jueves, septiembre 19, 2013

Apología del magisterio

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicado en Síntesis Tlaxcala, el 10 de septiembre de 2013
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En el país los días pasados han estado marcados por la ruta presidencial y legislativa hacia la aprobación de las reformas energética y financiera, así como la legislación secundaria de las modificaciones constitucionales en materia educativa.
                A propósito de esto han llegado a la capital del país miles de profesores agrupados en torno a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) para manifestarse, entre otras cosas, en contra de lo que consideran un equivocado planteamiento en materia educativa y en la forma de instrumentar los procesos de ingreso, evaluación y permanencia en el magisterio.
                Diversos hechos han creado un clima de animadversión frente al profesorado: la toma del Zócalo del Distrito Federal, las manifestaciones y marchas que han llevado consigo desquiciamiento vial y exageración de ánimo entre muchos ciudadanos capitalinos, la suspensión de clases en muchas escuelas en el territorio nacional, así como la forma en la cual los medios de comunicación han enfocado y difundido la información, casi en términos de linchamiento.
            Hoy me parece justo poner en la mesa la otra cara de la moneda. Es necesario decir que los profesores no son el mal necesario de nuestra vida.
Día a día hay educadores que realizan su labor con profesionalidad y entereza. Soy testigo del esfuerzo que hacen por entregar fines de semana para formarse más allá de los cursos de capacitación que les pide al inicio del curso la SEP. Miles de profesores participan en posgrados de profesionalización docente. He visto -por ejemplo- cómo en lugares de Tabasco, Veracruz y Guerrero les supone a muchos de ellos viajar toda la noche, llegar a clase, esforzarse por hablar, discutir, reflexionar, graduarse, incluso cuando en varias entidades este afán no sea contabilizado para el sistema de mejora de salario y condiciones laborales.
                Hay profesores de todos los niveles que se presentan a dar clases en condiciones reales de carencia: sin aulas, sin mobiliario. A lo largo de mi vida he podido atestiguar cómo el esfuerzo de docentes, padres de familia e incluso alumnos ha logrado que de estar arrinconados en una dependencia pública tomando clases o en un terreno mal adaptado se pase tras años de gestión, de compromiso económico incluso, a instalaciones más apropiadas para la tarea educativa.
                También existen profesores quienes a pesar de los años en servicio se cuestionan cómo han de realizar su vocación creando los mejores ambientes para que sus educandos puedan aprender. Intentar innovar en su aula, dar cabida a mayores espacios para el juego educativo, para la participación en la vida social por parte de sus educandos.
                He presenciado el servicio de profesores en comunidades que todavía hoy están lejos de muchas cosas: colaboran en las gestiones con las que se han conseguido la llegada de la energía eléctrica, de los servicios de dependencias vinculadas al agro;  en el archivo del lugar, en la organización de las asambleas del pueblo. Son un referente comunitario.
                Siendo padre de hijas en escuela pública puedo decir sin temor que habiendo trabajadores de la educación que nada debían hacer en sus secundarias y preparatorias, conocí personalmente a quienes no se dejaron llevar por la apatía ni cayeron en la tentación de echar la culpa a los demás, excusándose de una mala docencia porque los otros actúan irresponsablemente y sí dando la cara por su didáctica, por su práctica. Más de una vez han apoyado a chicas y chicos que se han metido en problemas más allá de las aulas y les buscaron ayuda profesional o se ofrecieron a facilitar el diálogo familiar.
                También –y esto es trascendental- hay quienes, a pesar de lo sospechoso que parece socialmente, trabajan para que sus educandos sean más críticos, creativos, libres, capaces de incorporarse a la vida pública como ciudadanos responsables. Que no cejan en la labor política de formar en que una vida con base en los derechos humanos es más que recomendable: necesaria.

                Hoy que en los medios y en el clima social los profesores son vistos con desdén y sospecha nos conviene a todos ser coherentes con la verdad de que junto a nosotros hay mujeres y hombres que responden a la vocación educativa de sumarse a la construcción de pequeñísimos pero reales espacios humanizantes que son la semilla de la esperanza en que un mundo mejor está desde ya cada día también siendo posible. 

1 comentario:

Tlalpense dijo...

Que tal Rafael me entere de tu art iculo por el grupo con el cual me acabo de reencontrar de la Normal Cristobal Colon hoy con kilos y años de mas pero con la firme conviccion de ser docentes entregados a nuestra profesion y porque tuvimos la fortuna de contar con maestros verdaderamente comprometidos con la educacion y la formacion de sus alumnos y que hoy viven a traves de nosotros aunque ya no esten aqui.