lunes, enero 30, 2012

Salario mínimo y pobreza


Autor: Miguel S. Reyes
Publicado: Puebla on Line, 25 de enero de 2012

     En la actualidad, el tema del salario mínimo ha sido un tópico que se ha retomado a raíz de varias situaciones, entre las que destacan, la persistencia de aumentos irrisorios (2.6 pesos, equivalente al 4% para 2012) y algunas declaraciones de próximos candidatos a la presidencia de la República como el caso de Enrique Peña Nieto, quien dos veces ha fallado en "atinarle" al salario mínimo que se paga en México. Pero la realidad es que el salario mínimo en México, no cumple con lo estipulado en la Constitución Mexicana en razón de que debería ser el ingreso mínimo de un jefe de familia para poder sustentar sus necesidades materiales, sociales, culturales y de educación de los hijos, como lo marca la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 23.
      El Observatorio Salarial de la
Universidad Iberoamericana Puebla tiene entre sus objetivos, el estudio de ese salario mínimo para dos consideraciones: el cumplimiento de la Constitución Mexicana con fines de bienestar y niveles de vida mínimos de la población trabajadora y, el fomento del mercado interno. Para nadie es un secreto que el salario mínimo actual, sea la zona geográfica en la que se encuentre el trabajador, no cumple con el mandato constitucional, no otorga condiciones de vida digna al trabajador, no permite la adecuada reproducción de la fuerza de trabajo, ni fomenta el mercado interno. Un cálculo realizado por este observatorio para 2010, indica que éste debería ser de $8,412.47 pesos al mes y no de $1,634. Actualizando ese cálculo para enero de 2012, ajustado con la inflación presentada en 2010 y 2011 y el aumento que publicó la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) para enero del 2012 de 4.2%, el salario mínimo constitucional resultaría de $9,143.70 pesos mensuales ó $304.73 pesos diarios.
     Ahora bien, si consideramos que un recién egresado de licenciatura de cualquier carrera universitaria, obtiene un ingreso promedio de $4,500 a $7,000, ni siquiera alguien con más de 15 años de escolaridad promedio (19 años para licenciaturas de 4 años y 20 para licenciaturas de 5 años) es capaz de alcanzar el salario mínimo según la Constitución Mexicana. La razón es que la caída del salario mínimo no sólo afecta a los trabajadores que lo perciben, sino a toda la masa trabajadora, empujando en promedio el salario a la baja. 
     De acuerdo a este mismo Observatorio, el salario mínimo de 1976 equivale a una cuarta parte aproximadamente del salario mínimo actual, esto es, un trabajador que en 1976 percibía el mínimo, debería tener un equivalente a 2012 de $236.32 pesos diarios o $7,089 pesos mensuales, en lugar de los irrisorios $59.08 diarios o $1,772 pesos mensuales que rigen el mínimo en la zona "C", en la que se encuentran la mayor parte de los municipios del país, incluyendo a los de Puebla.

Por otro lado, según cifras recientes publicadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) institución encargada de la medición oficial de la pobreza en México, la cantidad de personas que se encuentran por debajo de la línea de bienestar, la cual es establecida en $1,035.00 pesos para zonas rurales y $2,218.00 para zonas urbanas, aumentó para 2010, pasando del 49% al 52%, es decir que 58.5 millones de mexicanos no alcanzan a obtener un ingreso superior al marcado por las líneas establecidas.
      El CONEVAL utiliza como muestra la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENIGH) para varios años, donde calcula el ingreso per cápita del hogar asignando un valor ajustado a cada uno de los integrantes del hogar en base a la edad. Pero ¿qué ocurría si cada uno de estos hogares obtuviera un ingreso mensual de $9,143? Esto es, si en cada uno de esos hogares, el jefe de familia tuviera un empleo digno y remunerado según los preceptos constitucionales. Los resultados de esa simulación, indican una disminución del 32% de la población que se encuentra por debajo de la línea de bienestar que establece el CONEVAL, lo cual quiere decir que el porcentaje de personas que se encuentran bajo la línea de bienestar, que están en pobreza pues, disminuiría un 66%. Del 52% que prevalece hoy en día pasaría al 20% aproximadamente: ¡32%, producto del establecimiento del salario de acuerdo a la constitución!… Ni 20 años de política social de Salinas, Zedillo y panistas ha significado una disminución importante de la pobreza, dado que ese 32%, son nada más ni nada menos que 35 millones de personas que salen de la pobreza, que mejoran su nivel de vida y, que por supuesto, contribuyen a la creación de un mercado interno sólido.
      Desde nuestra perspectiva, consideramos que existen muchas posibles soluciones para este problema, y si bien tenemos conciencia que de un día para otro no se puede aumentar el salario en esa magnitud, si sabemos que con voluntad política puede fomentarse la recuperación paulatina y constante de los salarios mínimos y promedio. Simplemente pensemos que la estrategia económica actual, nos ha llevado a más pobreza, más desigualdad y mercado interno deprimido. Se requiere por tanto, de cambio de rumbo, de golpe de timón, tal como lo han hecho países latinoamericanos como Brasil en esa materia, donde México pueda ahora insertarse en esa economía global como un país soberano que se diferencia de los demás en cuanto a que no ofrece salarios de hambre para atraer inversión maquiladora, sino salarios con los que haya producción industrial de avanzada.

