jueves, agosto 09, 2007

HACIA UNA ETICA DE TERCERA GENERACION

Autora: Laura Rodríguez Matamoros
Publicación: Síntesis, 9 de Agosto 2007.

Ante la inminente crisis civilizatoria, de la que ya no podemos escapar porque a pesar de que queramos cerrar los ojos, negando o ignorando los graves problemas ecológicos, el irrefrenable incremento de la pobreza, la corrupción que hace más hondo y desgarrador el abismo que separa a los pobres de los ricos; la constatación cotidiana de nuestra propia vulnerabilidad o de las personas que nos rodean nos quita la venda y nos obliga a ver esta desalentadora realidad. Ante tal crisis de enormes proporciones no nos queda más que volver nuestros ojos a la ética.

Pero, ¿cuál ética puede brindarnos las bases suficientemente sólidas para enfrentar tal crisis, que de no ser superada nos llevará al exterminio? Al parecer, las formulaciones éticas hasta hoy vigentes no son suficientes para revertir o al menos detener la irrefrenable carrera hacia la catástrofe humana, por lo que se hace necesario formular una nueva ética, una ética de tercera generación que brinde las bases para asumir nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con el entorno.

La ética de primera generación, llamada también ética personal, se fundamenta en los conceptos de Bien y de Mal. En esta visión, el ser humano se preocupa por su propio bien y el de su prójimo, es decir, el de las personas más cercanas a él; se ubica en el presente, sin una clara visión de futuro. Desde esta propuesta ética, evita hacer o hacerse el mal por las implicaciones o consecuencias que las acciones malas puedan tener para sí mismo.

La ética de segunda generación o ética social se basa en los conceptos de Justicia e Injusticia. En ella se toman en cuenta las estructuras sociales y los derechos universales de las personas. Desde la perspectiva de la ética social, la persona asume el deber de respetar los derechos universales de sus semejantes, con la intención de construir una sociedad justa. En este marco es imprescindible la generación y consolidación de estructuras y marcos jurídicos que regulen el comportamiento de los ciudadanos de modo que se evite y corrija la injusticia y se salvaguarden los derechos de las personas.

Aunque ambas éticas favorecen el bienestar y el desarrollo individual y social de las personas, tienen la debilidad de excluir o ignorar nuestra responsabilidad con lo “no humano”, pues nos conciben como seres aislados del contexto, separados de él, autónomos, independientes e incluso autosuficientes. De ahí que, desde estas éticas, no es posible ocuparse adecuadamente de problemas como el potencial holocausto nuclear, los desequilibrios ecológicos globales, el manejo del ciberespacio, las manipulaciones genéticas, etc.

Para que el ser humano responda a los desafíos que le plantea la situación planetaria actual es necesario que formule una ética que: facilite que las personas sean buenas y consideradas con sus semejantes; justas y equitativas en sus relaciones sociales, y cuidadosas y prudentes para contrarrestar los efectos colaterales de su presencia en la tierra.

La ética de tercera generación o ética global pretende responder a los problemas globales y locales abarcando a todos los integrantes del planeta tierra, humanos y no humanos. Esta ética se basa en los conceptos de Sostenibilidad e Insostenibilidad.

La ética global se apropia de los aportes de las éticas personal y social, el bien y la justicia, y los asume dentro de condiciones de residencia mundanal más complejas, responsables y armoniosas, desde una perspectiva de sostenibilidad.

El ser humano de la ética de tercera generación, además de tener “buena voluntad” y asumirse como “sujeto jurídico” es un ser en conexión íntima con el todo planetario que asume su responsabilidad con lo existente, humano y no humano.

La meta de la ética global es hacer sostenible, y por tanto justa y buena, la residencia de los seres humanos en el planeta, promoviendo el respeto por las condiciones de habitabilidad del mismo y el establecimiento de un vínculo emocional con el mundo.

El reto es desarrollar en las personas la conciencia y el cuidado de los impactos colaterales que tienen sus acciones, asumir el deber moral de respetar y cuidar la vida, no solo la humana sino la de las demás especies vivas. Es constituirnos en sujetos amorosos que asumen sus responsabilidades frente a todo y a todos, con pasado, en el presente y de cara al futuro, dispuestos a comprometerse con lo existente para construir un mundo mejor.

No hay comentarios.: