Autor: Martín López Calva
Publicación: Síntesis, 14 de Febrero 2008
El tema de la creatividad está hoy muy presente en los espacios educativos. Se dice con razón, que la educación requiere de una reforma profunda para incluir explícitamente objetivos de desarrollo de habilidades de pensamiento que hagan –entre otras cosas- más creativos a nuestros futuros profesionales y ciudadanos.
Nadie pondría en cuestión esta necesidad de formar personas con mayores capacidades para crear, innovar y transformar con el fin de generar cambios significativos en nuestra sociedad en crisis.
Sin embargo, resulta pertinente preguntarse cuál es el sentido de esta formación de personas creativas y cuál es la idea de creatividad de la que se está hablando para hacer realidad esta evolución social a partir de la creatividad generada desde la educación.
Porque una creatividad entendida como mera innovación o culto a lo diferente no es un objetivo que pueda ayudar a que la educación contribuya a un verdadero cambio en el país. Por el contrario, estamos en una sociedad caracterizada por los cambios acelerados, las innovaciones efímeras, la búsqueda de lo original…aunque pueda estar vacío de significado humano. Por ello hemos perdido la capacidad de asombro y caemos a menudo en el aburrimiento ante lo cotidiano: nos hemos vuelto adictos a la innovación, pero a aquella que no es auténtica creatividad porque solamente modifica lo superficial, cambia el maquillaje a una realidad que sigue siendo de fondo la misma.
La creatividad que se requiere hoy para transformar nuestras realidades desde la educación debe ser la que se entiende en toda su profundidad como un trabajo que transforma, es decir, que imprime nueva forma a la realidad, dejando en ella una huella o un sello humano. En este sentido, todo proceso creativo tiene que culminar en una acción o producto que hace un poco más humano el mundo en que vivimos y no solamente cambia el aspecto exterior de las cosas.
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