¿Ha muerto la fotografía?


Autor: Ramón Felipe Tecólt González
Publicado: La Primera de Puebla, 25 de enero de 2012

     Soy un apasionado de la fotografía y afortunadamente me tocó aprender el proceso “analógico” del revelado y la impresión así como el proceso digital. Aunque la fotografía moderna no se compara en ciertos aspectos a la tradicional, es triste observar cómo, al paso de los años, se va perdiendo este arte tan sublime.
     Era emocionante entrar al cuarto obscuro y hacer mil malabares para extraer la película del pequeño “rollo” para posteriormente realizar otro tanto para lograr insertar la cinta en el carrete del tanque de revelado de forma correcta. Vaciar químicos, dar volteretas (al tanque), aplicar baño de paro, de lavado y fijador para finalmente sacar la tira entera de negativos. Después, cortarlos de seis en seis, hacer la famosa hoja de contacto y seleccionar las fotos ganadoras para ser ampliadas. Tiras de prueba era el paso siguiente para obtener el tiempo exacto para realizar la tan ansiada ampliación. Recuerdo que lo que más me emocionaba era ver cómo iba apareciendo poco a poco mi fotografía en el papel para finalmente darle una lavadita en agua y poner a secar al aire mi obra de arte, o al menos así lo consideraba un servidor. Un proceso largo y muy “romántico” por el que había que pensar previamente la imagen que se deseaba plasmar en el papel. Para los que aprendimos en el cuarto oscuro la experiencia es imborrable e insustituible, pero no por eso considero que deba de resistirse a la nueva técnica, ya sea definitiva o sólo como transición a algo más que todavía no imaginamos.
     Hemos entrado en la era digital y ella en nosotros. No somos lo que fuimos. La fotografía está alcanzando su fin en la misma medida en que se está ampliando gracias a un medio que evoluciona dentro de ella. La fotografía digital es una repetición fluida e inconsciente de imágenes; es capturar momentos por capturar momentos, no se le piensa, no se le siente. Algunos fotógrafos artísticos continuarán usando los “viejos” procesos y probablemente éstos trabajos serán más costosos al irse convirtiendo en más raros, pero la mayoría está migrando al formato digital. La técnica digital permite la experimentación y se puede intentar cualquier número de efectos sorprendentes.
     La fotografía digital no sólo es una innovadora manera de capturar imágenes, sino que proporciona nuevas técnicas para realizar la postproducción después de la toma. Se está convirtiendo la fotografía interdisciplinaria, ya no es necesario contar únicamente con los conocimientos que un fotógrafo análogo posee, además hay que tener conocimientos en cómputo, Photoshop o algún otro software de edición de imágenes. Tom Ang acertadamente señala que la velocidad y comodidad con que la fotografía digital consigue copias finales la convierten en la respuesta a casi todos nuestros deseos.
     En una economía basada en la imagen, la técnica digital abarca un campo enorme: consigue producir deseo, fomentar el consumo, entretener, educar, dramatizar la experiencia, documentar los sucesos del tiempo, celebrar la identidad, informar y desinformar, ofrecer evidencia. Se ve con ansiedad cómo un conjunto de procedimientos tecnológicos nuevos socavan una tradición práctica de representación visual, una práctica que ha sido esencial en la experiencia de las culturas modernas. El fotógrafo moviéndose por un mundo social y físico, un “ojo” formado y especializado, con una cámara que se consideraba una extensión de su cuerpo observador, y luego el cuarto oscuro en el que se practicaban otra serie de destrezas artesanales se ha transformado en la pequeña caja de plástico de la computadora personal. En este nivel, se expresan el temor por la posible desaparición de las habilidades, funciones sociales y las responsabilidades políticas asociadas a la vocación o a la profesión del fotógrafo. Lo que creo está en juego es mucho más que un cambio tecnológico en el modo de crear imágenes, la fotografía al ser manipulable, ha perdido esa sensación de documento y evidencia; y es cierto, lo primero que me pregunto al ver una imagen es ¿qué tan retocada o manipulada está? Y si no concuerda con nuestra percepción o se encuentra fuera de nuestro conocimiento técnico, pues lo más sencillo es aseverar que es digital con un sentido de menosprecio.
     Hace varios años se preguntaban si algún día la fotografía digital remplazaría a la análoga y también muchos afirmaron que esto jamás sucedería del todo. No obstante, somos testigos de cómo la foto tradicional se extingue debido a las cada vez más altas resoluciones y precios cada vez más bajos; una prueba de lo anterior es la reciente quiebra de la Kodak, empresa con 124 años de existencia y pionera en este ámbito. Creo que la fotografía no ha muerto del todo, simplemente estamos viviendo parte de su evolución, sigue siendo un arte maravilloso, no importa la técnica o tecnología que se prefiera, siempre y cuando se tenga el suficiente conocimiento técnico y la pasión por expresar.












