Autora:Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: e-Consulta, 25 de enero de 2012
El clima escolar y la convivencia en la escuela es
algo a lo que no se le da la importancia adecuada. Se da por hecho que cuando
los niños van a la escuela aprenden por la sola presencia y por el esfuerzo
intelectual. Poco atendemos a las emociones y sentimientos que se generan y se
ponen en acción, así como a la calidad de las relaciones interpersonales que se construyen dentro de las aulas y en
los espacios de la escuela. Esto conforma lo que se llama clima escolar, que
influye en las relaciones interpersonales y a la vez es influido por ellas. Un
clima positivo depende de muchos factores.
Se ha encontrado en investigaciones que 7 de cada
10 estudiantes de secundaria no cuentan con recursos sociales y de inteligencia
emocional para expresar sus emociones de manera adecuada. Así, consideran como
opción usar los golpes para defenderse de agresiones, y plantean la venganza como necesaria, lo
cual muestra la falta de educación de
las emociones y la urgente necesidad de trabajar educativamente el manejo de
los conflictos. Si los alumnos
consideran que en su vida hay un porcentaje de violencia, por pequeño que éste
sea, es importante preocuparse, pues a partir de esta carencia se generan
relaciones violentas y poco asertivas que terminan también por causar estragos
en el clima escolar. Es un indicador de que nuestra educación no atiende el
problema suficientemente. Sigue muy centrada en lo académico sin desarrollar
habilidades sociales relacionadas con los
valores de inclusión, respeto y
tolerancia que llevan a la generación de ciudadanía.
Vemos el escaso tiempo dedicado a que los niños se
expresen con libertad, compartan, platiquen y puedan sentirse contentos: es
tiempo perdido cuando se tiene que cumplir con un programa académico en cierto
tiempo, llenando de contenidos, cifras y datos a los niños, que por cierto
olvidarán, para el siguiente ciclo. No es un problema sencillo, tiene muchas
aristas. Puede abordarse desde la manera en la que los maestros ensañan, cómo
reparten su tiempo, qué estrategias emplean para que los niños se motiven al
trabajo, entre muchas otros aspectos.
La desatención al clima escolar puede ser considerada también como un problema de derechos humanos. Los niños
tienen derecho a vivir con calidad y en
espacios sanos, lo mismo que sus padres y profesores.
Otros datos nos dicen que un buen porcentaje de niños viven expuestos a la
violencia, en el contexto de su barrio o colonia, en su familia y también en la
escuela. Muchos de ellos también presencian violencia muy fuerte relacionada
con casos delictivos, muertes violentas
y algunos de ellos son víctimas de abuso sexual y violencia familiar. ¿Qué hace
la escuela para trabajar estas situaciones educativamente?
Esto es de su competencia pues la escuela es el
espacio público para formar personas y
ciudadanos, ¿Por qué priorizamos los contenidos temáticos y los resultados
aislados de las pruebas nacionales o internacionales mientras el tejido social
de nuestras escuelas se deteriora?
Es importante no irse al otro extremo. En
investigaciones nacionales se ha encontrado que en las escuelas con exigencia y
rigor académico, hay menos violencia que en aquellas en las que los profesores
les exigen poco. Lo que implica que los profesores necesitan formarse
rigurosamente para saber cómo exigir. El respeto, la tolerancia y la inclusión,
empiezan por los maestros.
Es alarmante ver que en la vida cotidiana la
escuela no se siente corresponsable de la generación y proliferación de la violencia culpando
muchas de las veces a las familias de la situación. ¿Dónde se generó esa violencia, de dónde
viene? Sin duda esta pregunta hay que hacerla, pero también es urgente
reconocer que es una realidad que tenemos dentro de la escuela. Las
investigaciones muestran que un buen porcentaje de directores no lo admite.
Hay datos que dicen que todavía muchos alumnos
tienen confianza en su escuela a pesar de lo que puedan estar viviendo en ella.
Aún la consideran como un espacio de cobijo y esto hay que aprovecharlo. Hay
otros que manifiestan su desconfianza con
la deserción y el ausentismo, mostrando con ello, el escaso grado de
identificación con la escuela que no está respondiendo a sus necesidades y
expectativas.
Muchos maestros hacen su mejor esfuerzo en el
trabajo pero muchas veces no cuentan con
las herramientas para hacerlo. Los maestros no están suficientemente formados
personalmente primero, para el manejo asertivo de sus emociones y desconocen la
posibilidad de manejar el conflicto con estrategias específicas para que sea un
abordaje formativo para todos.
Algunos gobiernos ya se han estado movilizando para
trabajar en esta línea. Es también una labor de las universidades proporcionar
esta sensibilización apoyando también a los responsables directos de la
educación de nuestros niños y jóvenes, autoridades, maestros y padres de
familia fundamentalmente.
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