Autor: Guillermo Hinojosa R.
Publicación: Síntesis, 27 de marzo 2008
Cuando Darwin publicó en 1859 'El origen de las especies' sabía que sus ideas entrarían en conflicto con las creencias religiosas de su tiempo. Lo que difícilmente pudo imaginar es que ese conflicto duraría, con intensidad variable, hasta el S. XXI. Actualmente en el mundo anglo parlante se desarrolla un nuevo enfrentamiento entre quienes aceptan la teoría de la evolución y quienes consideran que ésta es una amenaza para su religión.
Algunos defensores de la evolución han adoptado una posición atea militante y los libros en que difunden sus no creencias se venden por millones. Por otro lado, las iglesias cristianas han adoptado el lenguaje de la ciencia para presentar sus creencias como teorías e hipótesis y reclaman el derecho de enseñarlas en las clases de ciencias, especialmente Biología.
La teoría de la evolución proporciona una explicación del origen de la vida y de la variedad de especies, y elimina la necesidad de una creación particular para cada especie. El hombre es considerado como un eslabón más de una de las muchas cadenas evolutivas. El mecanismo de explicación consiste en la selección natural, las variaciones y la adaptación al ambiente. Antes de Darwin la única explicación verosímil era la creación divina explicada en la biblia
El intento de salvar los textos bíblicos y las creencias religiosas ha producido las 'teorías' llamadas creacionistas que van desde la defensa de la creación en seis días, tal como lo dice el Génesis, hasta la intervención divina en los genes para dirigir la evolución. La teoría del 'diseño inteligente' sostiene que muchas de las características de los seres vivos se explican mejor si se considera la intervención de una inteligencia superior que si sólo se consideran los mecanismos evolutivos ciegos.
En los Estados Unidos, el enfrentamiento ha llegado a los tribunales, y varios juicios célebres pasarán a la historia de la ciencia como ejemplos del conflicto entre ciencia y religión.
En México estamos muy ajenos a esos conflictos. ¿Por qué? No es que los mexicanos y sus jefes religiosos sean muy tolerantes ni muy orientados a la ciencia. La explicación reside más bien en la falta de educación científica general. No puede haber conflictos entre ideas, si no se enseñan las ideas.
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