martes, marzo 11, 2008

¿Cómo puede trabajar un maestro en la prevención de la violencia dentro de la escuela?

Autora: Mtra. Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicación: E-consulta, 11 Marzo 2008

Muchos de los que somos profesores nos cuestionamos acerca de qué es lo que necesitamos hacer para que nuestros alumnos realmente aprendan. Algunos buscan queriendo encontrar recetas que funcionen ante la apatía de los niños, adolescentes y jóvenes en el aula. ¿Por qué la mayoría de las veces estas recetas no funcionan?
Para algunos especialistas como Alexander Sidorkin el problema del aprendizaje escolar se centra en la motivación y considera que ésta guarda una estrecha relación con el clima escolar, particularmente con las relaciones entre el profesor y los alumnos y entre los mismos compañeros. Esta mirada centra la problemática en las relaciones educativas más que en los procesos, los contenidos y los productos de la enseñanza y el aprendizaje.
El mismo especialista considera que este cambio puede hacer que la escuela sea un espacio importante en la conformación de la identidad y de la autoestima de niños y adolescentes que están necesitados de seguridad y de referentes adultos significativos y que se constituyen como población proclive a la violencia escolar. Su apuesta es pensar en las escuelas no solamente como centros académicos sino como centros sociales de apoyo comunitario, de barrio o colonia. Considera que esta sería una buena oportunidad para crear lazos de identidad y establecer relaciones sólidas y por lo tanto una convivencia escolar más sana y con mayor motivación al estudio.
Esta mirada es distinta a lo que tanto los estudiosos de la educación en general, como los propios profesores estamos acostumbrados. Empezando porque nuestra preocupación central se aboca a los resultados traducidos en calificaciones o a los procesos de aprendizaje que nuestros alumnos van desarrollando. ¿Alguna vez reflexionamos acerca de nuestras relaciones con los alumnos o sobre el clima que generamos alrededor de los procesos de aprendizaje, las consecuencias de nuestras palabras, adjetivos, gestos, acciones y hasta las omisiones? Esto nos puede sonar muy simplista o tal vez demasiado exagerado.
En un taller al que asistí junto con profesores, directores y encargados de la disciplina escolar, analizamos extractos de observaciones que se hicieron en aula como parte de una investigación con profesores de educación básica en otro estado de la república. Las observaciones se hicieron con el consentimiento pleno de los observados y se llevaron a cabo durante muchas sesiones, de manera que después de un tiempo, el observador se vuelve casi transparente. Independientemente de que en estos extractos se revelaba la manera en que los profesores generamos un clima negativo que favorece la burla y el acoso entre compañeros, muchas de las veces sin darnos cuenta, me llamó la atención que muchos de los participantes del taller fueron profundamente movidos por estas observaciones y su análisis. Me di cuenta de que los profesores, directores y prefectos muchas de las veces se sienten realmente comprometidos con su trabajo y creen sinceramente que la manera en que lo realizan, muchas veces demasiado apegado acríticamente a las normas, es lo adecuado para formar a los alumnos. Sin embargo, pocas ocasiones tienen oportunidad de actualizarse y retroalimentar su trabajo, observando su propia práctica, atreviéndose a tener una mirada crítica y propositiva ante las normas ya establecidas. Ellos, muchas de las veces, tienen las mejores intenciones, pero no han sido confrontados en su práctica de manera sana.
Me parece que vale la pena el trabajo de formación y actualización de los profesores y demás actores en esta línea. Es probable que poniendo atención a esta situación y bajo esta perspectiva, de alguna manera se pueda incidir en las relaciones educativas y en el clima escolar, que es la mejor forma de prevenir la violencia al interior de nuestras escuelas. Quizá valga la pena acercarnos a estas miradas que centran el foco de interés en el cuidado de las relaciones para la construcción de la escuela no solamente como espacio académico sino como favorecedora de ambientes acogedores para los niños y adolescentes.

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