Autor: Bernardo Reyes Guerra
Publicación: La jornada de oriente, 18 de enero 2007
Hace apenas algunos años decidir sobre casi cualquier tema era un conflicto debido a la falta de información, por lo que la infraestructura de apoyo a la intelección se basaba en tres determinantes: a) tener una buena biblioteca, b) tener una buena descripción de los procesos involucrados y c) una educación en la escuela y en la empresa, que enseñaran a encontrar la información y a ponerlos en el contexto definido, el ámbito involucrado.
Era un mundo donde se creía que los cambios eran solo mejoras de los paradigmas, modelos y patrones que se venían usando, es decir, el mundo sólo consideraba la eficiencia, mejorar para hacer más, más rápido con menos y en menor tiempo; este paradigma justificaba una educación que preparaba sólo para la empleabilidad y los procesos.
La Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), en el último cuarto del siglo XX introdujeron cambios muy importantes, como internet, por lo que éste se ha convertido en un ágora, donde se producen opiniones, transacciones y socializaciones, inmersas en un mar de información de diverso formato, texto, audio y video, dando lugar a reforzar fenómenos como la transnacionalización, la transocialización, la transdisciplinaridad y la transformación personalizada del entorno de información.
Estos nuevos determinantes han generado un cambio de época, pues ahora los cambios son tan rápidos, con orígenes tan interrelacionados, que resulta difícil poder determinar con certidumbre el desenlace asociado a una decisión; esto exige nuevas habilidades, actitudes y valores, es decir, nuevas competencias para la persona y para la empresa, sobre todo en un mundo poco solidario, donde la competitividad es feroz, veloz y a veces inesperada.
Esta situación ha promovido el regreso a dar importancia a las comunidades de práctica, se ha resaltado la importancia de hacer legítimo (cierto, genuino, y verdadero) el trabajo en equipo, la cooperación y la comunicación por medio de promover significado, identidad y aprendizaje compartidos en un ámbito de renovación dinámica; la unión ahora la hace el hombre, su visión y su voluntad, y no sólo la productividad y el desenlace del proceso, por lo que desde los años 80 se ha desarrollado la idea de inteligencia competitiva, que pueda dar idea de la tendencia de una organización en relación a la tendencia de una comunidad y basar las decisiones y sus riesgos en el grado de congruencia entre la oferta y lo pertinente para una comunidad.
Esta reflexión nos exige creatividad para diseñar organizaciones distintas en la empresa y en el gobierno, también nos exige creatividad para pertenecer e interactuar con las sociedades, no como mercado sino como humanos dinámicos, interactuantes entre ellos, con las herramientas y con las culturas, por lo que una educación formal o empresarial debe contemplar nuevas competencias y nuevos enfoques, nuevos apoyos de información, por lo que las TIC no son una nueva forma de hacer mejor algo, sino son nuevas formas de construir nuevos paradigmas. Éste es el gran reto de la educación, del gobierno y de la empresa del siglo XXI.
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