martes, septiembre 06, 2011

La adaptación de las especies


Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado: La Primera de Puebla, 30 de agosto de 2011.

     Mucho se ha hablado de esta teoría de Darwin donde las especies se adaptan o bien, perecen sin remedio ante un mundo constantemente evolutivo. Me pregunto por momentos si esto también tocará a los seres humanos, quienes vivimos en constantes épocas de cambio, movimientos sociales, situaciones de violencia, pobreza, exclusión, etc.
     Hace algunos años, vi en una vacante del periódico, un anuncio que decía “Se busca joven egresado de Administración de Empresas, con experiencia, buena presentación, creativo, propositivo y con capacidad de adaptación”. Este anuncio de primer impacto, me pareció un poco discordante, ‘recién egresado con experiencia’ y es que al parecer, a los jóvenes mexicanos, ya no les queda otro remedio que comenzar a trabajar en su área desde antes de salir de la universidad, pues de no hacerlo, sus posibilidades de conseguir empleo se verán tremendamente disminuidas. Se solicitan jóvenes recién egresados, con experiencia previa en el campo y que además acepten trabajar por un sueldo muy bajo y ninguna prestación. Lo que más me llamó la atención de este mensaje fue aquello de la ‘capacidad de adaptación’, lo cuál me sumió en una serie de reflexiones profundas sobre la adaptación del mexicano. Y es que al menos de manera personal creo, que no hay en el mundo otra población con tal capacidad de adaptación tan sorprendente como la del mexicano.
     Como mexicanos hemos pasado un tanto de todo, desde ser conquistados, aprender otro idioma, incorporar una nueva religión, independizarnos de la llamada ‘Madre Patria’, instaurar un gobierno propio, una dictadura relativamente provechosa que terminó en exilio, una revolución que no resolvió absolutamente nada, la instauración de la “democracia” –sí, con comillas pues quién puede decir que realmente en México existe tal cosa-, cambios de partido en el poder, movimientos sociales, militares, desastres naturales, y toda una larga cadena de acontecimientos en las que no nos ha quedado más que una opción: adaptarnos para poder sobrevivir.
     Nos hemos adaptado también, -aunque en algunos casos podríamos decir también que resignado-, a desfalcos millonarios por parte de nuestros gobernantes, a la impunidad, a la injusticia, a ser asaltado o robado y denunciar a sabiendas de que no sucederá nada a favor de uno mismo, nos hemos resignado a perder nuestras pertenencias y a saber que no volveremos a encontrarlas. Nos hemos adaptado incluso, a perder día con día nuestro poder adquisitivo y a ir renunciando a nuestros sueños de riqueza, de la lotería, de tranquilidad económica. Imagino que tendremos que adaptarnos también a la crisis y al nuevo modelo económico que venga después de que el capitalismo acabe de colapsar.
     En estos días, donde la violencia al interior del país alcanza niveles inusitados, cuando algunas ciudades son ya francamente inhabitables –Tijuana, Culiacán, Juárez, Monterrey, Reynosa, Cuernavaca, Acapulco, y más recientemente el Puerto de Veracruz, tan sólo por nombrar a algunas- tan sólo le queda a sus habitantes, adaptarse y aprender a sobrevivir en un ambiente hostil, plagado de amenazas y hechos violentos. En el resto del país la situación no cambia mucho que digamos, se escucha la creciente violencia en el Bajío donde ciudades Patrimonio de la Humanidad, se encuentran bajo amenaza de no ser un destino turístico internacional por mucho tiempo más.
     Las ciudades tranquilas, son ahora tan sólo un oasis en medio del caos y pese al gran temor que esto puede despertar en nosotros, al parecer no tenemos más opciones que seguir adaptándonos a la falta de certeza que tenemos usualmente en México. México, ciertamente, jamás ha sido un país de certeza, ni económica, ni política, ni social. Basta voltear los ojos a los más desprotegidos por el sistema y a quienes “teniéndolo todo”, padecen el secuestro y muerte de un ser querido. Jamás ha habido certeza en cuanto al empleo y son pocos quienes pueden sentirse seguros teniendo un puesto fijo con futuro dentro de su trabajo. Las jubilaciones desaparecen paulatinamente y nos ubicamos dentro de los países del mundo que no pueden proveer de seguridad económica y en materia de salud a sus adultos mayores.
     En México, hablar de “certeza” se ha vuelto tan sólo un concepto utópico que hace siglos que dejamos de experimentar. Al parecer, nuestro proceso de adaptación nos ha dado como resultado vivir en el “aquí y ahora”, vivir al día, con lo que se gana hoy, con lo que se pierde hoy, con el alza de precios, con una creciente situación de inseguridad que está a veces muy cerca, de robarnos la muy escasa tranquilidad que nos queda. Al final, sólo una cosa puedo decir: que Darwin tenía razón, y que los mexicanos hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por prevalecer y seguir aquí, pese al caos que nos rodea.





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