jueves, marzo 30, 2006

PRÁCTICAS EDUCATIVAS PARA EL CAMBIO SOCIAL

Autora: Mtra. Laura Rodríguez Matamoros
Publicación: Síntesis, 30 de marzo 2006

Ante la compleja problemática que se exacerba día a día en los distintos ámbitos del acontecer humano, tanto los grandes líderes como el ciudadano común buscan alternativas que ayuden a remediar esta situación. Varios de ellos cifran sus esperanzas en el proceso educativo.

La educación sigue siendo un poderoso antídoto para remediar algunas situaciones derivadas del sistema socioeconómico actual, generador de pobreza, criminalidad y explotación. También se propone como detonador del cambio social orientado a la justicia, a la equidad, a la preservación del medio ambiente y al respeto a la diversidad.

La respuesta a los problemas sociales, ambientales, humanos desde la educación requiere que en las instituciones educativas se promueva la comprensión global y local de los sucesos mundiales y del propio desarrollo personal. Es decir, para que la educación pueda dar respuesta a la problemática global y local necesita transitar de un paradigma conservador y legitimador de estructuras a uno que promueva un modelo de desarrollo humano, individual y social, alternativo.

Un contexto educativo que pretende contribuir al cambio social procura situaciones de aprendizaje abiertas, en las que se construyen procesos de formación a partir de la interacción de los ámbitos de pensamiento y acción que configuran a la persona, de la integración de lo cognoscitivo, lo afectivo y lo valoral; donde los alumnos y las alumnas son protagonistas de su propio proceso de aprendizaje, creen en su capacidad para resolver problemas, se sienten y son capaces de pensar por sí mismos, de movilizar sus ideas para buscar respuestas, de comunicarse, de formar comunidad, de colaborar.

La escuela que pretende ser generadora de alternativas sociales promueve en sus aulas un ambiente de cooperación, de negociación democrática, de aceptación de la diversidad, de tolerancia, consenso y compromiso. También procura que el proceso educativo tenga sentido, sea significativo y funcional para la persona que aprende. Promueve un clima de motivación e implicación personal de los alumnos quienes conectan sus intereses y preocupaciones, su vida cotidiana con los planteamientos científicos y sociales en cada asignatura. De este modo los contenidos abordados no les parecen lejanos, incomprensibles o inaplicables sino que logra incorporarlos en su entorno próximo.

En las aulas de las escuelas para el cambio social se plantean problemas abiertos y complejos de modo tal que se conectan los intereses y preocupaciones de alumnos y docentes y se movilizan contenidos culturales significativos y socialmente relevantes. Se huye del dogmatismo, del autoritarismo del uso de recetas simplificadoras, y se proponen visiones múltiples y actitudes antirreduccionistas, críticas y de compromiso social.

En este ambiente, el profesor propicia que el alumno interprete significados, busque el origen de los hechos, analice los contextos sociales, históricos e ideológicos en los que se generan las diversas visiones de la realidad. También favorece que los alumnos establezcan nuevas relaciones entre los contenidos abordados, reorganicen su interpretación de la realidad en interacción con la ideas de los otros. Ajusta sus intervenciones a las características de sus alumnos y promueve que éstos vayan adquiriendo un control progresivo de su propio aprendizaje y desarrollen la capacidad de reflexionar sobre sus propios conocimientos y del modo como éstos van cambiando y se van complejizando.

En resumen, la educación, para ser un agente transformador, necesita enfocarse a la solución de los diversos problemas socio-ambientales a partir de la consideración de la interacción, de la conexión entre uno mismo, las otras personas y el planeta. A partir de estas consideraciones y de las intencionalidades del proceso educativo se postula que el cambio social es inseparable del cambio personal que se promueve en las escuelas.

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