jueves, junio 12, 2008

¿RENUNCIAMOS A LA POSIBILIDAD DE CAMBIO?

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicación: e-consulta, 12 de Junio 2008

Desde Agosto del 2007 estoy trabajando con un equipo de académicos de diferentes instituciones de educación superior y de profesionales implicados en trabajos de desarrollo social. Nos convocaron para conocer y trazar los rasgos de la realidad vivida en un municipio de la Sierra norte de Puebla con alta marginación. Como sabemos el Estado de Puebla es la séptima de las 32 entidades federativas con más bajo Índice de Desarrollo humano, y la cuarta con mayor Índice de Rezago social. En el norte de nuestro Estado se localizan municipios cuya esperanza de vida al nacer, tasa de alfabetización y matriculación, PIB per capita, acceso a los servicios de salud; calidad, en la vivienda, etc., son muy bajos. Una iniciativa federal a través de la Secretaría de desarrollo social convocó a las universidades para diagnosticar y hacer propuestas de mejora en uno de estos municipios.
Dentro de nuestro equipo interdisciplinar, un subgrupo nos dedicamos a la dimensión educativa. En ella encontramos bajo rendimiento y motivación de alumnos. Constatamos cómo la falta de horizonte personal, social y laboral; la incomprensión de los conocimientos descontextualizados impartidos en el aula; la incomunicación con sus padres y maestros; fomentan en los alumnos una desmotivación profunda que lleva a muchos adolescentes a acabar la secundaria y emigrar. Además quienes siguen el bachiller expresan dificultades para continuar sus estudios por: a) falta de recursos económicos para gastos extras de materiales, b) escasez de oferta educativa en la universidad cercana, y c) ausencia de becas con apoyo suficiente para acceder a otras instituciones de educación superior. Por otra parte, los que logran estudios universitarios no suelen volver a su municipio que necesitaría un Proyecto de desarrollo a corto, mediano y largo plazo para convertirse en horizonte atractivo para los jóvenes.
En cuanto a las instalaciones escolares de las comunidades, se encuentran equipadas con computadoras, antenas, etc. pero faltan servicios básicos como luz, agua, conexión a internet, señal satelital, que hacen muy difícil su utilización. Además los padres se encuentran desvinculados del proceso enseñanza y aprendizaje. Su baja escolaridad y dificultades para la participación en el proceso de formación de sus hijos, acaba por pedir a la escuela que sus hijos aprendan únicamente a leer, escribir y hacer cuentas, priorizando el español.
Esta realidad que se extiende en el tiempo y en el espacio de muchos centros e instituciones educativas, pone de manifiesto el gran reto que tenemos toda la sociedad mexicana y los profesionales de la educación, la ciencia y la tecnología. Freire nos recuerda el paso del ser humano de “estar en el mundo” a “ser consciente de él”. Esta conciencia de sí y del mundo nos prepara para transformarnos a nosotros mismos e intentar, decididamente, transformar el mundo. En sus palabras diríamos “nos tornamos seres éticos, conscientes, soñadores, utópicos; por consiguiente, seres a quienes la esperanza les hace falta”.
Ante una realidad social tan compleja, dañada y anclada en las formas de ser y existir, buscar los cambios progresivos requiere el conocimiento especializado de los diferentes profesionales pero vinculado con el compromiso personal de mejorar la educación y el bienestar humano y social del país; requiere un saber con el impulso generoso de servicio a los demás, la búsqueda del bien común. Pero ¿cómo no caer en la trampa de la ideologización? ¿Cómo no renunciar a la posibilidad de cambio?
El trabajo colaborativo de los equipos interdisciplinares; de los diálogos entre la Secretaria federal, los municipios y las universidades; la interacción de los maestros, padres y alumnos; los espacios de encuentro y suma de esfuerzos; el compromiso de pasar del discurso académico y técnico a la génesis de cambios y mejoras de la realidad de las personas; nos permitirá poco a poco, romper la inercia fatal del “siempre ha sido y así seguirá”.
Nuestros niños y jóvenes merecen un esfuerzo más, intentar de nuevo realizar las mejoras, los cambios que parecen imposibles. Sólo realizando acciones y procesos diferentes, podremos esperar resultados diferentes. Las estrategias de mejora educativa deberían salir de acciones coordinadas de los diferentes agentes sociales y niveles de gobierno, basadas en la responsabilidad social, la cooperación y la búsqueda continua del desarrollo y del bien común de todas las personas.

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