lunes, enero 30, 2012

¿CÓMO ESTÁ EL CLIMA EN LA ESCUELA?


Autora:Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: e-Consulta, 25 de enero de 2012

     El clima escolar y la convivencia en la escuela es algo a lo que no se le da la importancia adecuada. Se da por hecho que cuando los niños van a la escuela aprenden por la sola presencia y por el esfuerzo intelectual. Poco atendemos a las emociones y sentimientos que se generan y se ponen en acción, así como a la calidad de las relaciones interpersonales  que se construyen dentro de las aulas y en los espacios de la escuela. Esto conforma lo que se llama clima escolar, que influye en las relaciones interpersonales y a la vez es influido por ellas. Un clima positivo depende de muchos factores.
     Tanto los niños, como sus padres, profesores, y las autoridades escolares tienen una percepción del clima escolar al interior de sus aulas y espacios de la escuela; Comúnmente conocemos esta percepción de manera muy particular y subjetiva o bien una parte o versión. Las investigaciones nos pueden ayudar a tener una visión más general del problema. Por ejemplo, si preguntamos acerca de la violencia, puede haber distintas percepciones, según les vaya a quienes contestan pero, las investigaciones más serias sobre la violencia nos dan cifras importantes que no son tan alarmantes como en otros países, pero por pequeño que sea el porcentaje de escolares  que la padece, es importante tenerlo en cuenta porque hablamos de un tejido social que tiende a deteriorarse, más aún cuando vemos cómo se manifiesta la violencia en los contextos familiares, de barrios y ciudades.
     Se ha encontrado en investigaciones que 7 de cada 10 estudiantes de secundaria no cuentan con recursos sociales y de inteligencia emocional para expresar sus emociones de manera adecuada. Así, consideran como opción usar los golpes para defenderse de agresiones,  y plantean la venganza como necesaria, lo cual muestra  la falta de educación de las emociones y la urgente necesidad de trabajar educativamente el manejo de los conflictos.  Si los alumnos consideran que en su vida hay un porcentaje de violencia, por pequeño que éste sea, es importante preocuparse, pues a partir de esta carencia se generan relaciones violentas y poco asertivas que terminan también por causar estragos en el clima escolar. Es un indicador de que nuestra educación no atiende el problema suficientemente. Sigue muy centrada en lo académico sin desarrollar habilidades sociales relacionadas con los  valores de  inclusión, respeto y tolerancia que llevan a la generación de ciudadanía.
     Vemos el escaso tiempo dedicado a que los niños se expresen con libertad, compartan, platiquen y puedan sentirse contentos: es tiempo perdido cuando se tiene que cumplir con un programa académico en cierto tiempo, llenando de contenidos, cifras y datos a los niños, que por cierto olvidarán, para el siguiente ciclo. No es un problema sencillo, tiene muchas aristas. Puede abordarse desde la manera en la que los maestros ensañan, cómo reparten su tiempo, qué estrategias emplean para que los niños se motiven al trabajo, entre muchas otros aspectos.
     La desatención al clima escolar  puede ser considerada también como  un problema de derechos humanos. Los niños tienen derecho a vivir con calidad y  en espacios sanos, lo mismo que sus padres y profesores. 
     Otros datos nos dicen que un  buen porcentaje de niños viven expuestos a la violencia, en el contexto de su barrio o colonia, en su familia y también en la escuela. Muchos de ellos también presencian violencia muy fuerte relacionada con casos delictivos,  muertes violentas y algunos de ellos son víctimas de abuso sexual y violencia familiar. ¿Qué hace la escuela para trabajar estas situaciones educativamente?
Esto es de su competencia pues la escuela es el espacio público  para formar personas y ciudadanos, ¿Por qué priorizamos los contenidos temáticos y los resultados aislados de las pruebas nacionales o internacionales mientras el tejido social de nuestras escuelas se deteriora?
     Es importante no irse al otro extremo. En investigaciones nacionales se ha encontrado que en las escuelas con exigencia y rigor académico, hay menos violencia que en aquellas en las que los profesores les exigen poco. Lo que implica que los profesores necesitan formarse rigurosamente para saber cómo exigir. El respeto, la tolerancia y la inclusión, empiezan por los maestros.
     Es alarmante ver que en la vida cotidiana la escuela no se siente corresponsable de la generación  y proliferación de la violencia culpando muchas de las veces a las familias de la situación.  ¿Dónde se generó esa violencia, de dónde viene? Sin duda esta pregunta hay que hacerla, pero también es urgente reconocer que es una realidad que tenemos dentro de la escuela. Las investigaciones muestran que un buen porcentaje de directores no lo admite.
     Hay datos que dicen que todavía muchos alumnos tienen confianza en su escuela a pesar de lo que puedan estar viviendo en ella. Aún la consideran como un espacio de cobijo y esto hay que aprovecharlo. Hay otros que manifiestan su desconfianza con  la deserción y el ausentismo, mostrando con ello, el escaso grado de identificación con la escuela que no está respondiendo a sus necesidades y expectativas.
     Muchos maestros hacen su mejor esfuerzo en el trabajo  pero muchas veces no cuentan con las herramientas para hacerlo. Los maestros no están suficientemente formados personalmente primero, para el manejo asertivo de sus emociones y desconocen la posibilidad de manejar el conflicto con estrategias específicas para que sea un abordaje formativo para todos.
     Algunos gobiernos ya se han estado movilizando para trabajar en esta línea. Es también una labor de las universidades proporcionar esta sensibilización apoyando también a los responsables directos de la educación de nuestros niños y jóvenes, autoridades, maestros y padres de familia fundamentalmente.

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