jueves, septiembre 27, 2012

Juventino sobre las olas, o una obra más famosa que su autor


Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado: e-consulta, 19 Septiembre 2012

     Un buen amigo músico me dijo hace unos días (hablo de mediados de septiembre), que ese día de marras se cumplía un aniversario más de la composición del hermoso vals Sobre las Olas, o bien, no estaba seguro, del nacimiento de su autor, el músico mexicano Juventino Rosas. A mí se me ocurrió unos días después averiguar algo más sobre este compositor cuya vida parecía ser, al recordar trozos de información y de películas, novelesca; más bien tristemente novelesca. El dato de la fecha era inexacto, tanto de la obra como de su autor, y no por culpa de mi amigo, que es un tipo informado y culto, sino porque simplemente la información sobre la vida de Rosas fue por mucho tiempo sólo un amasijo de historias apócrifas y anécdotas fantasiosas, perpetuadas a lo largo del tiempo por algunas personas a partir de las ingenuas narraciones de dos de sus amigos que, al convertirse Rosas en celebridad, quisieron tomar para sí un poco de ella y “salir en la foto”. Los dos amigos eran, por un lado, un coterráneo de Juventino (del pueblo de Santa Cruz, Guanajuato), y por otro un compañero de atril (Rosas era violinista en la ciudad de México). Lo cierto es que después de 15 años de muerto Rosas, no podía encontrarse en México ni una nota biográfica sobre él. El mito comenzó en 1909, cuando desde Cuba llegaron los restos del músico, ya famoso justamente por ser el compositor del mencionado vals, a reposar en tierra mexicana. Hubo que esperar 60 años más para tener la primera biografía del Juventino Rosas real, y ver la llegada del año 2000 para la primera biografía en un idioma distinto al español, la del investigador austriaco Helmut Brenner, quien nos ofrece además un contexto histórico y cultural de la vida y tiempos de su biografiado, como Dios manda.
     La propia vida del músico ofrece momentos y cosas dignos de ir tejiendo una historia de película, pero entre las fantasías figuran algunas muy pintorescas, como aquella de que Juventino Rosas llegó a poseer un violín Stradivarius que había pertenecido al mítico violinista español Pablo de Sarasate; o aquella historia un tanto deformada de que su padre, el valiente militar Jesús Rosas que se distinguió en el campo de batalla contra los invasores franceses, y era también buen tañedor de arpa, aprovechó la entrada triunfal de Benito Juárez en la ciudad de México para pedir permiso de ir a su pueblo, Santa Cruz en Guanajuato, visita que sirvió para engendrar a Juventino en 1868, y de paso un poco más tarde a un par de hermanos más, por supuesto músicos, como músicos eran también algunos parientes paternos, de donde le llegaba a Juventino sangre de artista. Estos datos son falsos unos y exagerados otros.
     Pero del lado de los verdaderos hay sabrosas historias que no desmerecen frente a las apócrifas, pero están cargadas de tremendas y penosas confusiones y vacíos de información ya sea sobre el día de nacimiento, el apellido materno, el lugar de nacimiento y la fecha y condiciones en que llegó a la ciudad de México, donde era parte del trío familiar que formaba con su padre y un hermano.
     Ya en México se inscribió a Juventino en algunas materias del Conservatorio de Música, pero no presentó los exámenes en dos ocasiones, no se sabe si por problemas de salud o de dinero. Jamás regresó. Por esto mismo es improbable o de plano imposible que Juventino haya sido violinista en la orquesta de la Ópera, como dicen algunos, pero sí lo fue de la  
     Compañía de la eminente soprano mexicana Ángela Peralta, a quien acompañó en sus giras. En una de estas, precisamente en Mazatlán, la cantante enfermó súbitamente y murió en ese lugar, obligando a Juventino a buscarse la vida de otro modo. Se enroló en una banda militar pero no soportó mucho tiempo la disciplina castrense, y se dedicó a la composición y ganarse el pan tocando en fiestas y de vez en cuando a tocar para la clase alta ofreciendo valses y polkas. En esos tiempos cayó en las garras del alcohol y la vida bohemia. Un buen día compuso y dedicó un vals llamado Junto al Manantial a una mecenas, pieza que se popularizó por su elevada belleza y de la que vendió los derechos, junto con otro pieza, por $45.00 bajo el nombre Sobre las Olas. Juventino se hizo famoso por esta pieza, pero no recibió nunca la retribución de su genio. También compuso otro hermoso vals titulado Carmen que dedicó a la esposa de Don Porfirio, quien en agradecimiento le regaló un piano que vendió muy pronto Rosas para salir de deudas.  
    Justamente para intentar salir de ellas se enroló en una compañía de zarzuela que haría una gira por Cuba, pero la compañía quebró en la isla y Juventino con ella, en particular de la salud, y fue a morir en un pequeño lugar llamado Batabanó, al que sin embargo había llegado la fama del vals Sobre las Olas. 15 años estuvo en tierra cubana hasta que lo repatriaron en 1909. Su capilla ardiente fue un acondicionado furgón de ferrocarril, y en cada lugar en que paraba el tren se le homenajeó tocando el famoso vals. Esto último bien puede ser una de esas historias fantasiosas que rodean a Juventino Rosas, pero también puede ser simplemente la expresión sublimada de un deseo causado por el remordimiento ante la historia desgraciada de un músico humilde que nunca se tituló del Conservatorio ni recibió los laureles que merecía, pero que fue tocado por las Musas para que nos regalara, por $45.00, unos momentos de belleza y elevación que lo hacen inmortal. Gracias Juventino, siempre te recordaremos.




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