miércoles, junio 08, 2011

Reflexiones de Turista

Autora: Betzabé Vancini
Publicado: La Primera de Puebla, 02 de junio de 2011

     Hace algunos días, escuchaba en un noticiero de alguna estación de radio que parte del esfuerzo que promete hacer el nuevo gobierno es dar mayor impulso al turismo en Puebla.     
     Esto me llevó a hacer algunas reflexiones sobre la gran gama de opciones para realizar recorridos turísticos en el estado, que no sólo es bellísimo, sino que está dotado de una excelente gastronomía y una artesanía digna de exhibirse en exposiciones internacionales. Siendo foránea, pues aun a pesar de llevar más de una década viviendo en Puebla, soy originaria del estado de Guanajuato, -cuna de la Independencia y otro centro turístico sumamente concurrido y famoso-, me ha tocado vivir la experiencia de ser turista dentro de mi propio país y de mi propio estado.
     A lo largo de esta década que he vivido en Puebla capital, he tenido el gusto de visitar otros municipios entre los que se encuentran: Atlixco, Chignahuapan, Teziutlán, Cuetzalan, Zacapoaxtla, Zacatlán, Huejotzingo, etc.; y siempre he encontrado algo maravilloso en cada uno de ellos, ya sea la cultura, la artesanía o el hermoso entorno natural en el que se encuentran. Lo mismo ha sucedido en mis asiduas visitas a mi estado natal, en el que frecuentemente visito Guanajuato capital, León, Celaya y en algunas otras ocasiones Irapuato. He sido turista visitando mi estado de origen, pero lo soy también visitando el estado que habito, tal como lo he sido en la mayoría de los estados de la República que he tenido la fortuna de conocer. Sin embargo, durante este itinerante y continuo pasatiempo de viajar y visitar distintos lugares, me he encontrado con un problema que me ha hecho pasar varios corajes y me ha producido diversas reflexiones: el servicio.
     Dicen que los mexicanos somos excelentes anfitriones y que en pocos países existe la calidad en el servicio que los turistas encuentran en nuestro país; pero, ¿será que somos cálidos y tan serviciales únicamente con turistas extranjeros? Mi pregunta puede parecer juiciosa, pero a ¿cuántos de ustedes, estimados lectores, les ha sucedido que durante su visita en alguna playa mexicana, -particularmente, Los Cabos, Cancún, Playa del Carmen- en más de un restaurante encuentren las cartas con precios en dólares, o bien, les pidan, sugieran o exijan que el pago sea realizado en esa divisa o en euros? O bien, que se encuentren comiendo en un restaurante céntrico de alguna ciudad colonial y que los meseros atiendan de manera especial y preferente a los comensales que son evidentemente extranjeros, descuidando en alguna medida a los connacionales. Es una historia común y una queja que se repite entre familiares, amigos y conocidos. ¿Y qué decir cuando uno entra a una tienda y ninguno de los empleados se acerca a ofrecer su ayuda o a atender? Me parece muy triste pues siendo turistas de nuestro propio país deberíamos ser excelentes anfitriones unos con otros.
     El problema del servicio tiene sus orígenes antropológicos según algunos académicos y tiene también su explicación sociológica. Que si hacemos uso del tan mencionado concepto ?malinchismo? ?término aceptado incluso por la Real Academia de la Lengua Española- tendríamos que remontarnos a la Malinche y sus atenciones para con los españoles ?visitantes?. Parece que la historia ha reivindicado a esta mujer y ha explicado que ella misma fue víctima de las circunstancias donde para salvar su propia vida, tuvo que traicionar a su pueblo y servirle de intérprete a Cortés.
    Sociológicamente, podríamos considerarlo como un asunto de conveniencia y poder, pues desde hace ya incontables décadas el poder económico y adquisitivo proviene de otros países, particularmente de Estados Unidos y unos cuantos países de Europa, sin olvidar Asia y su creciente economía, por supuesto. México no es, al menos desde el porfiriato, parte del núcleo de los países más poderosos del mundo. La situación en la que nos encontramos sumergidos ?a veces con situación de ahogo- no nos da ninguna postura de poder, al contrario, nos vuelve particularmente receptivos hacia todo lo que venga del extranjero: empresas, remesas, maquilas, turistas, lo que sea.
     Desde un punto de vista más optimista quizá pudiéramos decir que como mexicanos, todos somos locales, y podemos conocer, explorar y servirnos en nuestra propia casa sin necesidad de anfitriones, pues a final de cuentas, la Constitución nos da el derecho de libre tránsito y especifica que todo el territorio que constituye la República Mexicana es nuestro, es decir, de todos, todos los mexicanos. Claro que esto queda un poco en entredicho cuando en un vuelo nacional de la Ciudad de México a Monterrey te hacen quitarte los zapatos, el cinturón, te revisan manualmente e incluso te hacen levantarte la playera ?tristemente, esta también es anécdota personal- para poder transitar ?libremente? por tu propio país, sí, tu propio país.
     Creo que quizá la solución podría encontrarse en impulsar el turismo, no sólo desde la inversión financiera, sino trabajando la percepción que se tiene del turismo nacional y mejorar la calidad en la atención y el servicio que se le da a los propios nacionales. A fin de cuentas, ¿quién dijo que pagar en pesos nos hace turistas de segunda categoría? Conozcamos nuestra ciudad, exploremos sus rincones, viajemos por nuestro estado y finalmente, pongámonos como meta conocer el hermoso país que habitamos.

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