viernes, abril 29, 2011

Acciones comunitarias a favor de nuestro país

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero
Publicado: Puebla on Line, 27 de abril de 2011

     ¿Qué podemos hacer? se pregunta mucha gente indignada por los crímenes y violaciones que vemos a diario. Las marchas, las mantas y los discursos están bien pero no construyen mucho; a lo más, arrancan alguna promesa de la autoridad. Peor aún, la gente se cansa después de tres marchas y se decepciona porque nada cambia.
     Hay mucho que podemos hacer si queremos vivir en un país mejor. Si queremos que México comience a resolver sus problemas, podemos empezar a hacer algo más que criticar al gobierno y lamentarnos de que las cosas no funcionen bien. Los problemas de nuestro país no son sólo responsabilidad del gobierno, los tres poderes, sino de todos los que vivimos en este país: ciudadanos, medios de comunicación, cámaras empresariales, partidos políticos, sindicatos, activistas, intelectuales, periodistas, blogueros, tweeteros, etc.
     Aquí y ahora, en México 2011, el ciudadano que se requiere no es el que se conforma con cumplir la ley. Cumplir la ley es lo mínimo que hacemos para evitar multas y problemas. Se requieren personas, físicas y morales, que hagan algo más que el mínimo. El país no saldrá adelante si esperamos que las soluciones vengan del gobierno y le gusten a todos. Hay que decirlo fuerte y claro: el gobierno solo no puede hacer todo lo que el país necesita; menos aun si, en nuestra pasividad, los mexicanos hacemos sólo el mínimo para evitar sanciones y nos dedicamos a repelar porque las cosas no son perfectas.
     Se requieren ciudadanos activos; que hagan más de lo que hacen ahora; ciudadanos activos interesados en construir a partir de lo que hay, y no en destruir para abrirle camino a la utopía. No estoy pensando en los autodenominados 'activistas' cuya principal actividad consiste en oponerse a todo y en desafiar a la fuerza pública para luego denunciarla.
     El ciudadano activo que propongo es aquel capaz de asociarse con otros para hacer de manera voluntaria un trabajo concreto en beneficio de su comunidad. Ejemplos: un comité de vecinos que se ocupa del aseo y de alumbrado de su calle o de su unidad habitacional; un grupo de padres que detecta e impide el acceso de los vendedores de drogas minoristas a la escuela de sus hijos; una red de vecinos para la autodefensa y para impedir los robos en su entorno.
     La clave es organización y trabajo colectivo en beneficio de la comunidad. Esto incluye participar en boicots contra empresas abusivas; formación de colectivos para hacer compras a precios bajos o para favorecer a productores que no contaminan; organización de protestas vecinales contra antros ruidosos.
     Las acciones colectivas que propongo no se limitan a una tarde de entusiasmo con los vecinos; requieren trabajo sostenido hasta lograr la meta propuesta.
     Los medios de comunicación podrían reconocer, alentar y dar seguimiento a las acciones colectivas. Las redes sociales son un medio idóneo para la organización de acciones; los tweeteros y blogueros pueden ser los intermediarios de la comunicación colectiva que ayuda a sostener el ánimo. Las cámaras y las asociaciones empresariales podrían empezar a hacer algo más que defender sus intereses de grupo y usar su potencia para ayudar a las comunidades organizadas a lograr sus fines; un país más civilizado está en el mejor interés de los empresarios e inversionistas.
     En México 2011, lo anterior puede sonar utópico, pero nada de lo propuesto es irrealizable ni requiere milagros ni líderes mesiánicos. Tampoco se hará de un día para otro, pero puede empezarse mañana. Si México ha de ser un estado viable a mediano plazo, empecemos a comportarnos como los ciudadanos del país que deseamos.

