Publicado:
Puebla on Line, 17 de enero de 2012
A
los mexicanos nos gusta mucho posponer las cosas; pasarlas para otro día, otra
hora, otro momento que “sea mejor”. En el extranjero, nuestra cultura es
conocida en buena medida por que todo es para “mañana” con nosotros. ¿Por qué nos gusta posponer tanto? ¿Realmente
tiene alguna importancia este asunto? Reflexionemos un poco.
No
soy antropólogo o sociólogo y tampoco me siento facultado como para hacer un
análisis académico de porqué la personalidad del mexicano promedio tiende a
mucho posponer. Sin embargo, en las siguientes líneas propongo unas ideas que
espero puedan incitar otras mejores o, por lo menos, la reflexión sobre el
tema. ¿Realmente tiene alguna importancia que seamos así de “posponedores”? En
el mundo de las organizaciones, públicas o privadas, el costo de que los
empleados de éstas pospongan las tareas que deben hacer puede llegar a ser muy
elevado considerando que posponer afecta la calidad de los servicios que una
empresa o el mismo gobierno ofrecen. En efecto, es casi directamente
proporcional la relación entre ejecutar las cosas al instante y el nivel de
satisfacción de los clientes o usuarios de los servicios de una organización.
Entre más actúen de inmediato los empleados, más probabilidades hay de que sus
clientes, internos o externos, se declaren satisfechos con el servicio que se
les ha proporcionado. Visto desde el lado opuesto: entre más exista la cultura
de posponer, más probabilidades hay de dejar a los clientes o usuarios
insatisfechos, con las consecuencias económicas y organizacionales que esto
conlleva. Si hablamos más en términos humanistas, el “ser para los demás”
implica casi necesariamente ser capaces de poder dar al otro un servicio
eficaz, ayudarle con efectividad y, por lo tanto, no podemos realmente decir
que tenemos una orientación a los demás si continuamente estamos posponiendo la
ayuda al otro. Y aquí puede ser desde una simple llamada telefónica para saber
cómo está, hasta una ayuda más compleja como por ejemplo irle a cuidar cuando
esté enfermo. Cuando las cosas realmente nos importan, no las posponemos.
Ahora
bien, también es cierto que a los mexicanos nos cuesta mucho trabajo decir “no”.
Adquirimos con facilidad compromisos que muchas veces sabemos que no podremos
cumplir, pero decimos que sí para “no quedar mal” (aunque aquí lo que en
realidad estamos haciendo es posponer el quedar mal). Cuando decimos que sí a
una situación en la cual debimos haber dicho no, estamos poniendo en riesgo
nuestra capacidad para cumplir esa promesa y, además, estamos aumentando la
probabilidad de que eso que prometimos hacer, lo terminemos posponiendo
indefinidamente. Un ejemplo sencillo puede ser cuando nos encontramos a un
viejo amigo en la calle y le decimos: “yo te llamo para vernos otro día”; en
mexicano, esta frase en realidad quiere decir algo como “sólo si algún día no
tengo nada mejor qué hacer te llamaré (y eso tal vez nunca ocurra)”. En cierta
medida los mexicanos posponemos porque no nos gusta decir “no” (para no
“lastimar” al otro) y porque siempre resultará más fácil decir que “sí” (en
efecto, siempre nos han gustado los caminos fáciles y los atajos). Por otra
parte, también me parece que nos movemos mucho según nos sentimos en el
momento; según nuestras emociones del día; según estemos o no de humor como
para hacer las cosas y no tanto por cumplir responsabilidades o promesas que
hemos hecho a los demás. Nos es sumamente fácil incumplir nuestras promesas;
olvidarlas como quien olvida algo sin importancia, por eso también no nos
importa posponer en detrimento de mis promesas o en detrimento de la calidad
del servicio que doy a los demás.
Finalmente,
lo que me parecería más preocupante posponer es nuestra propia felicidad. Si
posponemos nuestra felicidad ¿qué otra cosa no podremos posponer? A veces
dejamos para mañana lo que más nos gusta hacer y, lo peor de todo, es que con
frecuencia esto ¡se convierte en un hábito! Un día un amigo que disfrutaba mucho
de viajar y de los deportes de aventura me dijo: “Alexis, piensa en lo que más
te gusta hacer en este mundo; ahora pregúntate por qué no lo estás haciendo”.
Obviamente
habrá casos en los que exista verdaderamente una buena razón para posponer las
cosas que queremos o debemos hacer pero, en lo general, los mexicanos
encontramos razones de más para posponer y esto tiene un costo para nosotros
mismos, para quienes nos rodean y, por supuesto, para las personas a quienes
servimos. Creo que seríamos una sociedad más confiable, productiva y,
probablemente, más feliz si pospusiéramos menos. Mi blog:
veraalexis.wordpress.com
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