¿CÓMO ESTÁ EL CLIMA EN LA ESCUELA?


Autora:Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: e-Consulta, 25 de enero de 2012

     El clima escolar y la convivencia en la escuela es algo a lo que no se le da la importancia adecuada. Se da por hecho que cuando los niños van a la escuela aprenden por la sola presencia y por el esfuerzo intelectual. Poco atendemos a las emociones y sentimientos que se generan y se ponen en acción, así como a la calidad de las relaciones interpersonales  que se construyen dentro de las aulas y en los espacios de la escuela. Esto conforma lo que se llama clima escolar, que influye en las relaciones interpersonales y a la vez es influido por ellas. Un clima positivo depende de muchos factores.
     Tanto los niños, como sus padres, profesores, y las autoridades escolares tienen una percepción del clima escolar al interior de sus aulas y espacios de la escuela; Comúnmente conocemos esta percepción de manera muy particular y subjetiva o bien una parte o versión. Las investigaciones nos pueden ayudar a tener una visión más general del problema. Por ejemplo, si preguntamos acerca de la violencia, puede haber distintas percepciones, según les vaya a quienes contestan pero, las investigaciones más serias sobre la violencia nos dan cifras importantes que no son tan alarmantes como en otros países, pero por pequeño que sea el porcentaje de escolares  que la padece, es importante tenerlo en cuenta porque hablamos de un tejido social que tiende a deteriorarse, más aún cuando vemos cómo se manifiesta la violencia en los contextos familiares, de barrios y ciudades.
     Se ha encontrado en investigaciones que 7 de cada 10 estudiantes de secundaria no cuentan con recursos sociales y de inteligencia emocional para expresar sus emociones de manera adecuada. Así, consideran como opción usar los golpes para defenderse de agresiones,  y plantean la venganza como necesaria, lo cual muestra  la falta de educación de las emociones y la urgente necesidad de trabajar educativamente el manejo de los conflictos.  Si los alumnos consideran que en su vida hay un porcentaje de violencia, por pequeño que éste sea, es importante preocuparse, pues a partir de esta carencia se generan relaciones violentas y poco asertivas que terminan también por causar estragos en el clima escolar. Es un indicador de que nuestra educación no atiende el problema suficientemente. Sigue muy centrada en lo académico sin desarrollar habilidades sociales relacionadas con los  valores de  inclusión, respeto y tolerancia que llevan a la generación de ciudadanía.
     Vemos el escaso tiempo dedicado a que los niños se expresen con libertad, compartan, platiquen y puedan sentirse contentos: es tiempo perdido cuando se tiene que cumplir con un programa académico en cierto tiempo, llenando de contenidos, cifras y datos a los niños, que por cierto olvidarán, para el siguiente ciclo. No es un problema sencillo, tiene muchas aristas. Puede abordarse desde la manera en la que los maestros ensañan, cómo reparten su tiempo, qué estrategias emplean para que los niños se motiven al trabajo, entre muchas otros aspectos.
     La desatención al clima escolar  puede ser considerada también como  un problema de derechos humanos. Los niños tienen derecho a vivir con calidad y  en espacios sanos, lo mismo que sus padres y profesores. 
     Otros datos nos dicen que un  buen porcentaje de niños viven expuestos a la violencia, en el contexto de su barrio o colonia, en su familia y también en la escuela. Muchos de ellos también presencian violencia muy fuerte relacionada con casos delictivos,  muertes violentas y algunos de ellos son víctimas de abuso sexual y violencia familiar. ¿Qué hace la escuela para trabajar estas situaciones educativamente?
Esto es de su competencia pues la escuela es el espacio público  para formar personas y ciudadanos, ¿Por qué priorizamos los contenidos temáticos y los resultados aislados de las pruebas nacionales o internacionales mientras el tejido social de nuestras escuelas se deteriora?
     Es importante no irse al otro extremo. En investigaciones nacionales se ha encontrado que en las escuelas con exigencia y rigor académico, hay menos violencia que en aquellas en las que los profesores les exigen poco. Lo que implica que los profesores necesitan formarse rigurosamente para saber cómo exigir. El respeto, la tolerancia y la inclusión, empiezan por los maestros.
     Es alarmante ver que en la vida cotidiana la escuela no se siente corresponsable de la generación  y proliferación de la violencia culpando muchas de las veces a las familias de la situación.  ¿Dónde se generó esa violencia, de dónde viene? Sin duda esta pregunta hay que hacerla, pero también es urgente reconocer que es una realidad que tenemos dentro de la escuela. Las investigaciones muestran que un buen porcentaje de directores no lo admite.
     Hay datos que dicen que todavía muchos alumnos tienen confianza en su escuela a pesar de lo que puedan estar viviendo en ella. Aún la consideran como un espacio de cobijo y esto hay que aprovecharlo. Hay otros que manifiestan su desconfianza con  la deserción y el ausentismo, mostrando con ello, el escaso grado de identificación con la escuela que no está respondiendo a sus necesidades y expectativas.
     Muchos maestros hacen su mejor esfuerzo en el trabajo  pero muchas veces no cuentan con las herramientas para hacerlo. Los maestros no están suficientemente formados personalmente primero, para el manejo asertivo de sus emociones y desconocen la posibilidad de manejar el conflicto con estrategias específicas para que sea un abordaje formativo para todos.
     Algunos gobiernos ya se han estado movilizando para trabajar en esta línea. Es también una labor de las universidades proporcionar esta sensibilización apoyando también a los responsables directos de la educación de nuestros niños y jóvenes, autoridades, maestros y padres de familia fundamentalmente.

