sábado, febrero 06, 2016

Puebla: la creatividad, la innovación

Autor: Alexis Vera
Publicado en Puebla on line el 16 de diciembre de 2015

¿Qué significa que la UNESCO haya incluido recientemente a Puebla en la "Red de ciudades creativas"? Significa mucho y poco a la vez. Mucho porque es un reconocimiento externo de las capacidades creativas de esta ciudad (suponemos que la UNESCO es un organismo serio en sus nombramientos). También dice poco porque no sabemos en qué se basan para incluir ciudades en esa Red. Puebla también está buscando el nombramiento de "Capital de innovación y diseño", que algo tendrá que ver con el de ciudad creativa, aunque innovación y creatividad no son la misma cosa.
          Creatividad tiene que ver con la capacidad para generar cosas inéditas, originales; Innovación se relaciona con generar cosas inéditas que además sirven de algo a un público determinado. En efecto, se pueden crear cosas originales pero de poco valor. Si un artista esculpe una estatua que nadie quiere poner en su casa, negocio, jardín u otro espacio (es decir que nadie quiere comprar), entonces no está haciendo innovación, aunque sin duda haya creado una obra artística. Innovar implica generar valor a otras personas a través de una creación original.
          México es un país creativo pero poco innovador. Como nación tenemos una gran capacidad imaginativa y creadora pero comparativamente generamos poco valor a la gente a través de ellas. Innovar es una actividad que requiere salir de uno mismo y pensar en el otro, en sus necesidades y problemas no resueltos. Se requiere imaginación para salir del cuadro y ver las cosas de manera diferente (creatividad); pero también se requiere enfoque en la resolución de problemas concretos. Es decir, también es necesario el análisis; arte y ciencia a la vez. En Puebla (y México en general) tenemos buenas capacidades artísticas pero nos falta fortalecer las capacidades científicas.
          La palabra innovación se está vulgarizando a pasos agigantados. Ahora casi todas las empresas y organizaciones se autoproclaman, generalmente sin méritos, como innovadoras. Desde el distribuidor de refacciones para coche hasta el gran hotel en la playa se dicen innovadores. ¿Serán? ¿En qué grado?
          Lamentablemente en México no existen rankings empresariales confiables de innovación. Los que hay están basados en algo así como el pago de una membresía para aparecer en la lista. O se basan en un solo proyecto o producto de la empresa, no en la producción continua de innovación, que es lo que distinguiría a una empresa verdaderamente innovadora de otra que solo tuvo un buen hit.
          Asimismo, predominan los rankings centrados en productos de base tecnológica (léase software), como si solo a través de tecnología se pudiese innovar. El ranking de Forbes México, uno de los más serios, sólo incluye empresas que cotizan en bolsa en Estados Unidos, dejando fuera a muchísimas organizaciones innovadoras que no cumplen con esa condición. Luego entonces, no es fácil saber qué empresas son verdaderamente innovadoras en nuestro país, y menos rastrear su desenvolvimiento a través del tiempo. Ser una organización de innovación no es un nombramiento de por vida, hay que trabajarlo y ganarlo cada año.
          En Puebla el reto ahora es, tras el reciente empujoncito de la UNESCO, dar el gran paso hacia la innovación, para que lo producido en Puebla genere más valor, más y mejor distribuida riqueza, así como mayor bienestar para quienes aquí vivimos. Un buen comienzo es ese reconocimiento de creatividad, porque además genera una nueva realidad para los poblanos señalando la dirección a seguir; pero apenas es un pequeño paso en la dirección correcta. Una ciudad más innovadora es una ciudad que resuelve de manera inédita sus problemas más acuciantes. En Puebla estos problemas están en el orden de lo ambiental, económico, impartición de justicia, distribución de la riqueza, urbanización desordenada, etcétera.
         Para convertir a Puebla en una ciudad verdaderamente innovadora (y que con ello se vayan atendiendo los grandes retos de la metrópoli) se requiere abordar el problema desde diferentes aristas. Una de las más importantes es la educación superior: los planes de estudio deben superar su alto grado de irrelevancia frente los desafíos contemporáneos y trabajar más la formación interdisciplinar (articulando ciencia y arte), flexibilidad, y orientación a proyectos -entre otras cosas que requieren cambio-. Por otra parte las empresas deben también educarse para innovar; solo así podrán aprender a invertir y desarrollar proyectos que generen mayor valor agregado. Finalmente, el gobierno asimismo debe aprender a jugar adecuadamente su rol de facilitador de las condiciones para que la innovación suceda en todos los sectores productivos, no sólo en el industrial.
         En suma, convertir a Puebla en la metrópoli innovadora que han planteado tanto el sector público como el privado, requiere más que nombramientos internacionales (que no son malos porque dan rumbo y orientan esfuerzos). Volverse una ciudad innovadora requiere básicamente de una revolución cultural transectorial que cambie los paradigmas de trabajo, de gestión organizacional, generación y distribución de la riqueza, entre otros. Desde mi punto de vista este cambio de chip debe empezar en los tomadores de decisiones del sector público, empresarial y educativo. 

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