Las TIC’s y la formación de profesores

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: e-consulta. 27 de abril de 2011

     Recientemente estuve como alumna en un curso en línea dirigido a profesores para aprender a usar y sacar el mejor provecho de las llamadas tecnologías de información y comunicación (tic’s) para apoyar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Debido al boom que estas herramientas han tenido, ya venía usándolas, aunque de manera más empírica y   llevada por mi intuición, más que por considerarme una experta.
     Me acerqué al curso pensando que aprendería más sobre cómo sacarles más provecho pedagógico, pues debo confesar que no me deshago de mis deformaciones profesionales y siempre espero que los procesos de formación de profesores tengan un toque didáctico-pedagógico que mejore la práctica docente de los profesores, sobre todo cuando los cursos están dirigidos a docentes universitarios, que como todos sabemos no necesariamente tienen formación pedagógica para enfrentar el proceso enseñanza-aprendizaje.
     Mi experiencia en este curso fue desalentador, efectivamente aprendí más sobre las  herramientas tecnológicas de una plataforma educativa denominada moodle, el curso me ayudó a pensar cómo podía sacarle mayor provecho a herramientas como el foro, la wiki, el glosario, entre otros… sin embargo el curso se limitaba a dar información sobre cómo activar, desactivar, dar instrucciones, etc., de estas herramientas, pero no se reflexionaba sobre cuáles serían los beneficios pedagógicos, sobre todo en el hecho de que a través de estas herramientas se favorecen los procesos de construcción de conocimientos de manera colaborativa. Es decir, mis propios conocimientos previos me permitieron hacer estas conjeturas y generar mis propias reflexiones, pero qué pasa con profesores universitarios que en su bagaje cultural no se encuentran estos conocimientos… pues seguramente nada… utilizarán estas poderosas herramientas sin darle su real sentido pedagógico, constructivo y colaborativo.
     El curso siguió avanzando y empezamos a ver otro tipo de herramientas que pueden ligarse a la plataforma de moodle, como el webquest y el hotpotatoes; el primero me impresionó, pues nuevamente se trata de una herramienta que favorece de manera  lúdica el desarrollo de aprendizajes a través de una estrategia colaborativa. Sin embargo me dejó un mal sabor de boca que una de las indicaciones es que el profesor debe buscar las páginas web en las que los alumnos deben analizar la información para trabajarla y lograr el producto establecido, pero si consideramos que los alumnos universitarios son prácticamente adultos, debería cambiarse esta estrategia y parte de la dinámica entre el equipo y el profesor debería ser la de discutir qué tan pertinente es una página seleccionada por los alumnos para el manejo de la información, además de no limitarse sólo al internet.
     Mi angustia llegó a su límite cuando vi las actividades propuestas por el hotpotatoes, pues son actividades memorísticas que hemos criticado desde ya hace mucho tiempo y fuertemente pues en nada favorecen la construcción de aprendizajes, tales como crucigramas, completar espacios vacíos, relacionar columnas, etc.; actividades muy utilizadas en la época de la educación conductista y que se opone radicalmente a la construcción de aprendizajes por colaboración, en situ o basándose en problemas.
Es cierto que la memoria es parte fundamental de construir y generar nuevos aprendizajes, sin embargo parece irrisorio que se de lugar a este tipo de acciones en cursos en línea en donde se pretende generar la construcción de conocimientos en un momento histórico en donde se ha reconocido que el conductismo no es una buena vía para generar sujetos pensantes.
     Así que ya muy desanimada por el curso, me puse a analizar cuál era la intención de los organizadores e impartidores del mismo. Primero observé que todos eran ingenieros, segundo llegué a la conclusión de que su única intención era la de promover las actividades de la plataforma y cómo se lo podría sacar un mejor provecho tecnológico, pero de ninguna manera había la intención de promover en los profesores una construcción didáctico-pedagógica para favorecer estrategias constructivistas en los procesos de aprendizaje. Entonces dejé el curso, no continúe, estaba demasiado desanimada y no encontraba el sentido para seguir participando.
     Sin embargo y también por deformación, siempre busco aprender hasta de las experiencias menos significativas. Así que pensé que es necesario que junto a ingenieros en sistemas conocedores de los softwares educativos, debe haber un pedagogo que conozca de los procesos de aprendizaje, ambos deben diseñar un curso dirigido a profesores para sacar todos los posibles beneficios para que los alumnos construyan y aprendan, además que cuando se trata de profesores universitarios, no se debe partir del supuesto de que sólo requerirán el conocimiento de las tic’s sino es necesario considerar cómo utilizar pedagógicamente estos. Por lo que concluyo que muchas veces los cursos de formación de profesores no funcionan porque no se favorece la construcción de aprendizajes sobre lo que los profesores requieren, limitándose estos a dar información, que hoy en día podemos encontrar en una buena página web.










