Autora: Celine Armenta
Publicación: e-consulta, 1 de agosto 2007
Empezaré por reconocer que soy intolerante hacia la intolerancia y los prejuicios, aunque no me enorgullezco especialmente de ello. Confieso también que mi intolerancia raya en fobia; temo a los prejuicios aunque sean diminutos o se presenten en formas enquistadas y larvarias. Por otra parte, sé que muchas veces no somos conscientes de los prejuicios que se gestan en nuestras palabras y acciones, y que basta que nos demos cuenta para que abortemos tal engendro.
Por eso hoy quiero denunciar una forma larvaria de prejuicio que se llama estereotipar, y que puede derivar en la discriminación que según CONAPRED practicamos los mexicanos con más frecuencia e intensidad: la xenofobia, o sea el rechazo e intolerancia hacia los extranjeros, o los étnicamente diferentes, o lo que tienen apellidos poco comunes, o rasgos faciales diferentes al tipo mestizo que abunda en nuestro país.
Me refiero a la reiteradísima descripción del famoso traficante de precursores de drogas Zhenli Ye Gon, como “el chino”, o “el empresario chino nacionalizado mexicano”, o el “empresario mexicano de origen chino”. Tal tratamiento recuerda mucho el del “empresario libanés”, también descrito como “el textilero mexicano de origen libanés”, que hace más de un año se reveló como consumado misógino, encubridor de un pederasta y manipulador de políticos.
Ambos ciudadanos son una vergüenza para nosotros sus paisanos. Pero sus negras conductas no autorizan a los comunicadores, periodistas y redactores de noticias a machacar una y otra vez que ellos son diferentes; que “apenitas” son mexicanos; que no son como usted ni como yo.
No se vale. Ese énfasis llevado al hartazgo contribuye a la formación de estereotipos y prejuicios, al levantamiento de barreras que impiden entender que todos somos mucho más parecidos que diferentes; que lo delictivo de sus conductas nada tiene que ver con que uno de ellos se haya nacionalizado mexicano hace poco; y que los papás del otro hayan nacido en otro país, aunque él mismo sea defeño por nacimiento, y poblanísimo por adopción.
Nada autoriza a nadie a crear y alimentar las distancias entre iguales; a destacar las particularidades de los delincuentes cada vez que se mencionan los delitos. Eso es irresponsabilidad, cuando menos; y quizás algo más grave.
La discriminación consiste precisamente en tratar de manera diferente, o manifestar menosprecio u hostilidad hacia alguien, por pertenecer a “los otros”. Discriminación y prejuicio se engarzan en un círculo vicioso que empieza claramente por poner distancia entre “nosotros” y “los otros”. En este caso, entre nosotros los mexicanos del montón, y ellos, los de origen exótico, a quienes no consideramos simplemente mexicanos. De la distancia, según Gordon Allport, se pasa a hablar mal, luego a evitar el contacto; de ahí, se discrimina; luego se desea y realizan ataques físicos; y finalmente se planea y ejecuta la exterminación. La historia dice que así ha sido en demasiadas ocasiones.
En principio, si no cuidamos lo que decimos por convicción, debiéramos hacerlo para evitar delinquir. Pero lamentablemente, la Ley Federal para Prevenir Todo Tipo de Discriminación duerme inoperante en el papel desde su promulgación en 2003. No podemos esgrimirla aún para detener el tratamiento que se da a ciertos personajes, porque como señalan los considerandos de la propuesta para una ley poblana contra la discriminación: “los particulares no se encuentran comprendidos como sujetos de la ley, así como tampoco lo están las autoridades estatales y municipales”.
Urge que las entidades federativas homologuen sus legislaciones y que se reglamente en la materia, pero al menos en Puebla, según nos hizo saber hace unos días Claudia Lemuz en un diario local, la ley estatal está en la congeladora desde hace ya un año, cuando la diputada panista María de los Ángeles Gómez Cortés, la presentó al Congreso.
Hay esperanza, sin embargo, de que Puebla no se rezague en esta materia. Se están realizando cuatro foros de consulta para enriquecer la propuesta de Ley Estatal. Con participación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (COANPRED), el primer foro se realizó la semana pasada en Zacatlán; en agosto habrá uno en Teziutlán; en septiembre será en Tehuacán, y en octubre en Puebla capital
Se espera que los foros impulsen la aprobación de la Ley Estatal, que protegerá a todos contra todo tipo de discriminación, venga ésta de quien venga. Pero no veo porqué esperar a que la ley nos obligue a estar atentos a la intolerancia larvada. Hoy es buen momento para reflexionar, denunciar y detener los estereotipos, los prejuicios y la discriminación que sólo suele importarnos y dolernos cuando se comete contra nosotros mismos; y que en cambio, no nos molesta hacerlo contra los otros; lo cual es, ni más ni menos, la esencia de la discriminación y la intolerancia.
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