Autora: Laura Rodríguez Matamoros
Publicación: Síntesis, 2 de marzo de 2006.
Todos anhelamos vivir en un verdadero hogar, en un espacio donde sentirnos seguros y en calma. Un lugar donde descansar, estable y armonioso en el cual construir nuestra identidad, relacionarnos y ser bien tratados, tener reconocimiento, participar.
Es el hogar el espacio donde se construye un sistema íntimo de convivencia, relaciones recíprocas de comunicación y atención, y se satisfacen necesidades biológicas, afectivas, cognoscitivas, sociales y espirituales.
Es uno de los pocos lugares que puede estar equilibrado, en el sentido de que en él podemos desarrollarnos en todos los ámbitos de nuestra naturaleza. En él jugamos, estudiamos, convivimos, construimos valores y creencias, descansamos, nos mostramos tal cual somos.
Lamentablemente, no siempre encontramos ese equilibrio en el hogar. En ocasiones predomina el aspecto laboral y hacemos del hogar una oficina o, si alguno de los miembros de la familia enferma, lo convertimos en hospital. También es frecuente reprimir algunas actividades en casa, por ejemplo, cuando se prohíbe jugar en ella, cuando no se admiten visitas o cuando se evaden los momentos de convivencia y diálogo, hay constantes peleas o se ignora a alguno de los miembros de la familia.
Aunque el hogar cuenta con esa versatilidad de convertirse en lugar de estudio, de juego, de cuidado de la salud, de trabajo, lo importantes es no dejar que ninguno de estos aspectos predomine y elimine a los demás sino que se procure una mezcla adecuada de todos los aspectos de acuerdo a las necesidades de cada momento de la vida.
Puede ser inevitable que en él se den algunos conflictos o riñas pero lo importante es que no rebasen limites razonables que tornen tensa y difícil a convivencia en el hogar.
La construcción de un hogar implica entonces un desafío, una oportunidad y un reto para conformar una comunidad plural, múltiple, diversa. Un lugar donde producir la memoria local y el código en el que se enlazan recursos y valores del pasado y cuyo reconocimiento permite dar sentido a las acciones y a los proyectos del presente y del futuro. De ahí que la edificación de un hogar en el que las personas encuentren la posibilidad de irse constituyendo en su plenitud, favorece la realización de un proyecto de futuro encaminado a la configuración humanizadora de la sociedad.
En el hogar la persona debe encontrar un referente de identidad, tomar conciencia de sí mismo y de su autonomía y aceptar a otras personas diferentes a sí misma. También es el espacio para la creación de valores éticos y democráticos que animen nuestras acciones y decisiones.
En suma, el hogar es un espacio de socialización y realización personal. En su seno, los hijos y las hijas, los padres y las madres aprenden a comunicarse, a relacionarse, a transmitir y depositar afectos. Aprenden formas diversas de convivencia, de negociar, reconocen el valor de la cooperación y las implicaciones de la competencia, experimentan momentos de paz y aprenden de los conflictos.
El hogar es un espacio básico de convivencia en la diversidad. Sus miembros son diferentes en edad, género, en el rol que desempeñan, en preparación, carácter, estado de salud, en experiencias personales. Esto marca un elemento básico para las relaciones humanas y un eje central de la socialización: aprender a convivir es aprender a vivir con la diferencia y gracias a ella.
El anhelo de hacer de nuestra casa un lugar cálido y armoniosote lograr en él un equilibrio para el desarrollo integral entraña un gran reto para cada uno de nosotros y nos desafía para hacer del hogar un punto de partida no sólo para que quienes lo habitan se constituyan en personas plenas sino para hacer de nuestra sociedad un espacio de verdadera construcción humana y humanizadora.
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