Autora: Laura Rodríguez Matamoros
Publicación: E-Consulta, 3 de Junio 2008
En un video que se encuentra con relativa facilidad en internet podemos escuchar el discurso que Denisse Dresser pronunció el 12 de octubre del año pasado en el encuentro empresarial Coparmex realizado en Ciudad Juárez, Chihuahua, titulado “De la Sumisión a la Participación Ciudadana”. Se trata de un elocuente discurso, que por el tono mesurado contrasta con la fuerza de la argumentación en el que la brillante periodista destaca, entre otras cosas, que la educación, pero no el tipo de educación que se imparte en México, sino una auténtica educación es la salida para un país, como el nuestro, que se encuentra sumido en la desigualdad y en la injusticia. Para sustentar tal afirmación, Dresser pone de ejemplo a diversas naciones que han logrado salir adelante gracias a su sistema educativo. Sin embargo, no establece líneas de trabajo concretas a las cuales ceñirnos para lograr la transformación educativa propuesta.
El 16 de mayo de este año, las publicaciones periódicas del país, con mayor o menor cobertura, anunciaron la Alianza para la Calidad Educativa entre el Gobierno Federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Esta alianza pretende transformar y mejorar la enseñanza para niños y jóvenes mediante cinco ejes rectores: modernizar la infraestructura de todas las escuelas, elevar la calidad y desempeño de los maestros, reforzar los programas de becas para niños de escasos recursos, desarrollar las capacidades de los alumnos y consolidar la evaluación como instrumento para elevar la educación. La propuesta ha levantado ámpula en diversos medios pues se considera una alianza más de índole política que educativa y se señala que, como otras propuestas educativas, enfatiza más la forma que el fondo, dejando de lado lo verdaderamente sustancial de la educación.
En plena carrera por captar alumnos y posicionarse en el “mercado educativo”, las instituciones de educación de nuestra entidad utilizan como tarjeta de presentación en los medios de comunicación, en sus visitas a colegios y en su folletería, las certificaciones, premios o reconocimientos que dan cuenta de su “calidad académica”. A pesar de la elocuente retórica, todas ofrecen lo mismo, prestigio y reconocimiento pero falta enfatizar la cuestión del aprendizaje.
Las tres situaciones descritas en los párrafos anteriores son sólo una muestra de la frenética carrera de las instituciones de educación de todos los niveles, públicas y privadas, por mostrar la calidad de sus servicios. Excelencia, superación, dominio, competencia, superioridad son los ideales que todas las instituciones ostentan para mostrar que son “la mejor opción educativa”.
Sin embargo, a pesar de este despliegue de recursos para mostrarse como la mejor institución educativa, lo cierto es que el nivel educativo sigue siendo el talón de Aquiles que coloca a México en lugares vergonzosos a escala internacional. Diversas pruebas como ENLACE o PISA muestran que, a pesar de toda la retórica, no se logra promover en los estudiantes los niveles educativos necesarios para que puedan desenvolverse con cierta destreza en la vida cotidiana.
¿Y nos preguntamos por qué el país sigue hundido en una crisis permanente?, ¿por qué hay violencia, discriminación, inseguridad, corrupción?, ¿por qué la mayoría no tiene un mínimo de compromiso ciudadano?, ¿por qué de la baja competitividad, del desempleo, del cierre de empresas?
La educación parece ser la clave para resolver la precaria situación del país pero también es parte del problema o el problema mismo que no hemos sabido enfrentar desde la escuela.
El meollo del asunto estriba en que no necesitamos más de esta educación que está más preocupada por la obtención de recursos, la ostentación de certificaciones, el incremento de matricula o la ampliación de sus servicios.
Necesitamos instituciones educativas ocupadas seriamente porque los alumnos aprendan matemáticas, español, ciencias e historia, porque niños y jóvenes razonen, se expresen correctamente, cuenten con una disciplina intelectual, reconozcan el sentido de la historia, actúen éticamente y, sobre todo, asuman que aprender es una tarea para toda la vida.
Necesitamos instituciones que se comprometan con la comunidad en la que están insertas para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, en un esfuerzo conjunto y comprometido, a través del diálogo y la corresponsabilidad social.
No es gratuito que Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, considere a la educación como factor clave para el desarrollo humano de las naciones.
¿Cuál educación? Pues aquella que asuma seriamente su compromiso por mejorar la calidad de vida de las personas y de sí misma, que haga lo que tiene que hacer…educar.
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