viernes, enero 20, 2012

Y la fiebre del consumo, nunca se acaba


Autora: Betzabé Vancini Romero 
Publicado: e-Consulta, 16 de Enero de 2012.

     Durante el pasado diciembre, experimentamos como cada año, la fiebre alta del consumo y el gasto desmedido. Aparentemente todo se encuentra en oferta, cuando en realidad, más allá de los precios altos, con lo que se enfrenta el consumidor promedio es con la fiebre frenética de comprar y consumir artículos que no son, ni remotamente, de primera necesidad. Comidas y cenas en restaurantes, ropa, obsequios, artículos navideños, vinos, vacaciones, etc., son parte de los conceptos más frecuentes del gasto del aguinaldo y otras prestaciones que reciben los trabajadores en diciembre.
     Según encuestas recientes, el costo promedio de los obsequios para intercambio de regalos oscila entre los $150.00 y $200.00, y una persona común se involucra al menos en dos intercambios: el de su grupo de amistades o familia y el del grupo de trabajo o colegio. Si además contamos el fuerte gasto que representa la llegada de Santa Claus y posteriormente de los Reyes Magos, el gasto por concepto de obsequios se eleva considerablemente para la familia mexicana promedio. Además por supuesto, del desmedido costo de la elaboración de los alimentos decembrinos que suelen presentarse vastos en la mesa de las familias, y que sin pretexto alguno, son motivo de orgullo y unión familiar. Una cena navideña tradicional –romeritos, bacalao, pavo o pierna y ensalada de manzana-, cuesta en promedio dos mil pesos para una familia de cuatro integrantes, mientras que para una familia de veinte personas el costo llega a ser hasta de diez mil, sin contar las bebidas.
     Otro elemento a considerar en el frenesí decembrino es la compra de artículos navideños, cuyos costos, precisamente por ser de temporada, se ven tangiblemente aumentados, entre los artículos de mayor frecuencia de consumo se encuentran: el pino natural –que posteriormente acaba en la calle, terrenos baldíos, basureros municipales, o en el mejor de los casos en algún acopio responsable-, esferas, luces, adornos para el árbol, adornos para la casa, mantelería y otros aditamentos, que si bien en épocas anteriores se usaban año con año y con esto se reforzaba la tradición familiar –el mantel de la abuela-, ahora cada año hay una “tendencia” distinta con respecto al arreglo del hogar, donde podemos encontrar las combinaciones más inverosímiles e impensables como el Gaga Christmas Tree: pino rosa, sintético, adornado con esferas de espejos y guirnaldas de plumas de colores.