Lucha de Gigantes

Autor: Alexis Vera
Publicado: La Primera de Puebla, 27 de abril de 2011

     Carlos Slim contra Emilio Azcárraga y otros millonarios mexicanos más, en una batalla entre poderosos que nadie sabe cuándo y en qué terminará. No, no se trata del título y subtítulo de una reciente película mexicana.  Se trata más bien de un caso de la vida empresarial detonado a principios de este año que se ha convertido en un espectáculo multicolor de doble moral.
     Muchos en México admiran a Carlos Slim. Uno de los pocos mexicanos rankeados en el top de una lista global. Para ellos es motivo de orgullo que un mexicano sea el número uno del mundo, como si fuese un logro compartido; como si su logro fuera nuestro logro. Aunque en cierta medida lo es: prácticamente todos hemos contribuido a su riqueza.
     Sin embargo, para otros, sus logros financieros son síntomas de una economía malsana; una economía de privilegios, de amiguismos, de camarillas de poder, de monopolios, de inequidad e injusticia de la que él ha sabido astutamente sacar provecho personal.
     En la otra esquina… Tenemos, como contendientes principales, a Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas, cabezas de Televisa y TV Azteca respectivamente. Los otrora enemigos comerciales, ahora son cuates en la alianza contra Slim. No se sabe con exactitud quién inició la batalla legal, comercial y mediática entre nuestros súper luchadores. Tampoco se sabe a ciencia cierta cuándo inició. Sabemos que los desacuerdos se hicieron públicos a finales de febrero de este año (unos días después de que Forbes entronó nuevamente a Slim como el hombre más rico del mundo, ¿coincidencia?) cuando Grupo Carso, de Carlos Slim, anunció que ya no compraría publicidad a Televisa y TV Azteca porque ambas le alzaron las tarifas injustificadamente. Después algunos diarios mencionaron que TV Azteca había condicionado la venta de publicidad a Telmex y Telcel a cambio de que éstas bajasen sus tarifas de interconexión que, reclamaban, eran de las más caras del mundo.   
     Con tarifas de interconexión más bajas se beneficiaría directamente a Iusacell, del mismo Ricardo Salinas, entre otras empresas de telecomunicaciones.
     Así pues, se inició una batalla de millonarios. Las televisoras subieron al ring a prácticamente todas las empresas de telecomunicaciones establecidas en México, incluyendo a las cableras y, desde entonces, este colectivo ha atacado frontalmente a Grupo Carso con anuncios en los principales diarios nacionales y con demandas ante la Comisión Federal de Competencia; ataques a los que Slim ha respondido con la misma intensidad y vehemencia.
     El propósito de este artículo nos es relatar la batalla sino reflexionar sobre ella. El que Televisa y TV Azteca acusen a Telmex y Telcel de prácticas y abusos monopólicos es, en el mejor de los casos, cínico. Las empresas de Azcárraga y Salinas critican al capitalismo irresponsable de Slim que ellas mismas practican y han practicado desde siempre. A eso los suizos le llaman doble moral. En México le llamamos el comal le dijo a la olla.
     Estos súper millonarios van a otros países en Sudamérica a pedir que se abran los mercados a la competencia para que ellos puedan entrar y allí vender, pero aquí en nuestro país ellos defienden ‘su feudo’ con estrategias éticamente cuestionables para que éste no se abra a otros competidores que podrían mermar sus ganancias.  
     Desafortunadamente, sus ganancias casi siempre se traducen en pérdidas para los consumidores en México.
     Nadie podría negar que Slim, Azcárraga, Salinas y sus colegas son gente brillante para los negocios. Por esa razón hay muchas personas que les admiran; quisieran imitarles, seguirles, alcanzar su gloria. Sin embargo, el dinero que ellos tienen sólo es una parte del iceberg, la parte que todos ven.  La otra parte, aquella grande y sumergida bajo el agua, está constituida en gran medida por el costo que sus fortunas tienen para un país en desarrollo como México. En efecto, me parece que no es ciencia lejana inducir que, a mayor riqueza y poder de estos hombres y sus empresas, menor calidad de vida para los consumidores mexicanos. Si entre ellos se coluden (como ha sido siempre), todos perdemos. Si se pelean (como ahora), puede ser que los consumidores algo ganen. Por ejemplo, el mes pasado el gobierno ordenó a Grupo Carso bajar un 60% los costos de interconexión. Ahora falta ver si Slim cumple y si sus acérrimos competidores trasladan el beneficio a los consumidores. 

