Autora:
Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado:
La Primera de Puebla, 17 de enero de
2012
La semana pasada estuve involucrada en una serie de sesiones
para profesores de La Ibero Puebla, a propósito del inicio del
semestre y en éstas se estuvo haciendo referencia a la Pedagogía Ignaciana, que
es la propuesta didáctica de Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de
Jesús, no sólo para la vida académica, sino para llevar a cabo los Ejercicios
Espirituales, que es un proceso de revisar la vida a la luz de un buen
discernimiento.
Así que cada vez que escuchaba acerca de esta pedagogía, no podía más que
sentirme sorprendida, y esta sorpresa se debía sobre todo a la vigencia que
tiene la propuesta de Ignacio de Loyola en las actividades de aprendizaje y que
cualquier profesor debería considerar como parte de su práctica docente. La
Ratio Studiorum que es una relación de estudio, reúne los principios de la
Pedagogía Ignaciana y fue escrita por Diego de Ledezma en 1553, ésta fue
revisada hasta que en 1599 se publicó la versión definitiva.
Así que la Ratio Studiorum, desde el siglo XVI, propone siete aspectos a considerar para llevar a cabo el proceso enseñanza aprendizaje que describo a continuación para que todos los docentes tomen nota: 1) Plantea adecuadamente los objetivos del curso, no es algo nuevo, todo profesor sabe que los objetivos o las competencias son la base del buen diseño de un syllabus, pues estos marcan las pautas a las que se pretende llegar al término de un curso. Debe reflejar qué se espera que los alumnos sean capaces de hacer en términos de conocimientos, habilidades, actitudes y desempeños al final de un proceso académico.
2) Dosifica los objetivos de acuerdo a la edad de los alumnos, es otro aspecto base para poder desarrollar un buen curso, no sólo considerar qué, sino para quién. No es lo mismo enseñar el movimiento de independencia alumnos de primero de primaria, que para alumnos de segundo de bachillerato, aunque el contenido sea el mismo. O bien trabajar fracciones con alumnos de tercero de primaria, que con alumnos de segundo de secundaria. Es importante tomar en cuenta el nivel de maduración de los estudiantes para plantear el nivel de dificultad del curso. Toma en cuenta que si la dificultad es menor a lo que los alumnos pueden realizar, estos no aprovecharán el curso y si es demasiado alto, ninguno alcanzará los objetivos propuestos.
3) Considera que el alumno debe estar activo, se refiere a que el alumno debe tener su mente y su pensamiento ocupados con lo que está aprendiendo y no necesariamente a que haga actividad física, es decir, que el profesor tenga momentos de participación y que el alumno tenga los propios, después de todo, el que está aprendiendo es el alumno y por lo tanto es el que debe estar activo.
4) Utiliza la repetición reflexionada, este aspecto es uno de los que más me gustan, pues la intención que refleja es básica en el proceso de aprendizaje, así que los profesores debemos preguntarnos cuál es la intención de que hagan tal o cual actividad educativa, para qué se quiere que hagan tantas planas, o tantas sumas, o tantos resúmenes. Además lo más importante es que el alumno reflexione sólo y/o con sus compañeros acerca de las razones de estas repeticiones. Recuerdo muy bien al Padre Cacho (sacerdote jesuita), diciéndonos que a veces es necesaria la repetición para lograr aprendizajes, pero ésta deben tener un sentido.
5) Varía las actividades, me parece que este es un principio básico para tener éxito con los alumnos como profesor, pues no hay nada más tedioso para un alumno que hacer las mismas cosas sesión tras sesión, aunque el contenido no sea el mismo. Si el alumno empieza a adivinar qué viene y a sentirse frustrado de acertar, dejará de tener interés por el curso. Hay muchos libros acerca de actividades, en estrategias individuales y colaborativas, que se pueden llevar a cabo con diversos contenidos.
6) Despierta el interés de tus alumnos, otro elemento básico al que los psicólogos educativos llaman motivación. Efectivamente si el alumno no está interesado en aprender, no aprenderá aunque el profesor haya hecho el mejor de los procesos. Tal vez después de los objetivos, es el factor que debe considerarse y antes de cualquier actividad es necesario despertar el interés. Puedes utilizar una anécdota, una imagen, un reto, una pregunta. Ésta bien formulada es casi infalible para lograr que los alumnos pongan sus sentidos en el aprendizaje.
7) Has el aprendizaje agradable, esto no significa laxo, sino interesante. En una de las novelas de Lipman que se utilizan para filosofía para niños, alguno de los personajes se cuestiona cómo es que la televisión transmitiendo cosas tan superfluas, logran hacerlas tan interesantes que todo mundo las atiende y cómo la escuela teniendo cosas tan interesantes las hace tan aburridas, y eso tiene que ver con la forma cómo el profesor las presenta.
