Autor: Guillermo Hinojosa Rivero.
Publicación: Síntesis, 21 Febrero 2008
Ciencias como la genética, la psicología, la neurociencia, la ciencia cognitiva, la biología evolutiva, y otras nos sorprenden cada día con sus descubrimientos y sus teorías acerca de lo que significa ser humano. Parecen atentar contra nuestra dignidad al considerarnos organismos biológicos como cualquier otro sin atender a nuestro estatus especial de seres humanos.
El psicólogo Steven Pinker ha identificado cuatro miedos de los humanistas tradicionales hacia la ciencia. El primero es el temor a la desigualdad. Si la genética muestra que no todos somos iguales y que los genes de cada quien son diferentes entonces parece justificarse el racismo, la esclavitud y el genocidio. Pero la igualdad política y moral de todos los hombres es una cuestión ética, no biológica.
El segundo es el temor a la incapacidad de cambio y mejoría de la humanidad. Si nuestra historia evolutiva nos hace agresivos, egoístas, polígamos, etc. ¿qué caso tiene intentar crear mejores instituciones? Pero una característica humana es su gran adaptabilidad: las instituciones sociales pueden controlar, y de hecho controlan, cualquier tendencia antisocial asociada con la historia evolutiva.
EL tercer temor es al determinismo. Un asesino podría, supuestamente, culpar a sus genes y quedar libre de responsabilidad. Lo cierto es que los genes no son el único determinante de la conducta humana; también están las experiencias infantiles, el ambiente de crianza, la situación presente, etc. Ninguno de esos determinantes ha exonerado de responsabilidad a los criminales. Los genes tampoco lo harán.
El cuarto temor es a la pérdida de valores. Se teme que la Biología desacredite muchas de las cosas que consideramos valiosas. Si el amor y la abnegación de una madre por sus hijos son vistos como el interés egoísta de aquella para preservar sus propios genes ¿qué queda de los sagrados valores humanos? Pero debemos considerar que los valores humanos están ahí sin importar que se hayan producido por motivos egoístas. El proceso puede haber sido reprobable, pero el producto es digno de elogio.
Lo mejor que pueden hacer los intelectuales preocupados por la supuesta devaluación de lo humano es conocer con precisión qué dicen las ciencias y basar su humanismo en el conocimiento que estas le proporcionan, mas que en las ideas tradicionales, a veces injustificadas. Después de todo, nada de lo que se diga sobre la naturaleza humana podrá afectar esa misma naturaleza.
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