involucrados en los asuntos públicos desde distintos frentes: sindicatos, juntas vecinales, organizaciones no gubernamentales, organismos empresariales y de comercio. Sin embargo, una mirada a vuelo de pájaro, aun sin datos estadísticos oficiales, permite afirmar que es mucha más la gente que se queda fuera de esta materia o que se enfrenta a ella en el plano de lo anecdótico o del humor, entre chiste y chiste.
      Ciertamente concurrir en los asuntos comunes se debe a un acto de voluntad: cada quién decide si se involucra o no en lo que pasa en su entorno. La historia de los familiares que han muerto víctimas de violencia o secuestro son uno de los muchos ejemplos. Sobreviene la desaparición de un ser querido, comienzan por darse a la tarea de buscarlos, de encontrar a los culpables, se topan con un sistema político y jurídico extremadamente complicado, a veces implicado y terminan convirtiéndose en actores de primera línea en la problemática que les atañe. Decidieron involucrarse, en gran parte porque la circunstancia los llevo a ello, no necesariamente porque fueran ciudadanos ocupados en los asuntos de su ciudad, estado o país.
      La falta de participación ciudadana no se debe exclusivamente a un acto de poca voluntad personal sino también a una enorme carencia de formación social y política en todos los niveles del sistema educativo.
      La ciudadanía no se constituye tan sólo por emitir un voto y contar con una credencial para tal fin o por reaccionar ante una gran tragedia familiar. Es producto de un proceso largo en el cual las personas aprenden a convivir, a interesarse en los temas que nos conciernen a todos, a proponer, a asumir corresponsabilidades que van desde lograr la pavimentación de la calle hasta tomar por un periodo de tiempo algún puesto de representación popular en el lugar donde cada quien vive. Se trata en gran medida de un problema educativo.
      Para que emerja la participación ciudadana al menos se requiere lo siguiente de los actores educativos (padres de familia, administradores escolares, profesores, alumnos):
      1) Acompañar a los educandos para que conozcan la realidad y no sólo se enteren de ella a través de libros y audiovisuales, para ello hay que librar dos grandes obstáculos.
Por una parte, las clases medias y acomodadas intentan encerrar en burbujas a sus hijos para "librarlos" de todos los males que les acechan y por otra parte la población menos favorecida vive la cotidianidad pero sin reflexionarla, sin instancias críticas para cuestionarla.
     En ambos casos las metodologías didácticas deberán permitir que los alumnos contacten con los problemas de su comunidad, con los actores que intentan resolverlos: investigaciones, visitas de campo, proyectos de mejora, diálogos, paneles son algunos de los instrumentos que pueden ser empleados para tal finalidad. A partir de ello permitir el pensamiento crítico y creativo con experiencias de auténtico servicio social.
      2) La interacción humana genera conflictos. Hay una tendencia a no tenerlos y para ello se evita cualquier acción que pueda parecer problemática.
Hoy no se puede hablar de pedagogía sin enseñanza-aprendizaje de la mediación de conflictos. Hay que generar acciones en las cuales los alumnos resuelvan problemas, tomen decisiones juntos y allí enseñarles a ubicar sus diferencias, a encontrar acuerdos basados en objetivos y apoyadas en una normatividad clara.
      3) Animar y sostener grupos de interés (deportivos, culturales, lúdicos, sociales) que tengan aportes específicos al bienestar común.
Con ellos realmente organizar las actividades estudiantiles. Se aprende a ser co-rresponsables de los asuntos públicos adquiriendo responsabilidad para ellos.
Los pequeños equipos se vuelven pedagogía de muchas conductas sociales y políticas fundamentales: liderazgo, proyección, toma de decisiones, rendición de cuentas, preocupación por el bien común.
      4) La comunicación es básica en todo proceso democrático. Que sea posible saber lo que hay qué hacer, cuáles son los desafíos compartidos. Las autoridades deben poner sobre la mesa la información que es de competencia común y obligarse a dar cuentas, al tiempo que piden a los distintos grupos -de libre asociación o de clase- que den cuenta pública de sus proyectos, de sus aprendizajes.
      5) En toda institución hay autoridades unipersonales: el coordinador, el director, el prefecto. En alguna hay organismos colegiados que permiten la representación de los distintos actores que en la misma confluyen.
Los marcos de la planeación, el conocimiento de los resultados de la evaluación, las grandes líneas y criterios, la modificación de la normativa donde esto sea posible son asuntos de competencia común y afrontarlos colectivamente es una buena pedagogía.
No hay que tener miedo a que las personas se involucren en la construcción de los acuerdos para la toma de decisiones, ni en el seguimiento. Adecuadamente manejados los espacios colegiados son fuente de riqueza, no de pérdida.
      6) Aun con el riesgo de ser repetitivo creo que es menester señalar que desde muy jóvenes los alumnos deben tener contacto con los distintos actores sociales, en especial con quienes son contratados por los mismos ciudadanos para desempeñar cargos en la función pública en los tres poderes: el legislativo, el judicial, el legislativo.
Sólo en la medida que seres humanos de carne y hueso sean percibidos como tales será posible entender que son un empleado más, con funciones y tareas específicas ante las cuales deben rendir cuentas. Aquí, una vez más, caben las visitas, los diálogos, las conferencias, los paneles.
      ¿Están los educadores capacitados para emprender acciones como eéstas, casi siempre inexistentes en sus escuelas? Probablemente no, pero hay que exigírselos, porque de otra forma al confiarles a los niños y jóvenes del país no haremos sino perpetuar las cosas como están y las posibilidades de que emerja una participación ciudadana que se sume a la tarea de conducir al país hacia condiciones mejores para el ser humano no serán sino un desperdicio demagógico.
Publicado: La Primera de Puebla, 23 de junio de 2011

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