Autora: Celine Armenta
Antes que nada debo aclarar mi postura frente al aborto; estoy en contra, Si yo pusiera las reglas de la vida, ninguna mujer en ningún momento, debiera enfrentar el dilema moral del aborto, ni sufrir muchísimas otras situaciones a las que se enfrenta por el hecho de que ser mujer hoy día, en México, es ser ciudadana de segunda, con la “obligación” de sacrificarse por encima del derecho de “realizarse”. Soy una apasionada defensora de la vida humana, de los niños, de las mujeres. Y precisamente porque amo la vida, apoyo la total despenalización del aborto.
Ahora bien, por otro lado, me alegro de que se haya cancelado el debate previsto para el pasado miércoles 11. Si no se aseguraba una mínima diversidad de posturas, no tenía sentido pretender que se debatiría algo. Aunque, siendo exigentes, el debate aparecía poco prometedor desde el principio, porque los “debatientes” estaban lejos de ser las voces que hoy debemos escuchar.
1: Eran varones en su mayoría (dos de tres). Este debate debemos ponerlo en las bocas y en los corazones, de las mujeres. Requerimos organizar un debate de mujeres diversas. Inteligencia nos sobra a las mujeres; no hay razón para que hablen los varones; ni menos aún que lo hagan de manera preferente y mayoritaria. Las mujeres tenemos una visión que jamás podrán compartir ellos; no hay manera de que se pongan en nuestros zapatos. Y esto de la despenalización del aborto es un tema que afecta sustancialmente a las mujeres.
2: Los invitados venían de fuera, siendo que tenemos sobradas mujeres en el plantel para armar no uno sino muchos debates. Y tenemos diversidad real: cientos de mujeres interesantes podríamos participar. Logremos que haya real diversidad entre las debatientes: algunas con muchos estudios, otras con menos; algunas viejas, otras jóvenes; algunas con experiencia personal de aborto, otras con experiencia de decisiones heroicas ante el dilema de abortar; que haya mujeres que hayan sufrido violación y la hayan denunciado; y también que la hayan padecido sin poder denunciarla; que haya madres, abuelas y mujeres que optaron por no tener niños, o no pudieron tener hijos; mujeres criadas en sábanas de seda y mujeres que hayan crecido con enormes limitaciones; feministas y críticas del feminismo; de izquierda y de derecha; religiosas de diversas tendencias, y ateas. De todos esos tipos hay mujeres en nuestra Ibero; algunas somos docentes, otras estudiantes, otras secretarias, otras ocupan puestos administrativos diversos, y hay quienes se encargan de la limpieza; hay poquitas funcionarias, pero también las hay.
3. El panel de debates proponía a dos políticos y un sacerdote. Los políticos no suelen tener realmente argumentos; su camaleonismo y su clientelismo suelen ganar a las ideas de fondo. Difícilmente se les escucha hablar con independencia de conciencia; es más común escucharlos con discursos de lealtades partidistas. El sacerdote sería escuchado precisamente como ministro de una iglesia ante la cual, no hay amor filial suficiente para cegarnos ante el hecho de que la iglesia católica ha sido históricamente misógina, que no dialoga sino pontifica, pues por siglos ha afirmado poseer el monopolio de la verdad.
¿Por qué no organizamos un buen debate, de mujeres, de la Ibero, armadas de nuestra conciencia y experiencia? Y que los varones de la Ibero, los ministros de culto y los diputados, se sienten, escuchen y aprendan.
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