Resumiendo, la Ratio Studiorum nos da siete principios que, de seguirlos, permitirán lograr en los profesores prácticas docentes más pertinentes y en los alumnos aprendizajes más sólidos, pues sin duda favorecerán el desarrollo de competencias de unos y otros. Lo sorprendente es que cinco siglos después, siguen vigentes.
Así que la Ratio Studiorum, desde el siglo XVI, propone siete aspectos a considerar para llevar a cabo el proceso enseñanza aprendizaje que describo a continuación para que todos los docentes tomen nota: 1) Plantea adecuadamente los objetivos del curso, no es algo nuevo, todo profesor sabe que los objetivos o las competencias son la base del buen diseño de un syllabus, pues estos marcan las pautas a las que se pretende llegar al término de un curso. Debe reflejar qué se espera que los alumnos sean capaces de hacer en términos de conocimientos, habilidades, actitudes y desempeños al final de un proceso académico.
2) Dosifica los objetivos de acuerdo a la edad de los alumnos, es otro aspecto base para poder desarrollar un buen curso, no sólo considerar qué, sino para quién. No es lo mismo enseñar el movimiento de independencia alumnos de primero de primaria, que para alumnos de segundo de bachillerato, aunque el contenido sea el mismo. O bien trabajar fracciones con alumnos de tercero de primaria, que con alumnos de segundo de secundaria. Es importante tomar en cuenta el nivel de maduración de los estudiantes para plantear el nivel de dificultad del curso. Toma en cuenta que si la dificultad es menor a lo que los alumnos pueden realizar, estos no aprovecharán el curso y si es demasiado alto, ninguno alcanzará los objetivos propuestos.
3) Considera que el alumno debe estar activo, se refiere a que el alumno debe tener su mente y su pensamiento ocupados con lo que está aprendiendo y no necesariamente a que haga actividad física, es decir, que el profesor tenga momentos de participación y que el alumno tenga los propios, después de todo, el que está aprendiendo es el alumno y por lo tanto es el que debe estar activo.
4) Utiliza la repetición reflexionada, este aspecto es uno de los que más me gustan, pues la intención que refleja es básica en el proceso de aprendizaje, así que los profesores debemos preguntarnos cuál es la intención de que hagan tal o cual actividad educativa, para qué se quiere que hagan tantas planas, o tantas sumas, o tantos resúmenes. Además lo más importante es que el alumno reflexione sólo y/o con sus compañeros acerca de las razones de estas repeticiones. Recuerdo muy bien al Padre Cacho (sacerdote jesuita), diciéndonos que a veces es necesaria la repetición para lograr aprendizajes, pero ésta deben tener un sentido.
5) Varía las actividades, me parece que este es un principio básico para tener éxito con los alumnos como profesor, pues no hay nada más tedioso para un alumno que hacer las mismas cosas sesión tras sesión, aunque el contenido no sea el mismo. Si el alumno empieza a adivinar qué viene y a sentirse frustrado de acertar, dejará de tener interés por el curso. Hay muchos libros acerca de actividades, en estrategias individuales y colaborativas, que se pueden llevar a cabo con diversos contenidos.
6) Despierta el interés de tus alumnos, otro elemento básico al que los psicólogos educativos llaman motivación. Efectivamente si el alumno no está interesado en aprender, no aprenderá aunque el profesor haya hecho el mejor de los procesos. Tal vez después de los objetivos, es el factor que debe considerarse y antes de cualquier actividad es necesario despertar el interés. Puedes utilizar una anécdota, una imagen, un reto, una pregunta. Ésta bien formulada es casi infalible para lograr que los alumnos pongan sus sentidos en el aprendizaje.
7) Has el aprendizaje agradable, esto no significa laxo, sino interesante. En una de las novelas de Lipman que se utilizan para filosofía para niños, alguno de los personajes se cuestiona cómo es que la televisión transmitiendo cosas tan superfluas, logran hacerlas tan interesantes que todo mundo las atiende y cómo la escuela teniendo cosas tan interesantes las hace tan aburridas, y eso tiene que ver con la forma cómo el profesor las presenta.
Resumiendo, la Ratio Studiorum nos da siete principios que, de seguirlos, permitirán lograr en los profesores prácticas docentes más pertinentes y en los alumnos aprendizajes más sólidos, pues sin duda favorecerán el desarrollo de competencias de unos y otros. Lo sorprendente es que cinco siglos después, siguen vigentes.
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