Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: E-Consulta, 2 de septiembre, 2008
López Obrador ha hecho una contribución importante a la cultura política de México. Nada más dice dicho sea con todo respeto, y uno se agacha para que no lo toquen las pedradas. Una variante de este truco es decir que algo es muy respetable. Traducción: están locos, ¿a quién se le ocurre?, tienen todo el derecho de creer en lo que sea, mientras no traten de ponerlo en práctica. Concretamente, es la nueva versión de la vieja máxima liberal-priísta según la cual naturalmente hay libertad de religión en nuestro país, pero si el presidente va a La Villa pierde su Silla. Y el aspirante a diputado pierde su curul, etc. Respetados somos, pero ridiculizados quedamos. Fenómeno interesante: desde las filas más habladoras en nombre de la libertad, más desprecio se vierte sobre quienes piensan de manera diferente, en este caso quienes nos oponemos al aborto. En nombre de la duda y el antidogmatismo, se lanza la más fuerte proclamación dogmática. Habrán notado ustedes que las exigencias de los partidarios del aborto se fortalecen con cada victoria. Comienzan tímidas, como pidiendo perdón por existir, pero después de cada triunfo enseñan más los dientes, demandan más, se muestran más agresivos con sus adversarios. Si puede ser que entre los adversarios del aborto haya habido demasiada arrogancia, se ve poco de la famosa tolerancia de la que tanto hablan los que le reprochan eso en su propia actitud. Faltan por consiguiente las condiciones para un diálogo que nos acerque, que acorte distancias, que más allá de las decisiones legislativas una a diversos sectores de la población en esfuerzos que verdaderamente salven vidas, reduzcan peligros, ayuden a las personas en problemas. Mala señal, que el gobierno de Ebrard haya salido con suchistecito de que a la marcha sólo asistieron 80 mil personas. Una y otra vez vemos al lopezobradorismo pelearse con todos los que no quieren rendirles pleitesía de entrada. Y esta exigencia de reverencias y acatamiento total no es política ni lleva a la política. Ni es respeto, desde luego.
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