martes, octubre 23, 2007

Hablemos de calidad educativa

Autor: José Rafael de Regil VélezPblicación: E-consulta, 23 de octubre 2007

Recién esta mañana leía un artículo de Andrés Oppenhaimer sobre calidad educativa. No pude evitarlo, me salió del alma: “¡y vuelva la burra al trigo con eso de la calidad educativa!” Y después, probablemente movido por la pésima costumbre de la lectura o por lo bien que me cae ese Oppenhaimer, me devoré su texto.

En resumidas cuentas, el argentino llama la atención de su habitual público lector sobre la importancia de invertir no sólo en la construcción de escuelas (como sucede en la mayor parte de los países latinoamericanos, tan carentes de infraestructura), sino también y por encima de todo en los contenidos que se enseñan entre las paredes que para aula son edificadas.

Como casi todo opinador que aborde el tema más o menos con seriedad, hace énfasis en la importancia que tiene que profesores y alumnos participen en pruebas de medición que permitan tener algún referente externo a su propia institución para ubicar niveles de aprendizaje y dominio de competencias que después serán básicas para la incorporación en el mundo laboral.

Concuerdo: el esfuerzo por la formación de gente competente para entender su mundo y generar opciones no es escatimable. Y en pruebas internacionales de medición de aprendizaje puede quedar claro si se dan ciertas herramientas intelectuales para abordar esta tarea: competencias lectoras, de razonamiento matemático y de investigación científica.

Lo que me parece que es insuficiente en este razonamiento es que suelen ser equiparadas calidad educativa con dominio de competencias en su mayor parte intelectivas: leer y escribir, sumar y restar, hacer investigación científica.

Mi experiencia, y la de mucha gente, es que no necesariamente gente muy cualificada marca la diferencia en el momento de plantearse con seriedad si el proyecto socio-económico y político que hoy impera es necesariamente el que deberíamos tener para caminar más humanamente. Se dice que Churchill decía que esto de la democracia era muy pobre, pero que era lo mejor que teníamos: ¿podemos contentarnos con esa ironía?

La calidad educativa requiere la formación de mujeres y hombres críticos y creativos no para buscar la última solución tecnológica de un problema puntual, sino para plantear visiones globales, holísticas, que inspiren, motiven, convoquen y provoquen la construcción de un mundo que cierre la brecha entre pobres y ricos y no sólo la amplíe porque se parta de que así son las cosas y lo que hay que hacer es trabajar sobre ese modelo, pues “ya qué”.

Calidad educativa es también la formación de mujeres y hombres capaces de solidaridad, paa quienes con una solidaridad bien informada, inteligente, que no descanse hasta que de alguna forma los excluidos puedan ser mínimamente invitados al enorme banquete que sigue siendo para pocos este mundo. Porque algo es claro: solidaridad tonta no pasa de sentimentalismo, lloriqueos y moneditas en la calle para los indigentes.

Calidad educativa es también formación para que mujeres y hombres vivan mucho más integradamente emoción-reflexión-acción. La afectividad por ser profundamente humana no puede quedar fuera de las prácticas educativas de excelencia. La gente frustrada y vacía mal reproduce el mundo que le tocó vivir, pero poco contribuye a crear nuevas condiciones.

Todo lo anterior suena bien, al menos para muchos de quienes conozco, lo malo es que se vuelve problemático, principalmente por  dos razones: porque supone pensar diferente de aquellos que piensan que el dominio de teorías, tecnología y técnica sin mayor preparación para afrontar su sentido y significado es suficiente y porque hay que construir indicadores de calidad y excelencia para los cuales no hay mucha gente dispuesta ni presupuesto disponible.

Sin embargo, por aquí y por allá hay personas que siguen pensando que la educación es buena apuesta, cuando no es mero adiestramiento para un mundo que se supone nadie debe dudar que funciona convenientemente, sino cuando es la apuesta por la libertad crítica, creativa, solidaria, afectiva y abierta a las muchas posibilidades que aterran a muchos.

Director Preparatoria Ibero Tlaxcala
rafael.deregil@iberopuebla.edu.mx

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