Autora: Laura Rodríguez M.
Publicación: E-Consulta, 31 de marzo 2008
Nos hallamos en un momento en el cual se han producido cambios profundos en la estructura de educación superior y en su posición y sentido social. La flexibilización de los mercados laborales, las exigencias de una formación permanente, las implicaciones sociales, educativas y laborales de la sociedad del conocimiento, y las condiciones de desigualdad que predominan en el sistema económico actual han posicionado a la instituciones de educación superior como un escalón más del proceso formativo profesional y no como culmen de esta formación.
La situación descrita surge, entre otras razones, por la necesidad de que los ciudadanos, ante los retos que les plantea la sociedad del conocimiento, se comprometan con un proceso educativo a lo largo de su vida. De modo que la educación superior se encuentra entrampada en presiones que oscilan entre la adaptación acrítica y respuesta automática a las demandas del mercado, y la necesidad de transformar la cultura imperante para favorecer la construcción de estructuras sociales más solidarias y humanizantes.
Las instituciones de educación superior deben, entonces, enfrentar seis grandes retos que le plantea la sociedad del siglo XXI:
Adaptarse a las demandas de los mercados laborales ofreciendo una capacitación que, sin renunciar a la formación propiamente universitaria, promueva en sus estudiantes el desarrollo de competencias que les faciliten acceder a la oferta laboral y generar formas alternativas de empleo.
Situarse críticamente en un contexto de competitividad social donde prima la calidad y la capacidad para establecer planes de desarrollo, de modo que puedan proponerse acciones de intervención comunitaria encaminadas a revertir la injusticia, la discriminación y la pobreza, entre otros males que imperan en nuestras sociedades.
Mejorar la gestión universitaria en un contexto de reducción de recursos que exige la incorporación de nuevas fuentes de financiación y una mayor transparencia en la distribución de los mismos.
Incorporar las nuevas tecnologías tanto en la gestión académica como en la práctica docente aprovechando su potencial para generar formas creativas de relaciones interinstitucionales y nuevos sistemas de formación profesional.
Constituirse en motor del desarrollo local tanto en lo cultural como en lo social y económico a través del establecimiento de redes de colaboración con empresas e instituciones.
Reubicarse en un escenario globalizado de formación y empleo para generar estrategias formativas innovadoras: potenciando la inter y la transdisciplinariedad, el dominio de lenguas extranjeras, la movilidad de estudiantes y profesores, la investigación en redes, los programas y sistemas de acreditación compartidos, promoviendo la conciencia ecológica y la formación multicultural, propiciando la construcción de una ciudadanía global, entre otros.
Ámbito clave para que las instituciones de educación superior enfrenten estos cambios, lo conforma su planta de profesores. Por un lado, las presiones derivadas de la necesidad de mejoramiento de la calidad en la educación superior de acuerdo a parámetros nacionales e internacionales y, por otro, la necesidad del reposicionamiento y generación de alternativas didácticas para una formación profesional innovadora, están llevando a los cuerpos docentes a revisar sus enfoques y estrategias de actuación.
En este sentido, se pueden identificar varias implicaciones que estos cambios tienen en la labor docente, entre las cuales podemos mencionar:
- La ampliación de las funciones docentes tradicionales, en las que se integran actuaciones de asesoramiento y apoyo a los estudiantes, coordinación de la docencia con otros colegas, desarrollo y supervisión de actividades de aprendizaje en distintos escenarios de formación, preparación de materiales didácticos en distintos soportes, etc.
- La exigencia de mayores esfuerzos en la planeación, diseño, elaboración y evaluación de propuestas docentes para llegar al conjunto de estudiantes en condiciones variables de formación.
- El incremento en la burocratización didáctica debido a que la docencia universitaria precisa de una serie de actuaciones pre y post-aula que salvaguarden su sentido didáctico.
El panorama expuesto nos invita a repensar el perfil habitual del profesor, en aras a su reconstrucción, de modo que las instituciones de educación superior y los profesores mismos puedan dar respuesta a estas exigencias.
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