sábado, febrero 13, 2016

Elegir, una ventaja evolutiva

Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado en Síntesis, Puebla, el 11 de febrero de 2016

 “Durante gran parte del día vivimos como si nos hubieran dado cuerda: nos levantamos, hacemos cosas porque se las hemos visto hacer a los demás, porque nos lo enseñaron así, porque eso es lo que se espera de nosotros... pero de vez en cuando algo interrumpe nuestra somnolencia y nos obliga a pensar ¡qué hago?, ¿qué digo?” Así describe Fernando Savater en su libro Ética de urgencia, la dificultad de experimentar, de manera consciente el compromiso de ser uno mismo.
El término ética se desdibuja en este proceso cuando solo la entendemos como una disciplina que estudia el bien, el mal, la moral o el comportamiento humano; lo que sostiene Savater es que la ética tiene un papel más crucial en el desarrollo humano: ayudarnos a ser, comprometidamente, protagonistas de nuestra vida.
Día a día tomamos decisiones relacionadas con lo que queremos ser o hacer, lo que implica examinar los motivos por los que actuamos, cuáles son nuestros objetivos, si lo que estamos haciendo pinta bien o si debemos ajustar alguna actitud, comportamiento o hábito; en ese ejercicio estamos tomando decisiones vinculadas con el bien ser y actuar, de este modo podemos visualizar la ética como un ejercicio continuo de reflexión sobre nuestro ser y hacer.
Si queremos ser responsables de lo que somos estamos condenados a pensar y a darnos cuenta; esa es la finísima línea que separa la naturaleza humana del resto de los seres vivos. Los animales, por ejemplo, nacen haciendo solo una cosa: el pez nada, el ave vuela, el gusano se arrastra; por eso, cuando el ecosistema cambia, mueren y desaparecen aquellas especies que no pudieron adaptarse al nuevo ambiente.
Cuando somos conscientes de lo que somos/hacemos, cómo somos/hacemos y el impacto que tiene lo que somos/hacemos entonces nos habilitamos para orientar nuestras acciones personales, intelectuales y sociales; reconocemos con mayor facilidad los tropiezos, errores u omisiones y desarrollamos la capacidad para mejorar. Los seres humanos no nacemos especializados y esa es, como le llama Savater, una “ventaja evolutiva” que nos permite elegir lo que queremos ser/hacer y en ese libre albedrío se anida el compromiso más íntimo: hacerse responsable de lo que se decide.
La libertad es un derecho por ello paradójicamente soy libre pero no puedo renunciar a serlo; es entonces que la ética funciona como brújula de nuestro comportamiento; cada uno tiene la capacidad de inventar su propio destino y realidad, hacer y decidir aquello que le signifique mayor plenitud y felicidad; siempre y cuando a través de estas decisiones privilegiemos el cuidado del otro que significa simultáneamente el cuidado de uno mismo.

Inmersos en la cotidianidad olvidamos la fragilidad de la vida y su condición de irrepetible; estar conscientes de dicha vulnerabilidad permite vivir comprometidamente con uno mismo y para los demás; estado que solo se alcanza si potenciamos la capacidad para pensar y decidir libremente, tarea que dura, mientras dura la existencia.

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