     Pudiéramos creer que ahora al encontrarnos ya en la famosa cuesta de enero, los gastos se reducen considerablemente debido a las deudas que adquirimos a fin de año y que comenzamos a pagar en el primer mes del nuevo año. Sin embargo, muy lejana es esta creencia de la realidad, pues en enero y febrero encontramos un nuevo frenesí de consumo: el frenesí del fitness. Desde hace décadas, se habla abiertamente de la ganancia de peso que experimentamos todos los mortales durante las grandes comilonas de las fiestas decembrinas y es en los primeros días del año que nos encontramos con una alarmante realidad: el pantalón ya no cierra, la ropa que compramos en diciembre para estrenarla en las festividades se ve ahora muy ajustada y tenemos un sobre peso de cualquier cantidad de kilos. Es ahí cuando pensamos “no debí haber tomado tanto ponche”, sin embargo, la mercadotecnia y la maquinaria comercial no descansan y nos bombardean constantemente con mensajes como: “Baje de peso en dos semanas”, “Deshágase de esa pancita, ¡ya!”. Pululan en las revistas imágenes de mujeres ultra delgadas, de hombres con el abdomen marcado y de manera inconsciente adoptamos nuevamente el ideal de la delgadez, afectando paulatinamente nuestra autoestima. Bienvenida cada año la mercadotecnia del marcado culto al cuerpo occidental. La televisión se encuentra plagada de anuncios de milagrosos aparatos de ejercicio que prometen que sin esfuerzo, en tres minutos al día y en menos de un mes, tendremos cambios radicales en nuestra apariencia física. Los gimnasios y clubes deportivos suelen bajar el costo de la inscripción o bien, hacer promociones de pagar en enero una sola cantidad y tener acceso a sus servicios por un tiempo hasta de tres meses, sin embargo, la mayoría de las personas abandonan el gimnasio en un promedio de dos semanas después de haberse inscrito, por lo que los gimnasios y clubes muestran grandes ganancias sin tener que prestar el servicio. Quizá la publicidad debería decir “pague tres meses y úselo dos semanas”. Adicional al ejercicio, los consultorios de nutrición y los negocios dedicados a masajes reductivos incrementan considerablemente su clientela, aunque de igual forma sea sólo por un par de meses. Las tiendas de ropa hacen sus fabulosos fines de temporada y los remates de mercancía con descuentos impensables están usualmente en las tallas L/G y XL/XG ¿casualidad?
     Los propósitos de Año Nuevo, parecieran empatar con todo esto que la mercadotecnia de inicio de año nos ofrece: bajar de peso, dejar de fumar, renovar el guardarropa. Todo eso, menos “comenzar a ahorrar”. Y es que pareciera que en esta aparente austeridad, disfrutamos pensando que estamos restringidos mientras vamos cayendo poco a poco en el sutil convencimiento y en la cálida seducción de la mercadotecnia, que está ahí, a cada paso que damos en las calles, los centros comerciales, la televisión, el radio, las revistas, la prensa e incluso en nuestros perfiles de redes sociales.


Pedagogía Ignaciana, más actual que nunca


Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: La Primera de Puebla, 17 de enero de 2012

