martes, junio 17, 2008

¿Educamos para la interculturalidad?

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicacion: E- consulta, 17 Junio 2008

En la segunda quincena del mes de mayo se llevó a cabo en Zacatlán una reunión de trabajo de Escuelas Normales públicas Interculturales del estado de Puebla a la cual fui invitada en representación de la Universidad Iberoamericana, Puebla.
En este foro estuvieron implicados, personal de la Dirección de Formación de Docentes de la SEP, profesores y alumnos de las Normales, los directores de las mismas y algunos profesores de dos universidades. Fue muy interesante ver que la reunión fue planteada como intercambio de experiencias, lo cual implica de entrada la promoción de una cultura participativa y colaborativa.
La interculturalidad está fundamentada entre otras cosas en la apertura al diálogo, el respeto y la participación. Ese fue el clima que se vivió en esta reunión de trabajo. Me sorprendió el trabajo y la participación de estudiantes normalistas analíticos y proposititos que partieron de sus experiencias de aprendizaje en el aula y de sus prácticas en las comunidades a las que están asignados.
Esta experiencia generó la reflexión que ahora les comparto.
Me parece importante primero distinguir la multiculturalidad de la interculturalidad. Silvia Schmelkes, experta e iniciadora de la educación para la interculturalidad en México, observa que el concepto de multiculturalidad hace referencia a la aceptación de la diferencia de culturas que conviven en un mismo territorio; situación que es ya un avance respecto a la búsqueda de la integración de la diversidad en una sola cultura. El concepto de multiculturalidad, sin embargo, no pone énfasis en la manera en que se da la convivencia de las distintas culturas, solamente admite las diferencias. Por esto mismo, en esta perspectiva puede tener cabida la discriminación, la imposición y el abuso o dominio de unos sobre otros. Se hace necesario entonces transitar de admitir esas diferencias a valorar el tipo de convivencia entre diferentes, de manera que cada cultura crezca a partir de sus diferencias, se valore y se enriquezca con las otras.
Hay una gran complejidad en esto y se necesitan buscar mínimos para la interrelación en este sentido.
Por ello se plantea el concepto de interculturalidad como una aspiración, más que como un punto de partida. Asumimos que no la hay y trabajamos para promoverla. Esto me parece clave para quienes nos dedicamos a la educación.
Un primer paso es aceptar que podemos aprender de otros, sean estos alumnos, directores o profesores, todos en igualdad de circunstancias, en una relación simétrica. Por ello esta reunión de Escuelas Normales Interculturales fue valiosa. La voz de cada uno fue escuchada para aportar a esa aspiración de todos: la interculturalidad.
Se argumentó que la educación para la interculturalidad debe ser para todos, en los diferentes niveles y escenarios educativos, pues comúnmente se entiende como dirigida a comunidades indígenas y rurales. Sin embargo, en donde realmente necesitamos trabajarla es en toda la población. Esto es condición para la interculturalidad.
En lo educativo no hemos hecho el tránsito de lo multicultural a lo intercultural, aunque pueda advertirse en los discursos y hasta en los planes de estudio. A veces no llegamos ni al plano multicultural, pues queremos uniformar todos los contenidos de los aprendizajes, los estilos de enseñanza, las formas de aprender, las condiciones de nuestros alumnos, entre otras cosas, con la idea de llegar a la igualdad, a la homogenización en sí misma. Aquí habría que reflexionar qué queremos ser como país: ¿crecer fuertes en nuestras raíces y enriquecernos con las diferencias o tratar de ser todos “iguales” buscando una sola cultura?
La interculturalidad implica también que la convivencia entre los diferentes parta de una relación simétrica, es decir, de igual a igual. ¿Lo promovemos en nuestras aulas en el nivel en el que nos encontremos como profesores o nos sentimos superiores a nuestros alumnos?
La interculturalidad requiere ser trabajada como actitud y no solamente como un contenido del plan de estudios. Los maestros con nuestras actitudes promovemos asimetrías con nuestros comentarios, bromas y en la forma como “disciplinamos”. Cada uno de ellos es valioso y digno.
Necesitamos reflexionar también sobre lo que implican las asimetrías en el aula en cuanto a lo escolar: el acceso y la calidad: ¿todos los niños entran a la escuela en igualdad de circunstancias? ¿Aspiramos a formar en una sola cultura para la convivencia en un mundo con culturas diferentes? ¿Cómo podemos abordar estas diferencias para que cada uno crezca en sus raíces, en igualdad de circunstancias y se enriquezca con las diferencias?

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