No quiero entrar a Facebook

Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado: Síntesis Puebla, 28 de abril de 2011

     Me rehusé un par de años a ingresar a Facebook mientras todos a mi alrededor me soltaban con un tono entre incrédulo y compasivo un “¿tú (tontito tecnológicamente retardado y excluido social)… no tienes cuenta?”  El argumento para mi negativa era que aquella cosa no era más que un lugar para andar chismeando en la vida de los otros, algo hecho para gente cuya vida era tan gris y tan plana que para no morir de hastío necesitaban asomarse a la excitante vida de otros, a esa parte de la vida cuidadosamente escogida por ellos para dar alguna impresión particular a un grupo escogido de ingenuos.   
     Por supuesto no era un producto destinado a gente seria como yo. Pero caí. Un buen día yo ya tenía mi cuenta, abierta por algún alma caritativa que no pudo soportar más la pena de que alguien cercano no estuviera en La Red, pensando quizá en que si no lo estás equivale simplemente a que no existes. Ahora el círculo de mis amigos rebasa el número cien, casi todos parientes y amigos antiguos reencontrados con el poderoso sistema de búsqueda de personas, un endemoniado artilugio que abre la posibilidad de caer en la malsana tentación de buscar por ejemplo la foto actualizada de alguna ex novia, al menos por la retorcida curiosidad de ver su rostro después de tantos años y saber si se tuvo buena o mala suerte al haberse alejado de ella. Así van apareciendo unos rostros, y en algunos casos después del rostro la solicitud de “amistad”, y después de la mutua aceptación, algunas graduales confidencias, catarsis y descargas anímicas que resultan a estas alturas absurdas y extemporáneas pero que son igualmente saludables, total, ojos que no ven (aunque chatees y compartas la escritura) corazón que no siente (tanto). Pero ese definitivamente no es mi interés.
     No. La oportunidad fecunda para mí en La Red resultó ser finalmente el encontrar a mi familia ampliada a través de fotos antiguas y recientes, una familia de ramas mexicanas muy cortas por venir por ambos lados de emigrantes, pero prolíficas. Me dedico pues a armar un gran álbum familiar de imágenes que circulan por entre el Facebook de mi parentela. Por eso ahora conozco el rostro de bisabuelos que nunca pisaron esta tierra, fotos infantiles de mis padres o de mi abuela guardadas en álbumes familiares de primos insospechados y lejanos y ahora súbitamente cercanos gracias a esta tecnología del demonio. Bueno, mejor sí entro a Facebook.



martes, abril 26, 2011

Antropología y pensamiento en tiempos de crisis

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicado: E-consulta, 12 de Abril de 2011 

     Vivimos en condiciones difíciles por la inestabilidad de las circunstancias. Todo se mueve, las metas parecen lejanas y es débil la fuerza de la responsabilidad ante el compromiso. Envueltos en la sociedad actual, donde las condiciones de vida cambian tan rápido que difícilmente se consolidan hábitos y el vértigo nos produce inseguridad, la antropología filosófica nos aproxima a la persona, su constitución y necesidad de unidad y sentido para conducirnos entre los peligros y oportunidades donde nos encontramos.
     Para la filósofa malagueña María Zambrano, exiliada en México, las crisis tienen la propiedad de mostrar lo más interior de la vida humana. En las crisis se da el privilegio de ver más claramente nuestra vida porque impactan en la vinculación de nuestro ser con la realidad. Podemos acudir al patrimonio humano adquirido, lo aprendido, constatado y vivenciado en anteriores rupturas similares y preparatorias. Pero este patrimonio puede estar olvidado, o se nos antoja poco accesible por falta de uso y de actualización.
     Por su parte, el filósofo madrileño Fernando Rielo señala que comparar a los seres humanos y a los animales nos arroja la diferencia radical de sus comportamientos. El comportamiento basado en estímulos de los animales, tiene su origen en la necesidad de adaptación al medio; mientras que el comportamiento humano es motivacional, es decir, tiene su origen en la libertad y puede retardar e incluso negarse a dicha acomodación. De aquí la importancia de saber encontrar motivaciones que capaciten para percibir y transmitir valores básicos y coherentes para un compromiso serio en la vida. También argumenta que la persona, desde el punto de vista formal, está estructurada unitivamente por la libertad que presenta dos funciones: inteligir y querer; es decir, la persona humana es más que pensamiento y más que voluntad, es libertad abierta al absoluto al que puede entender y desear, pero sobre todo está llamado a unirse. El absoluto se experiencia –no experimenta- y tiene capacidad de dar sentido último a los seres, se nos da a la experiencia y a la reflexividad; responde, por tanto, a la sed de conocimiento de la persona, y a la escasez de dirección y sentido que padece; abre el espíritu humano al infinito otorgándole una capacidad salir de su individualidad y relacionarse con los otros y el entorno, una capacidad extática cuyo ejercicio y actualización conforma y consolida la personalidad, convirtiéndose en la misión fundamental de la educación.
     En momentos de crisis es preciso pensar. Blaise Pascal, matemático y filósofo francés del siglo XVII escribía al respecto: Esforcémonos por pensar bien, ahí reside el principio de la moral. Académicos actuales que trabajan en organismos internacionales como Jérome Bindé abogan por una ética del futuro. En medio de la confusión y falta de confianza en todo y todos, apuestan por ir más allá, no abandonar el por-venir, el futuro que se ha de hacer aquí y ahora, desde la inclusión de todos los sujetos y realizando proyectos a corto y mediano plazo, junto a las proyecciones prospectivas. Tenemos la responsabilidad actual de poner las bases del devenir, de posibilitar y asegurar la sostenibilidad del patrimonio humano, natural y cultural. 