     La semana pasada estuve involucrada en una serie de sesiones para profesores de La Ibero Puebla, a propósito del inicio del semestre y en éstas se estuvo haciendo referencia a la Pedagogía Ignaciana, que es la propuesta didáctica de Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús, no sólo para la vida académica, sino para llevar a cabo los Ejercicios Espirituales, que es un proceso de revisar la vida a la luz de un buen discernimiento.
     Así que cada vez que escuchaba acerca de esta pedagogía, no podía más que sentirme sorprendida, y esta sorpresa se debía sobre todo a la vigencia que tiene la propuesta de Ignacio de Loyola en las actividades de aprendizaje y que cualquier profesor debería considerar como parte de su práctica docente. La Ratio Studiorum que es una relación de estudio, reúne los principios de la Pedagogía Ignaciana y fue escrita por Diego de Ledezma en 1553, ésta fue revisada hasta que en 1599 se publicó la versión definitiva.
      Así que la Ratio Studiorum, desde el siglo XVI, propone siete aspectos a considerar para llevar a cabo el proceso enseñanza aprendizaje que describo a continuación para que todos los docentes tomen nota: 1) Plantea adecuadamente los objetivos del curso, no es algo nuevo, todo profesor sabe que los objetivos o las competencias son la base del buen diseño de un syllabus, pues estos marcan las pautas a las que se pretende llegar al término de un curso. Debe reflejar qué se espera que los alumnos sean capaces de hacer en términos de conocimientos, habilidades, actitudes y desempeños al final de un proceso académico.
      2) Dosifica los objetivos de acuerdo a la edad de los alumnos, es otro aspecto base para poder desarrollar un buen curso, no sólo considerar qué, sino para quién. No es lo mismo enseñar el movimiento de independencia alumnos de primero de primaria, que para alumnos de segundo de bachillerato, aunque el contenido sea el mismo. O bien trabajar fracciones con alumnos de tercero de primaria, que con alumnos de segundo de secundaria. Es importante tomar en cuenta el nivel de maduración de los estudiantes para plantear el nivel de dificultad del curso. Toma en cuenta que si la dificultad es menor a lo que los alumnos pueden realizar, estos no aprovecharán el curso y si es demasiado alto, ninguno alcanzará los objetivos propuestos.
      3) Considera que el alumno debe estar activo, se refiere a que el alumno debe tener su mente y su pensamiento ocupados con lo que está aprendiendo y no necesariamente a que haga actividad física, es decir, que el profesor tenga momentos de participación y que el alumno tenga los propios, después de todo, el que está aprendiendo es el alumno y por lo tanto es el que debe estar activo.
      4) Utiliza la repetición reflexionada, este aspecto es uno de los que más me gustan, pues la intención que refleja es básica en el proceso de aprendizaje, así que los profesores debemos preguntarnos cuál es la intención de que hagan tal o cual actividad educativa, para qué se quiere que hagan tantas planas, o tantas sumas, o tantos resúmenes. Además lo más importante es que el alumno reflexione sólo y/o con sus compañeros acerca de las razones de estas repeticiones. Recuerdo muy bien al Padre Cacho (sacerdote jesuita), diciéndonos que a veces es necesaria la repetición para lograr aprendizajes, pero ésta deben tener un sentido.
      5) Varía las actividades, me parece que este es un principio básico para tener éxito con los alumnos como profesor, pues no hay nada más tedioso para un alumno que hacer las mismas cosas sesión tras sesión, aunque el contenido no sea el mismo. Si el alumno empieza a adivinar qué viene y a sentirse frustrado de acertar, dejará de tener interés por el curso. Hay muchos libros acerca de actividades, en estrategias individuales y colaborativas, que se pueden llevar a cabo con diversos contenidos.
      6) Despierta el interés de tus alumnos, otro elemento básico al que los psicólogos educativos llaman motivación. Efectivamente si el alumno no está interesado en aprender, no aprenderá aunque el profesor haya hecho el mejor de los procesos. Tal vez después de los objetivos, es el factor que debe considerarse y antes de cualquier actividad es necesario despertar el interés. Puedes utilizar una anécdota, una imagen, un reto, una pregunta. Ésta bien formulada es casi infalible para lograr que los alumnos pongan sus sentidos en el aprendizaje.
      7) Has el aprendizaje agradable, esto no significa laxo, sino interesante. En una de las novelas de Lipman que se utilizan para filosofía para niños, alguno de los personajes se cuestiona cómo es que la televisión transmitiendo cosas tan superfluas, logran hacerlas tan interesantes que todo mundo las atiende y cómo la escuela teniendo cosas tan interesantes las hace tan aburridas, y eso tiene que ver con la forma cómo el profesor las presenta.
      Resumiendo, la Ratio Studiorum nos da siete principios que, de seguirlos, permitirán lograr en los profesores prácticas docentes más pertinentes y en los alumnos aprendizajes más sólidos, pues sin duda favorecerán el desarrollo de competencias de unos y otros. Lo sorprendente es que cinco siglos después, siguen vigentes.

Tiempo de Servir a los Grupos Vulnerables


Autor: Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: en Lado B, 17 de enero2012

