martes, abril 26, 2011

Decisión, sí; Resignación, no

Autora:  Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line, 11 de abril de 2011

     La fecundidad de los creadores de objetos de fe solo es superada por la credulidad de sus creyentes. Sobran quienes creen en todo y en cualquier cosa: en los poderes de imanes y medallitas, zapatos de suela convexa y flores de Bach; diluciones homeopáticas y escobas tras la puerta; exorcismos y bendiciones; brujerías y maldiciones; pasar bajo escaleras y comprar lotería en luna llena; ángeles y demonios; santos degollados y desollados; cruzar los dedos y tocar madera. Cientos de millones creen en seres inmateriales, en difuntos que viven, en objetos que en vez de caer se elevan, en que ellos mismos, los creyentes, vivieron antes y vivirán después de su vida; en sanaciones milagrosas, seres que violan todas las leyes de la física y la biología; en rituales mágicos, sangrientos unos y sutiles otros.
     Pero lo interesante es que incluso quienes creemos que no creemos tanto, quienes pensamos que somos escépticos y todo lo cuestionamos, también creemos en muchísimos hechos y principios que no resistirían el juicio riguroso de un examen racional, ni menos aún pruebas más rigurosas.
     Nuestra especie, la humana, bien podría llamarse Homo fidelis en vez de Homo sapiens. Porque la sapiencia reiteradamente queda opacada por la credulidad. Y porque acabamos muriendo y matando, amando y odiando, viviendo o vegetando, por causa de nuestras creencias que marginan y condicionan a nuestros saberes. Así somos.
     Esto explica mi malestar de cada mañana, cuando el autobús de la ruta 29 que me lleva a la universidad,  pasa —y generalmente se detiene— frente a una banderola del ayuntamiento que dice lo que para mí es un insulto y un dislate: ”Por azar o por destino, Puebla es nuestro hogar”.
     Leo, releo e imagino cada mañana al funcionario que ideó la frase y mandó que la publicaran para que miles de poblanos la leyéramos y releyéramos en el cruce de los Bulevares Atlixco y Niño Poblano. Es posible que quien ordenó escribir la frase no la comprendiera; y eso sería lamentable. Pero temo que sí la comprendió, que cree en lo que significa; que no se avergüenza de esta creencia, e incluso confía en que si compartimos su fe seremos buenos ciudadanos. ¡Y eso me enoja!
     La frase va contra una de mis creencias más queridas: mi fe en la libertad humana; y en nuestra capacidad y obligación de decidir. Quiero creer en ello.
Creo que vivo en Puebla porque aquí quiero vivir.
      Nací aquí, ciertamente por azar y por causalidades; me niego a creer que fue por destino. Pero como adulta, vivo aquí porque quiero. Un día decidí —palabra fuerte pero cierta— que no quería vivir en la ciudad de México sino aquí. Otro día decidí que quería vivir aquí en vez de en Nueva York; y en estos días estoy decidiendo que quiero seguir viviendo aquí en vez de mudarme a Cuernavaca.
     Y por eso, solo por eso, estoy obligada a portarme como ciudadana. En cambio, si creyera que el azar o el destino me pusieron aquí, podría eludir las responsabilidades con mi ciudad y mis conciudadanos. Fácilmente podría decir: Yo no decidí estar aquí; ni soy responsable de ello; por tanto, que el azar o el destino se encarguen de lo que suceda.
     Quien mandó colocar la frase en sitio tan visible haría bien en repasar sus creencias, e incluso en cambiar su fe. Porque sospecho que la convivencia sería deleitable si fuéramos mayoría los poblanos creyentes en que vivimos aquí porque queremos; porque hemos decidido llamar hogar a esta tierra con su sol, su lluvia y sus volcanes, con sus mercados y su centro histórico, sus barrios y sus juntas auxiliares, sus chalupas, su mole y su nogada; sus dulces, su laboriosidad y hasta su arrogancia. En vez de mirar nuestra estancia en esta Puebla con la resignación de quien cree que el destino o el azar lo pusieron aquí, sin tomar en cuenta su voluntad, e incluso quizás violentándola.
     Dicen que Ernesto "Che" Guevara dijo: "Sólo hay una cosa más grande que el amor a la libertad, el odio a quien te la quita." Pues bien, quien niega la libertad como posibilidad, hace algo peor que quitar físicamente la libertad.
Si por mí fuera, llenaría la ciudad con frases provocativas: “Si no estás aquí porque quieres, ve pensando en irte a otra parte”. “Si sientes que el azar o el destino te obligan a vivir en Puebla, estás invitada a irte”.
     Quizás paliaría tan hirientes frases con otras que dijeran: “Si de verdad no puedes vivir donde quieres, empieza a querer la ciudad en que vives”. “Decídete a vivir en Puebla; no te resignes”.
     El tema puede parecer trivial, pero no lo es. De verdad  no lo es.

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