viernes, abril 29, 2011

No quiero entrar a Facebook

Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado: Síntesis Puebla, 28 de abril de 2011

     Me rehusé un par de años a ingresar a Facebook mientras todos a mi alrededor me soltaban con un tono entre incrédulo y compasivo un “¿tú (tontito tecnológicamente retardado y excluido social)… no tienes cuenta?”  El argumento para mi negativa era que aquella cosa no era más que un lugar para andar chismeando en la vida de los otros, algo hecho para gente cuya vida era tan gris y tan plana que para no morir de hastío necesitaban asomarse a la excitante vida de otros, a esa parte de la vida cuidadosamente escogida por ellos para dar alguna impresión particular a un grupo escogido de ingenuos.   
     Por supuesto no era un producto destinado a gente seria como yo. Pero caí. Un buen día yo ya tenía mi cuenta, abierta por algún alma caritativa que no pudo soportar más la pena de que alguien cercano no estuviera en La Red, pensando quizá en que si no lo estás equivale simplemente a que no existes. Ahora el círculo de mis amigos rebasa el número cien, casi todos parientes y amigos antiguos reencontrados con el poderoso sistema de búsqueda de personas, un endemoniado artilugio que abre la posibilidad de caer en la malsana tentación de buscar por ejemplo la foto actualizada de alguna ex novia, al menos por la retorcida curiosidad de ver su rostro después de tantos años y saber si se tuvo buena o mala suerte al haberse alejado de ella. Así van apareciendo unos rostros, y en algunos casos después del rostro la solicitud de “amistad”, y después de la mutua aceptación, algunas graduales confidencias, catarsis y descargas anímicas que resultan a estas alturas absurdas y extemporáneas pero que son igualmente saludables, total, ojos que no ven (aunque chatees y compartas la escritura) corazón que no siente (tanto). Pero ese definitivamente no es mi interés.
     No. La oportunidad fecunda para mí en La Red resultó ser finalmente el encontrar a mi familia ampliada a través de fotos antiguas y recientes, una familia de ramas mexicanas muy cortas por venir por ambos lados de emigrantes, pero prolíficas. Me dedico pues a armar un gran álbum familiar de imágenes que circulan por entre el Facebook de mi parentela. Por eso ahora conozco el rostro de bisabuelos que nunca pisaron esta tierra, fotos infantiles de mis padres o de mi abuela guardadas en álbumes familiares de primos insospechados y lejanos y ahora súbitamente cercanos gracias a esta tecnología del demonio. Bueno, mejor sí entro a Facebook.



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