¿Qué nos queda por hacer?

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: Síntesis Puebla, 12 de abril de 2011

     Hace poco vino a La Ibero Puebla, la doctora Margarita Zorrilla, directora del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, que se encarga del diseño, aplicación y sistematización de resultados de la prueba Enlace. En esta ocasión la doctora Zorrilla mencionaba que en el nivel de secundaria se encuentran los más altos índices de deserción en nuestro sistema educativo, y que esto se debe a que los estudiantes no ven ningún sentido en asistir a la escuela y prepararse.
     Ya se ha señalado que esto tiene que ver con la idea de que prepararse técnicamente o profesionalmente en México ya no representa la posibilidad de movilidad social, ni la garantía de que se tendrá un empleo y una forma honesta de vivir. También la familia se ha modificado tanto que ahora no hay quién oriente a los muchachos inquietos y confundidos entre los 12 y.15 años, edad complicada en donde considerándose mayores toman muchas decisiones que no son siempre las más adecuadas. Además, hay claridad en que la escuela no se ha modificado lo suficiente para responder a la nueva dinámica social en la que viven los alumnos.
     Así que creo dos cosas centrales de estas reflexiones: una es que los profesores no son los únicos responsables de que estos phi-Los no se formen bien o de que no le encuentren sentido .a la escuela; nuestros últimos gobiernos (y no me refiero sólo a los panistas) no han tornado las decisiones más adecuadas para que México continúe con su desarrollo, tanto que los analistas económicos dicen que países más pobres y atrasados que el nuestro han logrado salir adelante y tener un buen crecimiento por las políticas de estado que han asumido.
     Y dos, que los padres de nuestros alumnos requieren mayor responsabilidad; debido al problema económico muchas familias se desintegran para que uno de los padres o ambos busquen mejores formas de vida en el país del Norte; además de que algunos otros han relajado su compromiso como padres para vivir sus propias vidas, dejando en el abandono a sus hijos. Esto no tiene que ver con una condición social, pues el fenómeno está presente en todas las esferas.
     Entonces, ¿Qué nos queda hacer a los profesores con estudiantes que no quieren estudiar porque creen que no tiene sentido hacerlo, pues no encontrarán trabajo al terminar la escuela?, ¿Qué pasa si no hay padres que los obliguen a asistir ala escuela porque están ocupados en ganarse el pan de todos los días o en vivir sus vidas locas? Lo que quiero decir es que educara nuestros jóvenes es una responsabilidad de todos.

