Autora: Isabel Royo Sorrosal
Publicación: Síntesis, 18 enero 2007
El 6 de enero me encontré en una fiesta de niños y sus Reyes magos con camello y caballos de carne y hueso. Los más de 140 pequeños acogidos en la institución pública por diversas causas, recibieron la regia y generosa visita que les trajo lo que habían pedido en su carta, y algo más.
Sorpresa y gusto en un feliz día para estos niños. También llegaron jóvenes voluntarios: amigos para jugar con sus juguetes y fantasía. Habían confluido junto a la iniciativa pública, las voluntades individuales y grupales. Y es que el voluntariado social consiste precisamente en la participación gratuita, voluntaria, en beneficio de otros y de manera organizada, de los ciudadanos. Para ello es necesaria la “imaginación utópica” que lleva a acciones comprometidas con problemas que padecen otros grupos sociales. Se trata de ofrecer apoyos concretos, atención personal, creatividad y gusto en la amistad sincera que es el medio privilegiado para fortalecer el desarrollo y la personalidad de los seres humanos, especialmente de los más pequeños.
Si atendemos al proverbio rieliano Los niños son voces de la vida, a las que el hombre hiere con su silencio, podemos añadir que la acción voluntaria movilizó, en ese día, energías individuales y colectivas que se oyeron, y lejos de generar dependencias en los asistidos, buscó proporcionar “autonomía personal y crecimiento colectivo” como expresa Joaquín García Roca en su libro Solidaridad y voluntariado.
El horizonte y la imaginación tienen la cualidad de romper la impotencia que impide los cambios y lleva a la pasividad conformista; por el contrario, ambos promueven la participación de la gente al ver los acontecimientos desde la responsabilidad que aporta la sabiduría y sensibilidad humanas.
En tiempos de noticias que desesperan y hechos que llevan a la desconfianza y catastrofismo, vale la pena saborear y tomar fuerzas en estas acciones altruistas, modestas y concretas, que nos vigorizan ante nuestra utopía y ante la libertad de elegirla para bien de uno mismo y de la sociedad que somos. Estamos de acuerdo, entonces, con nuevo proverbio: Amor es que seas tú mismo, después de haber pasado por otro.
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