viernes, octubre 10, 2014

Educación simulada

Autor: José Guadalupe Sánchez Aviña, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí
Publicado en Lado B, el 9 de septiembre de 2014.

De todos es sabido, que en la pasada convocatoria para ocupar plazas docentes disponibles en el sistema educativo nacional, en promedio seis de cada diez postulantes, no poseían el perfil deseado; situación que en sí misma no significa que hayan reprobado, sin embargo, sirvió como un motivo más para el escarnio público sobre el gremio magisterial.
Si realmente fueran reprobados y estos fueran egresados de nuestras escuelas normales, entonces la situación sería doblemente terrible, pues significaría que nuestro sistema educativo algo está haciendo mal, pues no cumple con las expectativas; esto ya de por si es importante como foco de atención, reflexión y acción, sin embargo, a lo que me quiero referir en este espacio es a la reacción social ante esta situación y casos similares.
¿Qué significado puede tener el hecho de que un egresado de licenciatura, después de casi veinte años de tránsito por nuestro sistema educativo no posea las cualidades necesarias en su momento? De inicio señala que algo inadecuado está pasando en esa trayectoria.
¿Qué pasa? Las factores son muchos; sin embargo quisiera señalar uno posible: la simulación como modus operandi en nuestros procesos educativos; para ilustrar esta conducta que puede estar presente en algunas personas, que no necesariamente en todas, me auxilio de una adaptación propia de la conjugación del verbo simular:
Yo simulo… que aprendo
Tú simulas… que enseñas
Nosotros simulamos… que se educa
Vosotros simuláis… que mejorais
Ellos simulan… que estamos bien

A final de cuentas… todos contentos y satisfechos: la escolaridad nacional sube, la eficiencia terminal y los ingresos por colegiaturas aumentan, así como la promesa de empleo se incrementa... un circo de tres pistas en el que gobierno, instituciones y personas tienen su parte de responsabilidad y parte de posibilidad para revertir el hecho.
Situación por demás preocupante y que merece análisis y reflexión profunda, sin embargo, continuando con los límites establecidos para este texto breve, quiero señalar el tenebrosamente curioso contexto en el que se presenta esta situación en nuestro país. ¿De qué nos reímos? ¿Cómo podemos burlarnos de personas y de una situación como ésta? Si acudimos a la sabiduría popular, que difícilmente se equivoca: ¡Tan culpable es quien mata la vaca como el que le agarra la pata! Dicho de otra manera: la situación que guarde o deje de guardar la educación en nuestro país es consecuencia de lo que hacemos y decimos y/o dejamos de hacer y de decir como sociedad.
De ninguna manera podemos sentarnos a contemplar lo que pasa con la educación en nuestro México como quien está frente al televisor, ni mucho menos asumir que es potestad solo del gobierno lo que nos suceda; es cierto que el Estado debe garantizarla y promoverla, sin embargo no olvidemos que a todo ciudadano nos involucra y nos afecta. De tal modo que sería bueno dejar de burlarnos de situaciones como esta, pues cada vez que lo hacemos equivale a mirarnos al espejo y reírnos de nosotros mismos sin tener consciencia de ello. ¡Todos tenemos vela en el entierro!
Muy probablemente resulte irreal el pensar en la posibilidad de un ejercicio individual de reflexión sobre el significado que tiene la educación para nuestras existencias, en lo personal y en lo social, una reflexión que explicite las intencionalidades y aprendizajes propios, pero también posturas que como padres de familia, docentes, instituciones educativas, gobierno y como sociedad se tienen; sin embargo… qué bien nos vendría a todas y todos.

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