Autor: F.H. Eduardo Almeida Sánchez
Publicación: La jornada de oriente, 9 de Agosto 2007
Estamos a un año después de la post-elección de 2006. Y mucho se ha escrito acerca de lo que sucedió antes, durante, y después del 2 de julio de 2006. Que si AMLO puso fango sobre la democracia al rechazar las reglas bajo las que compitió, según Roger Bartra. Que si Elenita Poniatowska ha rondado en torno a un príncipe por ingenuidad, contradiciendo sus principios. Que si Calderón ganó, siendo un mal menor, por su sentido de responsabilidad y por el escuadrón de jóvenes talentosos de los que se rodeó. Que si AMLO perdió por su soberbia y porque se rodeó de cartuchos quemados del salinismo. Que si hubo fraude electoral como secuencia del desafuero frustrado. Que si AMLO perdió la amplia ventaja que tenía al inicio de 2006 por su terquedad en no modificar su estrategia y no asistir al primer debate. Que si Calderón lo aventajó por haber aceptado dar un golpe de timón a su campaña entre marzo y abril de 2006. Que si el libro de López Obrador es una pueril lectura de la realidad mexicana escrito en la prosa de una monografía de primaria. Que si Fernando Pliego Carrasco es un sociólogo desconocido cuyo libro “El mito del fraude electoral” es un medio extraordinario para luchar contra la demagogia y el cinismo. Que si no es bueno apoyarse en Elba Esther Gordillo es peor no apoyarse en ella como ha quedado demostrado por Madrazo, AMLO y Hank Rhon. Que si el IFE ha sido parcial. Que si el tribunal electoral ha sido incongruente. Que si es mejor la propuesta de Sabina Berman de una resistencia cultural activa que una resistencia civil pacífica como la que han venido implementando las redes que apoyan al presidente legítimo. Que si solo vale lo que venga de abajo y a la izquierda. ¿Que si…
Lo que sigue siendo cierto es que “nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Lo cierto es que los problemas nacionales no sólo siguen sin resolverse, sino agravándose: La violencia, la deficiente educación, la corrupción, la impunidad, la miseria, el narcotráfico, el tráfico de influencias, el sindicalismo magisterial; el desinterés de los gobernantes por las necesidades reales de los mexicanos en salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad, autoestima; la deficiente cultura cívica y política, las arbitrariedades, la criminalización de la protesta.
¿Qué sigue? Es una pregunta difícil de responder aún para los prospectivistas, los proyectistas, los mediáticos, los estrategas, los sistemáticos, los analistas. A riesgo de hacer una propuesta simple y simplista, y reconociendo que la mía es parcial, prejuiciada y procesual me limito a sugerir que en estos tiempos veloces y voraces se requiere un poco de serenidad y paciencia, lo que no quiere decir ni pasividad, ni apatía, ni desgano, y menos desesperanza. Porque como decía Galeano al fin del milenio pasado, y como sigue siendo al principio de éste: “el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo a la espalda y la cabeza en los pies”. Serenidad y paciencia para preguntarnos, ojalá todos y cada uno: ¿on’ tamos? ¿a qué le tiramos?
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