     En estos días de informes estatales y revisión de planes y programas de gobierno, se cuenta, se mide y se compara la obra pública, los servicios, las instituciones y sus usuarios. Y reiteradamente se menciona la atención, supuestamente significativa, hacia las mujeres y grupos vulnerables. Pero, ¿se ha hecho algo trascendente? ¿Qué había que hacer y por qué?
     La administración estatal lleva apenas un año de labores y es evidente su determinación entusiasta. En las dependencias se está trabajando y, tal como era de esperar, se ven mejoras aquí y allá. Eso ha sucedido siempre; desde antes de la alternancia de partido. En su primer año las administraciones suelen mostrar su mejor cara.
     Pero aún hay mucho espacio para mejorar, y en el caso de la atención a mujeres y grupos vulnerables, lo que se requiere no es más de lo mismo. Es importante otorgar más créditos a la palabra para microempresarias y vacunar a más niñas contra el papiloma humano; pero ello no cuenta como atención a grupos vulnerables. Porque la vulnerabilidad tiene que ver con discriminación, con exclusión y marginación; y por tanto, su atención debe partir de la creación de condiciones que lleven a eliminar todo tipo de discriminación. Y eso no sucede aún en Puebla, ni hay motivos de esperanza.
     Por ejemplo, está por cumplir nueve años la Ley Federal para Prevenir y Eliminar todo Tipo de Discriminación, y Puebla no parece querer sumarse a los estados que han legislado al respecto.
     La atención a grupos vulnerables, mujeres incluidas, se inicia asegurando la equidad y la igualdad ante la ley, y no tolerando que se nieguen derechos y oportunidades, o se humille y agreda a alguien, porque ese “alguien” sea mujer o indígena, sintoísta o mormón, ciego o lesbiana, obesa, sordo, afrodescendiente, niño, adolescente, extranjero, transexual o anciano.
     Se necesitan leyes e instancias, programas y campañas, educación y eventos que reviertan nuestra rancia tradición de ser, como describe CONAPRED, “una sociedad con intensas prácticas de exclusión, desprecio y discriminación hacia ciertos grupos” donde “la discriminación está fuertemente enraizada y asumida en la cultura social, y que se reproduce por medio de valores culturales”.
     Es difícil decidir por dónde empezar. Pero, aunque confieso no ser objetiva, creo que hay dos frentes idóneos para iniciar nuestra transformación. Debemos saber que al combatir un tipo de discriminación, se combaten también otros tipos, tal y como al tolerar la exclusión de un solo grupo vulnerable se refuerza la discriminación en general y se vulneran los derechos de todos.
     La primera discriminación que debería combatirse es la ejercida contra los niños y las niñas: denunciar y eliminar la vulneración de sus derechos, incluyendo la violencia física y psicológica. La segunda modalidad es la homofobia, o sea discriminación hacia las minorías sexogenéricas.
     Mis razones son las siguientes: todos hemos sido niños y no es difícil recurrir a nuestra propia memoria para reconocer la injusticia. Además todos tenemos niñas y niños cercanos, y con un poco de esfuerzo podemos ponernos en sus zapatitos para percibir que los derechos de niños, niñas y adoelscentes son violentados extensamente, en hogares muy diversos, de todos los grupos sociales. Teñidas de amor y sobreprotección, de desdén y olvido, de ira o de odio, las violaciones a los derechos de la infancia dañan a veces de forma irreparable a muchísimos niños y niñas.
      Por otra parte, la homofobia es la intolerancia que menos susceptibilidad tiene de ser abatida a menos que se la ataque de frente. La comparten abiertamente más mexicanos de los que coinciden en otras formas, y también es la que se expresa con más repulsa y conductas negativas. La discriminación hacia gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y otras formas de disidencia sexogenérica en México, y en Puebla, se manifiesta en la exclusión social, el lenguaje insultante y hasta la violencia física, ejercida incluso por los propios gays, lesbianas y demás individuos discriminados. Aquí, el odio, el asco y el desprecio se justifican con los argumentos más disparatados, fruto de la ignorancia, e increíblemente propalados por quienes han consagrado sus vidas a hacer el bien, y a sembrar el amor y la concordia.
Alberto Aziz Nassif, experto en temas de discriminación, señala que en nuestro México “plagado de prejuicios, con cargas racistas y maltrato hacia los vulnerables, mucho trabajo tiene por delante el Estado para garantizar los derechos de los diferentes; y amplio espacio tienen las organizaciones sociales en el trabajo con estos sectores para que sus derechos sean una realidad. Muy lejos está la nación de saldar su deuda con los vulnerables. La democracia electorera, que tanto apasiona a los políticos, no mira todavía hacia los derechos ciudadanos de los discriminados”.
     Este segundo año de la administración gubernamental, que apenas inicia, podría ser diferente, y aunque no veo nada que alimente mi optimismo, quiero creer que el clamor de los grupos vulnerables y vulnerados llegará a oídos de legisladores y miembros del poder ejecutivo, y creará condiciones para una democracia verdadera, que asegure la participación de todos, sin distingos ni exclusiones. Y entonces quizás, dentro de un año, escuchemos avances reales en la atención ya impostergable a mujeres y grupos vulnerables.