Ética Indignación o ética de la indignación

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: Síntesis Puebla, 10 de abril de 2011

     ¿Qué tanta capacidad de indignación tenemos los mexicanos?. ¿Qué cosas nos indignan: Por indignación los diccionarios registran esta idea: sentimiento de enorme enfado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial.
     Sin duda alguna, los tres registros de esta definición: injusticia, algo que nos ofenda o que sea perjudicial para la sociedad, son una constante en nuestro diario vivir.
      Los registros reales que podemos enumerar parecen interminables: corrupción, inseguridad, irresponsabilidad, incumplimiento de leyes y principios, mentiras y engaños sistemáticos, afrentas contra los más débiles, iniquidad, aumento de la miseria, falta de oportunidades de realización humana, desempleo, vejaciones contra la dignidad humana, injusticia generalizada, atentados contra los derechos humanos, etc., pero lo sorprendente no es que estén presentes, sino que apenas la gente esté manifestando su indignación.        
     Parece ser que nuestra capacidad de indignación está reservada contra los atentados que sufre nuestro equipo favorito en la jornada futbolera: no soportamos que se corneta una falta, o una expulsión, o que se marque o no un penalti -según nos convenga o no-.
     Nuestra ira la dirigimos hacia el árbitro que se atrevió a ir en contra de nuestro equipo `razón' y 'meta' de nuestros ideales. En Europa, un anciano de 93 años llamado Stéphane Hessel, veterano de la Resistencia, recientemente ha escrito un pequeño libro de 64 páginas: Indignaos!: Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica', el cual es hoy mismo un éxito millonario en ventas. Y lo es porque se ha constituido en un reclamo ante la pasividad de la sociedad, especialmente la de los jóvenes y la indiferencia ante la crisis. Indignarse por el estado caótico en el que se encuentra el mundo es por demás asumir una posición ética, y la ética no es otra cosa que tener consciencia del dolor y mal del otro, los otros; y asumir un compromiso por remediar ese estado y lograr que al mirar a los otros, nos veamos en ellos.

Decisión, sí; Resignación, no

Autora:  Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line, 11 de abril de 2011

     La fecundidad de los creadores de objetos de fe solo es superada por la credulidad de sus creyentes. Sobran quienes creen en todo y en cualquier cosa: en los poderes de imanes y medallitas, zapatos de suela convexa y flores de Bach; diluciones homeopáticas y escobas tras la puerta; exorcismos y bendiciones; brujerías y maldiciones; pasar bajo escaleras y comprar lotería en luna llena; ángeles y demonios; santos degollados y desollados; cruzar los dedos y tocar madera. Cientos de millones creen en seres inmateriales, en difuntos que viven, en objetos que en vez de caer se elevan, en que ellos mismos, los creyentes, vivieron antes y vivirán después de su vida; en sanaciones milagrosas, seres que violan todas las leyes de la física y la biología; en rituales mágicos, sangrientos unos y sutiles otros.
     Pero lo interesante es que incluso quienes creemos que no creemos tanto, quienes pensamos que somos escépticos y todo lo cuestionamos, también creemos en muchísimos hechos y principios que no resistirían el juicio riguroso de un examen racional, ni menos aún pruebas más rigurosas.
     Nuestra especie, la humana, bien podría llamarse Homo fidelis en vez de Homo sapiens. Porque la sapiencia reiteradamente queda opacada por la credulidad. Y porque acabamos muriendo y matando, amando y odiando, viviendo o vegetando, por causa de nuestras creencias que marginan y condicionan a nuestros saberes. Así somos.
     Esto explica mi malestar de cada mañana, cuando el autobús de la ruta 29 que me lleva a la universidad,  pasa —y generalmente se detiene— frente a una banderola del ayuntamiento que dice lo que para mí es un insulto y un dislate: ”Por azar o por destino, Puebla es nuestro hogar”.
     Leo, releo e imagino cada mañana al funcionario que ideó la frase y mandó que la publicaran para que miles de poblanos la leyéramos y releyéramos en el cruce de los Bulevares Atlixco y Niño Poblano. Es posible que quien ordenó escribir la frase no la comprendiera; y eso sería lamentable. Pero temo que sí la comprendió, que cree en lo que significa; que no se avergüenza de esta creencia, e incluso confía en que si compartimos su fe seremos buenos ciudadanos. ¡Y eso me enoja!
     La frase va contra una de mis creencias más queridas: mi fe en la libertad humana; y en nuestra capacidad y obligación de decidir. Quiero creer en ello.
Creo que vivo en Puebla porque aquí quiero vivir.
      Nací aquí, ciertamente por azar y por causalidades; me niego a creer que fue por destino. Pero como adulta, vivo aquí porque quiero. Un día decidí —palabra fuerte pero cierta— que no quería vivir en la ciudad de México sino aquí. Otro día decidí que quería vivir aquí en vez de en Nueva York; y en estos días estoy decidiendo que quiero seguir viviendo aquí en vez de mudarme a Cuernavaca.
     Y por eso, solo por eso, estoy obligada a portarme como ciudadana. En cambio, si creyera que el azar o el destino me pusieron aquí, podría eludir las responsabilidades con mi ciudad y mis conciudadanos. Fácilmente podría decir: Yo no decidí estar aquí; ni soy responsable de ello; por tanto, que el azar o el destino se encarguen de lo que suceda.
     Quien mandó colocar la frase en sitio tan visible haría bien en repasar sus creencias, e incluso en cambiar su fe. Porque sospecho que la convivencia sería deleitable si fuéramos mayoría los poblanos creyentes en que vivimos aquí porque queremos; porque hemos decidido llamar hogar a esta tierra con su sol, su lluvia y sus volcanes, con sus mercados y su centro histórico, sus barrios y sus juntas auxiliares, sus chalupas, su mole y su nogada; sus dulces, su laboriosidad y hasta su arrogancia. En vez de mirar nuestra estancia en esta Puebla con la resignación de quien cree que el destino o el azar lo pusieron aquí, sin tomar en cuenta su voluntad, e incluso quizás violentándola.
     Dicen que Ernesto "Che" Guevara dijo: "Sólo hay una cosa más grande que el amor a la libertad, el odio a quien te la quita." Pues bien, quien niega la libertad como posibilidad, hace algo peor que quitar físicamente la libertad.
Si por mí fuera, llenaría la ciudad con frases provocativas: “Si no estás aquí porque quieres, ve pensando en irte a otra parte”. “Si sientes que el azar o el destino te obligan a vivir en Puebla, estás invitada a irte”.
     Quizás paliaría tan hirientes frases con otras que dijeran: “Si de verdad no puedes vivir donde quieres, empieza a querer la ciudad en que vives”. “Decídete a vivir en Puebla; no te resignes”.
     El tema puede parecer trivial, pero no lo es. De verdad  no lo es.

