Autor: Fernando Dorantes Ramírez
Publicación: Síntesis, 9 de marzo 2006
La actitud creativa es divergente, constructiva, conceptual y sintetizadora.
Es divergente, porque no acepta una realidad como aparenta ser en primera instancia o en su forma superficial, sin embargo, este carácter de divergencia es positivo porque la no aceptación no significa un rechazo determinante o destrucción, sino un acercamiento más individual de mayor conocimiento y comprensión básica para una actitud creadora.
Es constructiva, porque plantea la realidad como debiera ser, según su punto de vista. Busca el orden en el desorden.
Es conceptual, porque trasciende los objetos, no sólo en su forma sino en su contenido, en las implicaciones que los definen y en las tendencias que orientan el diseño del objeto y los efectos que produce su impacto cultural. El carácter conceptual, permite trascender un objeto diseñado para el entero o para sólo alguna de sus partes en otro uso y en un campo diferente.
Es sintetizadora, porque relaciona objetos de distinta naturaleza para crear uno nuevo con usos diferentes.
La primera consideración que se ha de tomar en cuenta, es que todos los seres humanos somos creativos por naturaleza, contamos con un cerebro y un cerebelo, el primero para razonar con capacidad de recibir información, procesarla y memorizarla y, el segundo, para dar respuestas automática e intuitivas.
La función creativa se desarrolla en el cerebro y es la capacidad de dar múltiples respuestas, de diferentes géneros y en diversos niveles, aún alejados entre sí. La función creativa tiene la naturaleza de la lógica, pero está alimentada por la imaginación, es decir, el cerebro y el cerebelo actúan como una sola entidad del pensamiento. En una radica la razón y en la otra la intuición (todo lo que se aprende entra por los sentidos).
Según Piaget, para que un conocimiento quede asimilado es necesario desarmarlo, experimentarlo y volver a armarlo, es decir, no basta con recitar las partes de un fenómeno, ni siquiera los ejemplos de aplicación que ilustren éste, para realmente tener un conocimiento se requiere de la intervención personal en el fenómeno mismo.
Reconocer el fenómeno o el problema se conforma como el primer paso para enfrentar una actitud creativa y, surgen cuestionamientos como: ¿para qué sirve?, ¿para qué se utiliza?, ¿cómo funciona?, ¿cómo esta construido?, ¿en verdad es así? Y otra serie de preguntas que se confrontan con él.
Por tanto, la actitud de la persona creativa surge porque suele conocerse a sí misma, reconoce sus necesidades y sentimientos, puede buscar la manera de satisfacer estas necesidades en forma independiente, o pidiendo ayuda en caso necesario y sabe a dónde y con quién recurrir. Por lo general, es capaz de ayudar a otros aportando ideas originales, muchas veces basadas en sus propias experiencias, pues tiene un alto grado de capacidad de riesgo y de tolerancia a la ambigüedad.
En lo referente a sentimientos, puede materializarlos, distinguirlos y nombrarlos con facilidad. La persona creativa puede tener actitudes de aparente dispersión o desorden, pero este desorden es perfectamente comprendido por ella, aunque parezca confuso para los demás. Este tipo de personalidades viven intensamente las etapas del proceso creativo y pueden, por tanto, tener periodos de aparente “cerrazón” o soledad, de retiro e introspección, ocupando este tiempo para gestar.
Por otro lado, puede tener periodos contrastantes de expansión, acompañados de una necesidad profunda de compañía, de compartir con otros y de confirmarse a través de la interacción y comunicación. Debido a la alta producción de ideas originales, tienden a ser líderes, pero por lo general son reprimidos y opacados o castigados por los grupos, y esto lastima su gran sensibilidad, por eso, prefieren, muchas veces, retirarse y dejar de interactuar con los demás.
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