Posponer


 Autor:  Alexis Vera datos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line, 17 de enero de 2012

     A los mexicanos nos gusta mucho posponer las cosas; pasarlas para otro día, otra hora, otro momento que “sea mejor”. En el extranjero, nuestra cultura es conocida en buena medida por que todo es para “mañana” con nosotros.  ¿Por qué nos gusta posponer tanto? ¿Realmente tiene alguna importancia este asunto? Reflexionemos un poco.
     No soy antropólogo o sociólogo y tampoco me siento facultado como para hacer un análisis académico de porqué la personalidad del mexicano promedio tiende a mucho posponer. Sin embargo, en las siguientes líneas propongo unas ideas que espero puedan incitar otras mejores o, por lo menos, la reflexión sobre el tema. ¿Realmente tiene alguna importancia que seamos así de “posponedores”? En el mundo de las organizaciones, públicas o privadas, el costo de que los empleados de éstas pospongan las tareas que deben hacer puede llegar a ser muy elevado considerando que posponer afecta la calidad de los servicios que una empresa o el mismo gobierno ofrecen. En efecto, es casi directamente proporcional la relación entre ejecutar las cosas al instante y el nivel de satisfacción de los clientes o usuarios de los servicios de una organización. Entre más actúen de inmediato los empleados, más probabilidades hay de que sus clientes, internos o externos, se declaren satisfechos con el servicio que se les ha proporcionado. Visto desde el lado opuesto: entre más exista la cultura de posponer, más probabilidades hay de dejar a los clientes o usuarios insatisfechos, con las consecuencias económicas y organizacionales que esto conlleva. Si hablamos más en términos humanistas, el “ser para los demás” implica casi necesariamente ser capaces de poder dar al otro un servicio eficaz, ayudarle con efectividad y, por lo tanto, no podemos realmente decir que tenemos una orientación a los demás si continuamente estamos posponiendo la ayuda al otro. Y aquí puede ser desde una simple llamada telefónica para saber cómo está, hasta una ayuda más compleja como por ejemplo irle a cuidar cuando esté enfermo. Cuando las cosas realmente nos importan, no las posponemos.
     Ahora bien, también es cierto que a los mexicanos nos cuesta mucho trabajo decir “no”. Adquirimos con facilidad compromisos que muchas veces sabemos que no podremos cumplir, pero decimos que sí para “no quedar mal” (aunque aquí lo que en realidad estamos haciendo es posponer el quedar mal). Cuando decimos que sí a una situación en la cual debimos haber dicho no, estamos poniendo en riesgo nuestra capacidad para cumplir esa promesa y, además, estamos aumentando la probabilidad de que eso que prometimos hacer, lo terminemos posponiendo indefinidamente. Un ejemplo sencillo puede ser cuando nos encontramos a un viejo amigo en la calle y le decimos: “yo te llamo para vernos otro día”; en mexicano, esta frase en realidad quiere decir algo como “sólo si algún día no tengo nada mejor qué hacer te llamaré (y eso tal vez nunca ocurra)”. En cierta medida los mexicanos posponemos porque no nos gusta decir “no” (para no “lastimar” al otro) y porque siempre resultará más fácil decir que “sí” (en efecto, siempre nos han gustado los caminos fáciles y los atajos). Por otra parte, también me parece que nos movemos mucho según nos sentimos en el momento; según nuestras emociones del día; según estemos o no de humor como para hacer las cosas y no tanto por cumplir responsabilidades o promesas que hemos hecho a los demás. Nos es sumamente fácil incumplir nuestras promesas; olvidarlas como quien olvida algo sin importancia, por eso también no nos importa posponer en detrimento de mis promesas o en detrimento de la calidad del servicio que doy a los demás.
     Finalmente, lo que me parecería más preocupante posponer es nuestra propia felicidad. Si posponemos nuestra felicidad ¿qué otra cosa no podremos posponer? A veces dejamos para mañana lo que más nos gusta hacer y, lo peor de todo, es que con frecuencia esto ¡se convierte en un hábito! Un día un amigo que disfrutaba mucho de viajar y de los deportes de aventura me dijo: “Alexis, piensa en lo que más te gusta hacer en este mundo; ahora pregúntate por qué no lo estás haciendo”.
     Obviamente habrá casos en los que exista verdaderamente una buena razón para posponer las cosas que queremos o debemos hacer pero, en lo general, los mexicanos encontramos razones de más para posponer y esto tiene un costo para nosotros mismos, para quienes nos rodean y, por supuesto, para las personas a quienes servimos. Creo que seríamos una sociedad más confiable, productiva y, probablemente, más feliz si pospusiéramos menos. Mi blog: veraalexis.wordpress.com