martes, abril 26, 2011

Ética Indignación o ética de la indignación

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: Síntesis Puebla, 10 de abril de 2011

     ¿Qué tanta capacidad de indignación tenemos los mexicanos?. ¿Qué cosas nos indignan: Por indignación los diccionarios registran esta idea: sentimiento de enorme enfado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial.
     Sin duda alguna, los tres registros de esta definición: injusticia, algo que nos ofenda o que sea perjudicial para la sociedad, son una constante en nuestro diario vivir.
      Los registros reales que podemos enumerar parecen interminables: corrupción, inseguridad, irresponsabilidad, incumplimiento de leyes y principios, mentiras y engaños sistemáticos, afrentas contra los más débiles, iniquidad, aumento de la miseria, falta de oportunidades de realización humana, desempleo, vejaciones contra la dignidad humana, injusticia generalizada, atentados contra los derechos humanos, etc., pero lo sorprendente no es que estén presentes, sino que apenas la gente esté manifestando su indignación.        
     Parece ser que nuestra capacidad de indignación está reservada contra los atentados que sufre nuestro equipo favorito en la jornada futbolera: no soportamos que se corneta una falta, o una expulsión, o que se marque o no un penalti -según nos convenga o no-.
     Nuestra ira la dirigimos hacia el árbitro que se atrevió a ir en contra de nuestro equipo `razón' y 'meta' de nuestros ideales. En Europa, un anciano de 93 años llamado Stéphane Hessel, veterano de la Resistencia, recientemente ha escrito un pequeño libro de 64 páginas: Indignaos!: Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica', el cual es hoy mismo un éxito millonario en ventas. Y lo es porque se ha constituido en un reclamo ante la pasividad de la sociedad, especialmente la de los jóvenes y la indiferencia ante la crisis. Indignarse por el estado caótico en el que se encuentra el mundo es por demás asumir una posición ética, y la ética no es otra cosa que tener consciencia del dolor y mal del otro, los otros; y asumir un compromiso por remediar ese estado y lograr que al mirar a los otros, nos veamos en ellos.

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