Constructores de nuestro propio futuro

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: Síntesis Puebla, 03 de abril de 2011

     La construcción del futuro está dada en cada decisión que voy tomando todos los días de mi vida; lo que determino sobre mi persona y Sobre otras personas en el presente tendrá consecuencias que impactarán en mi futuro cercano o lejano, irremediablemente. Hoy soy un conjunto de consecuencias de las decisiones que tomé en el pasado, pues hasta cuando no torno una decisión, estoy decidiendo no decidir; las decisiones están impregnadas al libre albedrio que es parte de nuestra naturaleza humana, por lo que todo el tiempo estarnos decidiendo.
     Decidir es francamente una dificultad, pues nunca sabemos cuales la consecuencia que vendrá detrás de esa decisión, lo único que sabemos es que habrá una consecuencia Hay dos maneras de decidir: una poco reflexionada, dejándose llevar por las emociones que nos implica la situación; y otra pensada detenidamente sobre cuál es aquella opción que me permite mayores posibilidades de hacer el mayor bien común, incluyéndome a mí.
     Esta forma de decidir es compleja, y aún haciéndola de manera cociente, a veces nuestras emociones nos hacen malas bugadas. Recientes estudios han mostrado que las personas al decidir nos dejamos llevar más por nuestras emociones y muy pocas veces por nuestros pensamientos, por lo que se cree que es importante que en las escuelas se trabaje más con la inteligencia emocional, que implica reconocer las propias emociones y las de otras personas cercanas a mí. Se dice que no se pueden educar las decisiones, pero que se puede mostrar que no es conveniente tomar decisiones cuando hay emociones dominando sobre nuestro ser por lo que es importante reconocer cuando uno está triste, enojado, o demasiado alterado para tomar una decisión, y cuando el estar bajo el control de una emoción puede ser ocasión de tomar una decisión poco acertada.
     Si mis emociones son inteligentes, podré postergar una decisión, hasta que mi estado emocional me permita hacerlo... de otro modo, tendré el futuro que no quiero y del mismo modo habré construido mi propio destino: bueno, regular o tal vez malo; sin embargo, ahora que estamos conscientes del proceso de tomar decisiones ya no poderlos responsabilizar a otros acerca de la vida que nos ha tocado vivir, pues cada uno de nosotros la ha ido construyendo a partir de las decisiones que ha tomado día con día