Autor: Mauricio López Figueroa
Publicación: Síntesis, Puebla, 02 de junio de 2010
Somos ciudadanos, y es imperativo para nuestro país que lo entendamos, lo valoremos y lo asumamos.
Las democracias modernas se caracterizan no por ser perfectas, la noción misma de democracia se basa en la imposibilidad de gestar una estructura social perfecta porque somos diferentes y porque existen diversidad de intereses y búsquedas. La diversidad lejos de ser un problema es una característica de la convivencia que la amplía y la hace auténticamente relevante, pues encontrar el propio camino y construir una vida productiva y con sentido exige reconocer, respetar, y fomentar el derecho de todos a su diferencia siempre en un marco de igualdad. Y vivir la diferencia requiere también reconocer la tensión y a veces el conflicto que ésta implica, por eso la necesidad del diálogo y del acuerdo.
En este sentido la democracia NO es votar, ésta es la mínima expresión del poder popular. La democracia supone la afirmación de la responsabilidad compartida en la construcción de esa estructura para la convivencia, el diálogo y el acuerdo. Es responsabilidad del gobernado en primer lugar contribuir desde su acción cotidiana al desarrollo de una sociedad siempre en proceso democrático, y la primera exigencia ciudadana es la participación.
Los gobiernos realmente democráticos deberían, entre muchas otras cosas, ejercer su poder como un medio para organizar, " promover y ofrecer canales de participación ciudadana, una participación que gradualmente capacite ciudadanos informados, organizados y comprometidos para trabajar, desde sus distintas trincheras e intereses, por el bien común en sus contextos locales.
Pero desgraciadamente en nuestras sociedades mexicanas el poder gubernamental no es un medio sino un fin, y por esa razón la propaganda política siempre pone el énfasis en lo que los partidos "le van a dar" a los ciudadanos, lo que les van a regalar como "premio" a su fidelidad...
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