Autor: F.H. Eduardo Almeida Acosta
Publicación: La Jornada de Oriente, 11 de septiembre, 2008
E-Consulta, 9 de septiembre, 2008
Existe un espacio social, un modelo comunitario que ofrece la ciudad de Puebla a sus habitantes y a sus gobernantes: La laguna de San Baltazar.
Es un lugar de belleza natural cuidada y protegida, sin fines de lucro, en un escenario lacustre, habitualmente soleado, verde, silencioso, en medio de una ciudad descuidada. Desde ahí se puede disfrutar de la vista del Popo, del Izta y de la Malinche.
Conviven en este remanso ecológico variedad de plantas, sin que sea un jardín botánico; variedad de aves sin que sea un aviario; variedad de humanos en convivencia ciudadana, sin que sea una
empresa ni un partido ni una academia ni una denominación religiosa.
Es una plaza cívica para el ocio de empleados, políticos, obreros, académicos, funcionarios, amas y amos de casa, jubilados, empresarios, estudiantes, desempleados.
Puede considerarse un centro de educación informal en democracia, medio ambiente y salud.
Es un lugar de esparcimiento como pocos al alcance de casi todas las clases sociales. Los niños se divierten ofreciendo alimento a los patos. Los jóvenes se preparan en canotaje y carreras para competir tal vez en las Olimpiadas de Londres. Los adultos se mantienen en forma, contrarrestando los achaques que genera la vida estresante. Personas mayores ponen en práctica los consejos que anuncian las botellas de una bebida a base de té verde: “Caminar 30 minutos diarios y sonreir es parte de tu bienestar”.
En justicia debe reconocerse que este parque público, encomendado a una Asociación Civil, recibe un mantenimiento de calidad y da señales de un proceso de mejora continua. Contribuyen a la convivialidad de esta ágora serena y callada el buen humor de sus administradores, el trabajo de sus jardineros, las atenciones de los cuidacoches y las ofertas de los vendedores de jugos y garnachas.
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