Autora: María Isabel Royo Sorrosal
Publicación: http://www.e-consulta.com.mx/ 17 agosto 2006
Vivimos momentos de incertidumbre mundial, cuando Oriente Medio derrama sangre y miedo, mientras los riesgos se hacen más presentes en todos los países de cualquier continente sin distinción del nivel de desarrollo. En México llevamos mes y medio de debates y acciones tras la votación para elegir al Presidente de la República.
Son momentos de crisis, momentos para decidir (significado etimológico de la palabra); son tiempos de oportunidad que todavía podemos usar bien, si logramos reducir la temperatura ambiente introduciendo racionalidad y buena voluntad (de la auténtica). Hemos de aprovechar esta oportunidad histórica, madurar y aprender como país, superando la inercia de lo irracional, evitando la mirada miope del corto plazo y liberándonos de la esclavitud egocéntrica de los intereses de nuestros pequeños círculos.
La manipulación, el autoritarismo y falta de transparencia a que nos tienen acostumbrados la clase política, son grandísimos escollos para visualizar el camino hacia la construcción de un proyecto común de nación más allá de la polarización que se está alimentando. Los políticos, los estudiosos y la sociedad entera tenemos en nuestras manos la posibilidad, y en nuestra conciencia el deber, de prevenir, superar y restaurar estas escisiones de la ciudadanía, estas confrontaciones nacionales internas que nos alejan cada vez más de la común tarea de construir el país, de elevar la cultura política, económica y humana de todos sus habitantes.En estos momentos requerimos más voces y posiciones de estudiosos, universidades, intelectuales que propongan y aboguen por salidas dignas y otros puentes políticos para construir juntos una nueva convivencia.
Más que nunca necesitamos generosidad y prudencia responsables y verdaderamente comprometidas a fin de lograr condiciones de vida digna para todos, priorizando a quienes están en la indigencia. También en la política la generosidad y la prudencia nos dignifican porque nos exigen un esfuerzo nuevo: ceder, cambiar, entregar “aquello” que no hemos estado dispuestos a dar hasta hoy.
Todos los ciudadanos tenemos la oportunidad de crecer en dignidad, y de pedir a nuestros políticos esa misma calidad. Se trata de entrar en un estado de ser y existir diferentes, que dé sus frutos en el corto, mediano y largo plazo; que nos libere de rupturas e imposiciones ilegales e indignas; que permita tejer la convivencia desde los diferentes partidos, posiciones, iglesias,… sabedores de que el camino de la visceralidad y egocentrismo sólo nos puede llevar al retroceso como país. La política es negociación y avances; es diálogo para construir; es buscar salidas nuevas y evitar brechas que nos lleven a la ruptura.
Necesitamos una alianza para construir algo mejor, que incluya a todos los que nos ha tocado convivir en esta tierra y en estos tiempos.
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